En una de sus últimas exposiciones en la Galería Isabel Hurley de Málaga, “Loop-hole“, Antonio R. Montesinos abordaba cómo, en los márgenes de las estructuras ordenadas de los entornos urbanos, continúan siendo posibles el juego y las experiencias no regladas: presentaba piezas elaboradas a partir de materiales cotidianos y de investigaciones fotográficas en las que subvertía los elementos del espacio público que determinan cada día nuestros movimientos (señalética, cercados, vallas, materiales de proximidad), para abrir diálogos entre esos objetos y un ciudadano con una capacidad crítica renovada; un diálogo en el que cabe el azar.
El artista regresa ahora a esa sala para exhibir, en esa misma senda y junto a Natalia Cardoso, “Orden abierto”, un proyecto en el que se han acercado a piezas metálicas presentes en el paseo malagueño de Reding, donde se encuentra este espacio, para explorar cómo dichos elementos (sean rejas, barandillas o pilastras) desempeñan un rol organizando espacios públicos y también influenciando tanto nuestros pasos como nuestras miradas. En el contexto de ese Paseo, estos dispositivos aluden al pasado industrial de la actual ciudad turística y cultural: en la segunda mitad del siglo XIX allí se desarrolló mucho la siderurgia, que enriqueció a una burguesía que comenzaba a ganar peso en las esferas de poder y que se asentó justamente, entre otras zonas, en torno a Reding.
Aquella clase burguesa favoreció, asimismo, la utilización de la rejería con fines decorativos, pues mostraban a través de ella su nivel económico y su gusto distinguido, y favoreció, a la larga, una concepción de los usos y distribuciones del espacio urbano en base a criterios utilitaristas y productivos, criterios a los que va ligado, justamente, el empleo de barandillas, bolardos o pilastras salidos, a menudo, de las fundiciones malagueñas y no carentes, desde esta perspectiva, de connotaciones ideológicas.
En esta exhibición, Cardoso y Montesinos, ambos nacidos en esta provincia, se han valido de diferentes técnicas para llevar a Isabel Hurley esos elementos, alterándolos para señalar los mecanismos de poder que, muy a menudo de manera inadvertida para el viandante, operan en el ordenamiento de nuestras ciudades. Si Montesinos ha utilizado la fotografía y el metal para documentar esa organización espacial, su origen e implicaciones, Cardoso ha empleado resina cerámica para llevar a cabo calcos de algunos accesorios de rejería, como balcones y barrotes; también lienzo en crudo para incorporar su comentario sobre la relación de estos dispositivos con el estatus simbólico de la burguesía.
El primero nos ofrece una selección de imágenes de mobiliario, detalles arquitectónicos y objetos urbanos a los que superpone otros elementos, como los soportes metálicos modelados que aparecen representados. Las fotografías nos ofrecen detalles de esas rejerías y se ven clausuradas por piezas metálicas con la dureza que les es propia; dos de las series, dispuestas componiendo una línea horizontal y con el mismo motivo, dan lugar a un conjunto rítmico.
El propio cuerpo del artista forma parte de alguno de estos trabajos: en una de las piezas vemos su brazo fragmentado agarrando una barandilla, un soporte esencial para caminar por calles empinadas o difíciles. Sobre la fotografía contemplaremos una reproducción de la barandilla original recogida en la imagen y ejecutada en metal; pese a situarse en una sala expositiva, esta escultura parece invitar al espectador a ser tocada, como hace el autor.
En cuanto a Cardoso, ha elegido centrarse en el elemento arquitectónico específico de la reja, que alude a la distinción entre el ámbito privado y el público, a la protección y el acceso vedado a un interior. Hace referencia a un tipo habitual en las fachadas de los edificios de la ciudad andaluza en el siglo XVIII, en sus formas más frecuentes: los conocidos barrotes, las preñadas o las rejas entrelazadas; las suyas no están realizadas en hierro forjado, sino en lienzo imprimado, que ella recorta y retuerce hasta darle forma. Las piezas resultantes las superpone sobre otra imagen, como si las vallara, o las coloca directamente sobre la pared.
Nos enseña Cardoso, igualmente, pequeñas esculturas: el negativo de estos elementos impresos en arcilla; las contemplaremos rodeadas de espuma protectora y en cajas de embalaje, conforme a una delicadeza muy alejada de nuestra concepción del objeto original.
Ambos trabajan aquí en un desplazamiento del sentido original de esas piezas ordenadoras y de la ideología que aparejan, al intervenirlas, fragmentarlas o hacerlas maleables y blandas; susceptibles de generar ritmos. Recogen, además, el legado de estudiosos como Richard Sennett, quien en su ensayo de sociología Carne y piedra (1997) profundizó en las reacciones corporales ante los espacios públicos, vinculándolas a la geografía de la ciudad contemporánea. Hay que subrayar la vigencia moderna de estos planteamientos, porque fue desde el siglo XVIII cuando se impuso una nueva configuración de las poblaciones atendiendo a la circulación de sus habitantes, a la salubridad, el comercio y a las demandas de una burguesía en alza; en suma, se instituyó una tendencia hacia la racionalización de la vida urbana que conllevó un mayor control de los individuos y de sus movimientos.
En el caso concreto de Málaga, en esa etapa, la segunda mitad del XVIII, las transformaciones económicas y sociales conllevaron un aumento de sus habitantes, una expansión comercial y agrícola que favoreció la prosperidad burguesa, una más tardía industrialización y una reorganización de la población y del territorio. Tendría su impacto en el área del Paseo de Reding, en el que dejaron sus aportaciones, desde mediados del siglo XIX hasta mediados del XX, arquitectos muy relevantes y que se convertiría casi en emblema de esa clase social respecto a otras zonas.
“Orden abierto”. Natalia Cardoso y Antonio R. Montesinos
Paseo de Reding 39, entreplanta 2
Málaga
Del 22 de junio al 8 de septiembre de 2023
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