C´ est la vie. El Musée Maillol muestra las mejores vanitas desde Caravaggio a Damien Hirst

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Integran la muestra 160 obras en variedad de medios, varias de ellas inéditas

“C’est la vie. Vanites de Caravage a Damien Hirst”

MUSÉE MAILLOL
61, Rue de Grenelle 75007
París
Del 3 de febrero al 28 de junio de 2010
De miércoles a lunes, de 11:00 a 18:00 horas
Martes y festivos cerrado

Del 3 de febrero al 28 de junio de 2010, en el Musée Maillol de París

Comisarios:
Patrizia Nitti, directora artística del Musée Maillol y Claudio Strinati, director general del Ministerio de Cultura de Italia

Obras: cerca de 160, entre pinturas, esculturas, fotografías, vídeos, joyas y objetos artísticos

El parisino Musée Maillol inauguró el pasado mes de febrero la primera muestra organizada en el centro por Patrizia Nitti, nombrada en octubre de 2009 directora artística de esta institución. “C´est la vie” abordará la omnipresencia del género artístico de la vanitas desde el siglo XVI hasta el momento actual, contando con el cráneo de diamantes de Damien Hirst como una de sus piezas estrella, al concebirlo como emblema del renovado interés que suscitan en nuestra época las representaciones del furtivo paso del tiempo y de la vida y de la presencia inevitable de la muerte. Estas imágenes están presentes en multitud de manifestaciones culturales: libros, portadas de discos, diseños de joyas… y aluden a la fragmentación espiritual de nuestro tiempo, a la globalización de un mundo afectado por amenazas medioambientales, a la profanación de la gravedad de la vida y la muerte en las sociedades occidentales o al extravío de una civilización que, para algunos, parece hundirse en su sed de control.

Pero el sentido de la vida en su imparable transcurrir hacia su fin, al menos físico, no ha dejado de fascinar a artistas de las más diversas culturas, desde los mosaiquistas de Pompeya hasta los creadores neo-pop más recientes, pasando por los pintores medievales autores de danzas macabras, los maestros del Barroco y del Surrealismo. “C´ est la vie” ofrece un recorrido singular a través de vanitas realizadas a partir del Barroco, la mayoría de ellas poco conocidas o inéditas para el gran público al pertenecer a prestigiosas colecciones privadas. La exhibición ha pretendido resaltar aquellas que ofrecen un canto a la vida y una visión alegre y optimista de la existencia frente a las centradas en la representación más o menos morbosa de la muerte.

Sabemos que, desde el Neolítico, el hombre prehistórico practicaba el culto a los cráneos a raíz del descubrimiento en Jericó de una calavera encalada en la zona de los ojos y fechada aproximadamente en el 7.000 a.C. Parece que fueron los griegos de época helenística los primeros en representar el cuerpo muerto en forma de esqueleto como símbolo para evocar el paso del tiempo y la brevedad de la vida y el espíritu del famoso lema del Tempus Fugit de Virgilio ya está presente en los mosaicos romanos de Pompeya.

En los siglos XIV y XV surgieron las danzas macabras: la agonía de la muerte se extendió entre la población europea a raíz de la gran mortalidad provocada por la Peste Negra y la Guerra de los Cien Añosy tuvo en el arte una extraordinaria repercusión. El Renacimiento logró poner fin, durante largo tiempo, a este festival macabro, resucitado en toda su fuerza por el movimiento Barroco de la mano de Caravaggio, gran representante del Tenebrismo por sus mórbidas representaciones de la realidad menos idealizada. Georges de la Tour o Zurbarán retrataron a San Francisco con su cráneo entre las manos; rostro en penumbra, calavera iluminada; y tras la exaltación del bodegón en el arte barroco holandés, la muerte invadió la pintura. Pietro Paolini incorporó una calavera a su meditación de San Jerónimo y Genovesino representó a un ángel dormido sobre una de ellas.

El puritanismo del siglo XIX rechazó en principio estos excesos macabros, revividos, de forma más moderada, por románticos como Gericault en su Balsa de la medusa o por el pre-cubista Cézanne en su bodegón de cráneos apilados en su taller. De nuevo, y de modo cíclico, el positivismo nacido en la era industrial entendió equívocamente el progreso como victoria sobre la muerte, pero el estallido de la I Guerra Mundial pronto desmintió su idea con nitidez. En los años treinta, Picasso encontró en las vanitas de Zurbarán inspiración para representar muchas de sus alegorías y Braque siguió su ejemplo.

Tras la II Guerra Mundial, tanto la abstracción como el Pop Art revivieron la gran violencia que desató el conflicto y, con un espíritu muy distinto, Warhol realizaría en los setenta una llamativa serie de cráneos pintados de rosa y verde. Basquiat y Keith Haring se dejaron atraer por ritos mágicos ligados a la muerte puestos en marcha por culturas primitivas y Gerhard Richter, Markus Lüpertz, Georg Baselitz o A.R. Penck tuvieron presente en su producción la gran mortalidad que el sida produjo en los ochenta.

“C´est la vie” nos acercará también algunos de los cráneos representados por el mexicano Gabriel Orozco o por Yan Pei Ming y las calaveras cubiertas por escarabajos de Jan Fabre.

En los albores del siglo XXI, la representación de la muerte cambió su naturaleza y el Musée Maillol lo analiza a través de trabajos de Marina Abramovic, Cindy Sherman o los hermanos Chapman.

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Fotografías:
Luigi Miradori (Genovesino). Cupidon endormi, hacia 1652. Museo Civico Ala Ponzone, Cremona
Andy Warhol. Skull, 1976. Courtesy Loïc Malle, A.A.S París
Giovanni Martinelli. Memento Mori, hacia 1635. Galería G. Sarti, París


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