El techno que nos une

La Casa Encendida nos propone experimentar sus lazos con el arte

Madrid,

La música electrónica siempre ha formado parte de la programación de La Casa Encendida (en medio mes comenzará una nueva edición del Festival She makes noise) y centra también su principal exhibición de este otoño: “You got to get in to get out”, un proyecto de largo recorrido que comenzó a gestarse antes de la pandemia y que con ella ha alcanzado nuevas capas de significado; pocos escenarios implican mayor cercanía social que una pista de baile.

Además de la muestra, comisariada por Carolina Jiménez y Sonia Fernández Pan (quienes confiesan haberse reeducado musicalmente en La Casa), esta propuesta se acompaña de podcasts ya en marcha, de talleres, performances, un ciclo de cine y, cómo no, de sesiones de música en directo; en suma, de oportunidades de experimentar el techno más allá de relatos homogeneizadores, que es también el propósito de la exhibición: se esquivan las representaciones al uso de escenas locales o pistas de baile para apelar a la vivencia sensible a partir de la escucha situada, el ritmo o la poética derivada de la repetición.

Como los espacios donde el techno habita, subjetividad y repetición son claves en el recorrido, que no podía ser sino libre y que viene a transmitir la virtualidad creciente de las comunidades ligadas a este género, la organicidad de las arquitecturas asociadas a los clubes, la vigencia de ciertos patrones, las infinitas hibridaciones de un sonido cuyo origen ha quedado diluido, la relevancia de la luz a la hora de hacernos sentir, lo que el baile tiene de rito social o de libertad y la relevancia de las propuestas afrofuturistas, aquellas que conciben un porvenir no homogéneo ni racionalizador.

Los trabajos que forman parte de “You got to get in to get out”, de índole muy diversa, ocupan cuatro de las cinco salas expositivas de La Casa, de las que saldremos y a las que entraremos componiendo en nuestro tránsito un continuum sonoro vinculado al ritmo 4×4 de la música electrónica. Ese título, por cierto, se ha tomado de un lema de una carroza del club Tresor presente en la Love Parade berlinesa de 1991, carroza que ofrecía una pista de baile en su interior y, justamente como en un club nocturno, las piezas nos sumergen en la experiencia techno no solo a través del oído, también de lo visual (a través de juegos de luces y oscuridad) y lo táctil (la vibración de la piel ante la música, los cambios de temperatura…). Jiménez y Fernández Pan han buscado, asimismo, abrir perspectivas: el contexto europeo (berlinés) es solo uno de los aludidos, junto al jamaicano y el de Detroit y Chicago.

La capital alemana, junto a Cleveland y Los Ángeles, fueron las ciudades donde Cyprien Gaillard filmó su hipnótico vídeo Nightlife, cuya banda sonora es una versión dub de la canción Blackman´s Word de Alton Ellis en la que la última repetición de la frase I was born a loser se sustituye por I was born a winner. Se repite en bucle, del mismo modo que el filme ofrece una estructura circular; comienza y acaba en Cleveland.

Se inicia a los pies de una copia de El pensador de Rodin, expuesta en su Museo de Arte, que fue destruida en 1970 por un grupo izquierdista radical contrario al imperialismo estadounidense, Weather Underground. A continuación, asistimos a una danza nocturna de la vegetación de Los Ángeles, de la que forman parte plantas exóticas llevadas allí con motivo de las Olimpiadas de 1932, y seguidamente un dron nos ofrece visiones de los fuegos artificiales lanzados en Berlín, también con motivo de sus Juegos Olímpicos, cuatro años después. Por obtener entonces cuatro medallas de oro, Jesse Owens recibió otros tantos robles ingleses por parte del Comité Olímpico.

Finalmente, Gaillard nos lleva de nuevo a tierra: hasta el único de esos robles que hoy se conserva, plantado justamente en el instituto de Cleveland donde el deportista se entrenaba. Los quince minutos que dura la pieza, en la sala B de La Casa, se hacen muy cortos.

Cyprien Gaillard. Nightlife, 2015
Cyprien Gaillard. Nightlife, 2015
Cyprien Gaillard. Nightlife, 2015
Cyprien Gaillard. Nightlife, 2015

La C acoge las propuestas estrictamente plásticas de “You got to get in to get out”, a cargo de Lucía C. Pino, Paula García-Masedo y Rubén Grilo; sus obras prueban que lo techno no es solo una etiqueta musical, sino una cultura con cuatro décadas de historia e implicaciones políticas y estéticas.

Pino exhibe Grand Bal, una escultura en la que materiales y referencias arquitectónicas remiten a los clubs a través de sinestesias y metáforas físicas, como las asociadas a los efectos de deshidratación producidos por las sustancias recreativas consumidas en las pistas, plasmados en fósiles de un cuerpo colectivo que se evapora con el movimiento, o al roce de los cuerpos, en forma de imágenes de invertebrados copulando.

Lucía C. Pino. Grand Bal, 2021
Lucía C. Pino. Grand Bal, 2021 y Rubén Grilo. Orbe, 2021
Lucía C. Pino. Grand Bal, 2021
Lucía C. Pino. Grand Bal, 2021

García-Masedo, que en su trayectoria viene abordando la música de baile, la moda y el espacio de las discotecas para investigar la relación entre clase social, ocio, territorio y expresión cultural, se sirve esta vez de vallas y bómbers para aludir a la fabricación seriada e industrial de objetos culturales que pueden vincularse a las subculturas techno. La tecnología ligada a recortes y patrones y la alienación propia de esos procesos se contemplan en su dispositivo Umbral (Flight Jacket) como estrategias que permiten la pervivencia de esas manifestaciones. Tanto las chaquetas como esos elementos de la arquitectura urbana, al margen de sus orígenes, se asocian hoy a resistencias cotidianas.

Paula García-Masedo. Umbral (Flight Jacket), 2021
Paula García-Masedo. Umbral (Flight Jacket), 2021

De Grilo contemplaremos un vídeo: Orbe, en el que asistimos al crepitar (rítmico) de un fuego digitalmente encendido, no a la filmación de uno real. Desde el origen de las llamas, es decir del ser humano, en torno a ellas se han reunido comunidades, como en torno a la música y el techno; también las pantallas, hasta hace no demasiado, eran miradas por colectivos y no por individuos. Aunque la suya retiene nuestra atención como una hoguera real, cuestiona el lucense la calidez presente en un espacio sin cuerpos.

Alona Rodeh, por su parte, ha hecho de la indagación en la cultura material de la seguridad y de la combinación de luz, sonido y movimiento el centro de su obra. En la sala D despliega la instalación Dark Ages 2020: un conjunto de esculturas lumínicas cuya disposición en el espacio obedece a un patrón en forma de cuadrícula. Se trata de objetos a medio camino entre columnas, bolardos, tótems y piezas de ajedrez que se encienden y apagan en continuas repeticiones que generan ritmos plásticos. El propósito de la artista con este proyecto era explorar los usos culturales actuales de la luz y la oscuridad, sobre todo en relación con la arquitectura y con las obras e infraestructuras públicas; se alude también a las duplicidades entre lo iluminado y lo oscuro y la protección e inseguridad asociadas.

Su trabajo comparte espacio con el vídeo The Last Angel of History de Jon Akomfrah, una conjunción de documental y relato ficticio en el que el ritmo, capaz de viajar en el tiempo y el espacio, es considerado la primera tecnología afrofuturista de la historia. El relato lo protagoniza un ladrón de datos que viene del futuro o del pasado y que nos traslada a la diáspora o la carrera espacial y enlaza el techno con cantos espirituales negros o con el P´Funk. Cuenta con entrevistas a Derrick May, Sun Ra, Octavia Butler, A Guy Called Gerald o Juan Atkins.

La exhibición finaliza de la mano de Tony Cokes y su Mikrohaus, ¿or the black atlantic?, otro vídeo de media hora de duración en el que se transcriben fragmentos de entrevistas con música, componiendo el conjunto el discurso del artista. Se inspiró el americano en las aportaciones del crítico Philip Sherburne al bautizar como Micro House la unión del minimal techno y el house y, a partir de los textos seleccionados, recuerda cómo expresiones culturales pop afro se han reinterpretado para adaptarlas a públicos globales y también los vínculos del techno con asuntos raciales e identitarios.

Sabed más de las actividades que completan “You got to get in to get out”, aquí: www.lacasaencendida.es

Alona Rodeh. Dark Ages 2020, 2019
Alona Rodeh. Dark Ages 2020, 2019

 

 

“You got to get in to get out”

LA CASA ENCENDIDA

Ronda de Valencia, 2

Madrid

Del 7 de octubre de 2021 al 9 de enero de 2022

 

 

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