Sueños, subconscientes, líbido, femmes fatales…obsesionaron en la transición entre los siglos XIX y XX a artistas que plasmaron en sus pinturas y esculturas sus curiosidad por el funcionamiento de la mente humana y su reivindicación, creciente en aquella etapa, de libertad creativa.
La renovación artística que impulsaron fue tanto estética como conceptual y daría lugar al movimiento modernista, al que el Museo de Arte de Ponce dedica, hasta el próximo 28 de julio, la muestra “Decadencia y Revolución: Arte en Viena, 1890-1910”, que cuenta con cuarenta obras procedentes de los fondos del Belvedere de la capital austriaca, entre pinturas, esculturas y trabajos en papel.
La mayoría de ellas se exhiben por primera vez en Puerto Rico con motivo de esta exposición y se exhiben en diálogo, estilístico o temático según los casos, con las piezas que integran la colección permanente del Museo de Arte de Ponce.
“Decadencia y Revolución” ensalza lo diverso de un movimiento que a lo largo del último siglo ha quedado sometido a numerosos clichés de uniformidad y que convirtió a la Viena de entonces en uno de los centros artísticos más importantes de Europa. El arte de aquel periodo, que hoy consideramos germen de la modernidad, supuso la transición entre el arte simbolista y estético del siglo XIX y el expresionismo y otras vanguardias del XX.
En la estela de otros contextos europeos que en el cambio de siglo llevaron a cabo una renovación del lenguaje y de las prácticas y sistemas de producción artísticos; a comienzos del siglo pasado, Viena extendió su voluntad renovadora y de superación de los postulados románticos e historicistas a todos los campos de la expresión artística.
Con un recorrido que arranca en la década de 1890 y concluye en la víspera del estallido de la Gran Guerra, esta exposición nos guía en la evolución desde el idealismo ornamental hasta la crisis del Expresionismo. El ornamento es uno de sus principales ejes y se incorporan referencias a dos instituciones fundamentales que establecieron las pautas artísticas del momento: la Secession (1898), que era entendida como el templo del arte y tuvo como lema “A cada época su arte. Al arte su libertad” (fueron sus grandes figuras Joseph Maria Olbrich, Kolomar Moser y Gustav Klimt) y los Wiener Werkstätte (Talleres vieneses. Cooperativa de Producción de Artesanos en Viena), fundados en 1903 siguiendo el modelo de la corriente Arts and Crafts, en particular la escuela de Glasgow dirigida por Mackintosh. En el campo del diseño, apostaron por un paulatino viraje desde el ornamento como patrón decorativo y formal hacia cierta austeridad geométrica.
En pintura, Klimt formuló como nadie la expresión estética “Viena 1900”, diseñando un imaginario en el que confluyeron religión y erotismo. Los otros dos pintores esenciales de este momento fueron Egon Schiele y Oskar Kokoschka, que trastocaron la naturaleza decorativa de las líneas en expresión del desgarro humano.
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