El Prado vuelve a exponer su copia de la Transfiguración de Rafael tras ser restaurada

El Museo del Prado vuelve a exponer, tras su restauración integral y en la sala 49 del edificio Villanueva, la pintura sobre tabla más grande y pesada de sus fondos: se trata de Transfiguración del Señor, atribuida a Giulio Romano y Gianfrancesco Penni, una copia a escala 1:1 de la última obra que pintó Rafael Sanzio antes de fallecer.

La pieza, encargada por Giulio de Médicis y que decoró la iglesia del Santo Spirito degli Incurabili de Nápoles antes llegar a Madrid, nos ofrece un registro bastante exacto de las formas del original, prescindiendo de casi todos los detalles, el paisaje y la vegetación. Durante su estudio técnico, las reflectografías tomadas con el dispositivo de infrarrojos permitieron facilitar los trabajos de limpieza y la eliminación de repintes de la superficie y también apreciar nuevos rasgos de la calidad del dibujo subyacente.

Dos siglos después de la última intervención en esta imagen, la obra presentaba daños relevantes en lo estructural y lo estético, pues se habían abierto las uniones de los paneles del soporte y las grietas del mismo y se habían oxidado y alterado los barnices y retoques de color realizados anteriormente. Las labores han sido complejas, por el gran tamaño del cuadro y la dificultad de tener presente una imagen global del mismo, pero hoy nos permiten hacernos una idea muy exacta de su apariencia original.

En cuanto a la restauración estructural, esta ha sido financiada por la Getty Fundation y dirigida por Jose de la Fuente, restaurador del Prado, con el apoyo de George Bisacca del MET y de los becarios Gert van Gervent, de Paises Bajos y Alberto di Muccio, de Florencia. Se cosieron en el soporte sus fracturas, con injertos en “V” con madera de chopo de antiguas vigas, para proceder, más adelante, a aportar consistencia a dicho soporte sin alterarlo y permitiendo los movimientos naturales de la madera. Para ello se reutilizó el sistema de travesaños antiguos, añadiendo en su interior un sistema de amortiguación fabricado específicamente que cuenta con tornillos de nylon, que sujetan el mecanismo y lo dotan de presión, y con muelles helicoidales que le aportan flexibilidad.

La intervención en la capa pictórica ha corrido a cargo de Eva Martínez, restauradora de pintura del Museo, y ha consistido en la eliminación de los numerosos estucos que se habían aplicado en grietas y juntas y que cubrían parte de la pintura original e impedían el acceso al soporte para ser intervenido. A continuación, se ha procedido a la eliminación de los barnices oscurecidos y oxidados y a la retirada de los, también muchos, retoques efectuados en la intervención anterior, que ocultaban el aspecto original de la obra por haberse confundido, en el pasado, la apariencia transparente e inacabada de la pintura con pérdidas y desgastes que no eran tales.

Esa actuación ha sido fundamental para recuperar la belleza del lienzo, dado que el oscurecimiento de la superficie, el envejecimiento de los colores y el exceso de intervención impedían percibir la luminosidad del cromatismo, la precisión del modelado, la transparencia de las sombras y detalles como las zonas en las que se aprecia el dibujo subyacente o el perfilado de los contornos, empleando manchas de color. Posteriormente el trabajo de estucado de las grietas resultó complicado en la nivelación de la unión central de las dos piezas en las que la obra fue cortada, para que dicha unión no sea visible.

Por último se realizó la reintegración cromática de las pérdidas de capa pictórica, seguramente relacionadas con la azarosa historia de esta obra y sus traslados desde Roma a Nápoles y luego a Madrid, así como con sucesivas manipulaciones y condiciones adversas (incluyendo ese corte de la tabla en dos partes en sentido horizontal).

Se ha restaurado también el marco, de madera de pino y dorado con oro fino, realizado en el siglo XIX. Su perfil, sencillo, está formado por un canto plano de acabado brillante en el que se observa muy claramente la unión de los panes de oro montados unos sobre otros; una entrecalle cóncava y de acabado mate, un filo bruñido, compuesto por una moldura con forma de talón y un listón estrecho y plano en la parte más cercana a la pintura.

El tratamiento lo ha realizado en este caso Mayte Camino, restauradora de marcos del Prado, buscando recuperar el aspecto que este tuvo en origen. Ha consistido en limpiar la capa de suciedad que ocultaba sus diferentes acabados, en consolidar los distintos estratos (yeso, bol, láminas de oro) que componen la técnica tradicional del dorado sobre madera; en eliminar las masillas de relleno usadas en intervenciones anteriores para reconstruir pérdidas, compensar las pérdidas volumétricas y las de los diferentes estratos mediante dorado al agua de la superficie dorada y en la reintegración cromática con temple ocre a la cola de partes externas policromadas de los cuatro lados.

Imagen de la Transfiguración en la sala 49 de edificio Villanueva. Foto © Museo Nacional del Prado
Imagen de la Transfiguración en la sala 49 de edificio Villanueva. Fotografía: © Museo Nacional del Prado

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