Hasta el próximo mayo, la Galería Javier López & Fer Francés presenta en Madrid la que es la primera muestra en nuestro país del artista berlinés Anton Henning, un proyecto formado por pinturas y esculturas que componen un todo y que se nos presentan como instalación global gracias a la particular atmósfera que comparten: nada hay en la obra de Henning que pueda conducirnos hacia el romanticismo, la poesía, lo sublime o la melancolía porque sus trabajos, que cuestionan el papel del artista y del espectador o el funcionamiento del sistema artístico, tienen como ingrediente básico la ironía, que apunta incluso hacia su propia producción.
Es autodidacta, pero Henning, que comenzó a desarrollar su trayectoria artística en los ochenta a caballo entre Berlín, Londres y Nueva York, ha configurado su lenguaje estudiando a los grandes maestros de la historia del arte y a las figuras clave de la vanguardia del siglo pasado y, a partir de ese aprendizaje personal plantea pinturas, esculturas, fotografías, vídeos, dibujos, y también propuestas de música y diseño (piensa sus exposiciones como escenografías completas) que se aproximan al virtuosismo técnico pero van más allá. Por su significado, y no solo por sus características formales, remiten a obras de Courbet, Picasso, Duchamp, Arp o Henry Moore.
Así deconstruye, para luego reconstruir, ese arte pasado, generando una síntesis creativa contemporánea en la que no duda en combinar estilos aparentemente opuestos para cuestionar, siempre desde el humor, la presentación del arte en el espacio museístico, los límites entre representación y realidad, y la vertiente voyeur tanto del artista como del público.
Además lleva al límite el contraste entre lo figurativo y lo abstracto adoptando una distancia irónica respecto a su propia obra, actitud que le permite parafrasear algunos motivos o elementos recurrentes en la obra de otros pintores, como la decoración matissiana o los desnudos de Picabia.
Las categorías en las que el propio Henning clasifica sus obras – retratos, interiores, naturalezas muertas, paisajes – son, en el fondo, una trampa inteligente: el alemán juega con los géneros tradicionales dotándolos de una lectura interpretativa y un tratamiento formal que prueban sus conocimientos del arte anterior (autoadquiridos, recordamos) y también la superación de esos movimientos postmodernos que miran al pasado con ironía y sin inocencia.
En Javier López podemos contemplar pinturas de sus series de desnudos, interiores, retratos y composiciones surrealistas, esculturas en bronce y un conjunto de lienzos en los que ofrece una insólita interpretación de algunos personajes de los Simpson.
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