El MoMA presume de Pollock

El museo repasa su trayectoria a partir de medio centenar de obras de su colección

Nueva York,

Pollock dijo que no pretendía ilustrar cosas, solo expresarlas de manera espontánea e inmediata. Por eso sus obras no son proyecciones sino muestras de vida y en ellas convergen azar y principio.

Sus primeros trabajos los realizó con un estilo semiexpresionista lívido y sombrío que puede evocar a El Greco; se sentía atraído entonces por el arte de brillante colorido de los indios americanos y su escritura pictórica y también por la expresividad monumental de los muralisras Rivera, Orozco y Siqueiros. El Surrealismo y la fase más próxima de Picasso a este movimiento también dejaron huella en Pollock.

En 1948 expuso por vez primera sus obras realizadas con la técnica, o quizá más bien antitécnica, del dripping: trabajaba danzando o moviéndose en torno al lienzo, colocado en el suelo y no en un caballete. Pollock relacionó ese proceso con el rito por el que los indios americanos pintaban con arena en el suelo. Mente y espíritu se unían – o esa era la intención – en una suerte de automatismo vinculado a la herencia surrealista europea.

La pintura ya no es en Pollock, por tanto, una representación directa ni simbólica, sino un terreno que conserva los vestigios de la acción del artista y atrapa el tiempo, su alma y su cuerpo. En el proceso de pintar, la pintura queda convertida en un lugar, y finiquitado este, en tiempo suspendido. Se asocian a ella la violencia, el vértigo, el vacío y la ansiedad.

De este modo, el proceso pictórico es, además de creativo, vital y emocional, y puede implicar destrucción y tragedia.

Las obras de la que podemos considerar la mejor etapa de Pollock (1947-1951) poseen cierto sentido del ritmo pese a que el deseo del artista era depender del azar. Su objetivo último no era tanto atacar los valores tradicionales del arte como entablar una relación de intimidad con la pintura.

En este periodo desecha la presencia de imágenes simbólicas y mitos que estimularon su producción anterior. Además de con el automatismo surrealista, los mejores Pollock pueden vincularse a la caligrafía oriental, que ya interesó a Mark Tobey, otro rasgo que de nuevo genera dudas sobre la verdadera espontaneidad de la llamada pintura de acción.

Ya a partir de 1952, Pollock comenzó a investigar con otros colores y materiales, a sugerir imágenes y a plantear el dilema que enfrenta abstracción y figuración, una dicotomía ya debatida antes de la II Guerra Mundial y revisada sin conclusiones.

Jackson Pollock. Untitled. c. 1950
Jackson Pollock. Untitled. c. 1950

 

El MoMA, el museo que posee la mejor colección de trabajos de Pollock en amplitud y calidad, revisa hasta el 13 de marzo su trayectoria entre mediados de los treinta y mediados de los cincuenta a partir de cincuenta obras de sus fondos (pinturas, dibujos y grabados); desde las más tempranas, que incorporan temas míticos o primitivos, hasta las realizadas al borde de su muerte en 1956: las abstracciones radicales por las que hoy todos lo reconocemos.

No falta Number 31, de 1950, uno de sus lienzos más grandes y quizá su obra maestra, y tampoco litografías, serigrafías y obras en papel no demasiado difundidas. En la muestra queda claro lo espectacular de su evolución en cuanto a materiales y técnicas, de su experimentación constante.

 

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