Balthus y los hallazgos en ensayo-error

Gagosian París le dedica una retrospectiva

París,
Balthus junto a su esposa Setsuko, Rossinière, Suiza, 1998
Balthus junto a su esposa Setsuko, Rossinière, Suiza, 1998

Tras las presentaciones en 2013 de “Balthus: The Last Studies” en la Gagosian neoyorquina y de la retrospectiva “Balthus: Cats and Girls” en el Metropolitan Museum, la sede en París de la misma firma Gagosian abre hoy otra antología dedicada al solitario pintor parisino que alumbró esas inquietantes escenas de niños y adolescentes de técnica rigurosa y toque subversivo en su temática. Es la primera retrospectiva de Balthus en la ciudad en la que nació tras la que en 1983-1984 le brindó el Centre Pompidou, se ha organizado en colaboración con los responsables del legado del artista y consta de pinturas, dibujos y fotografías.

Mantuvo su independencia respecto a los movimientos de la vanguardia francesa y se dejó influir por la maestría técnica del Renacimiento y de Piero della Francesa y por el realismo de Gustave Courbet, apropiándose de sus procedimientos para para representar las transformaciones internas y externas propias de la adolescencia. Al convertir a los espectadores en voyeurs del sueño intranquilo de jóvenes pubescentes escandalizó al público francés en su primera exposición, en 1934, y en sus retratos de interiores, tanto como en sus escenas callejeras o en los paisajes que no dejó de pintar en sus setenta años de trayectoria, cultivó un clasicismo minucioso y autodidacta como marco de investigaciones artísticas enigmáticas. Él mismo describió su estilo como “realismo atemporal”.

Su extremo cuidado de la iluminación y su paleta sobria ya se hicieron evidentes en Retrato de Pierre Leyris (1932-1933), un joven traductor fumando tras cenar, o en Young Girl in Amazonian Costume (1932), que formó parte, dos años después, de esa primera muestra en la Galerie Pierre. Podremos ver estas pinturas en París junto a un estudio para la pintura a gran escala El juego de cartas, en la que destaca el contraste entre la vestimenta moderna de los dos retratados con la composición geométrica típicamente renacentista en que aparecen.

En la última década de su vida, cuando la debilidad física prácticamente le impedía dibujar, Balthus descubrió la cámara Polaroid: fue un hallazgo sorprendente

Balthus fue nombrado director de la Academia de Francia en Roma en 1961 y nueve años más tarde adquirió un castillo medieval cerca de Viterbo, a una hora de la capital italiana, que se convertiría en motivo de representación recurrente en las acuarelas que realizó los años siguientes: nos dejó ver en ellas los cambios que el paso de las estaciones producía sobre la luz y las tonalidades de las ruinas, situadas junto a un acantilado y un barranco de densa vegetación.

En la última década de su vida, cuando la debilidad física prácticamente le impedía dibujar, Balthus descubrió la cámara Polaroid: fue un hallazgo sorprendente para quien durante décadas se había mantenido intencionadamente al margen de muchas de las innovaciones técnicas propias de su tiempo.

Con aquella cámara comenzó a realizar “sketches” fotográficos que inspiraban sus pinturas, muchas fruto, al más puro estilo Antonio López, de una ejecución sesuda y duradera en años.

Como no referirnos también a su última musa: Anna, a la que retrató todos los miércoles durante ocho años en la misma habitación y con el mismo mobiliario, en las mismas horas, con la misma luz y con idéntico paisaje tras la ventana. El resultado podemos verlo en La joven de la mandolina (2000-01), obra también expuesta en París que quedó inconclusa tras la muerte del pintor, quien dijo: de vez en cuando, en medio de todas las pruebas y errores, sucede: reconozco lo que estaba buscando. De repente, la visión que preexistía se encarna, con mayor o menor precisión. El sueño y la realidad se superponen y se hacen uno.

 

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