Los Albers: crear arte para sentir vida

El IVAM explora los caminos comunes en la obra de Anni y Joseph

Valencia,

Los dos nacieron en Alemania, pudieron conocerse en la Bauhaus en 1922 y, once años después, ya como matrimonio, se trasladaron a Estados Unidos, donde ejercerían la docencia en el Black Mountain College, escuela experimental situada en las montañas de Carolina del Norte en la que Josef Albers pudo profundizar en sus anteriores investigaciones cromáticas, y Anni Albers, en sus técnicas de tejeduría. Apoyándose y estimulándose mutuamente como creadores, ahondaron en las posibilidades de establecer múltiples vías de relación entre formas, materiales y colores a partir de la observación del mundo pero también de la apreciación táctil.

La puesta en cuestión de cuanto los rodeaba fue la base de su trabajo, tanto creativo como docente; Josef pedía a sus alumnos aprender a ver y sentir la vida: esto es, a cultivar la imaginación, porque aún quedan maravillas en el mundo, porque la vida es un misterio y siempre lo será.

En colaboración con el Musée d’Art Moderne de Paris, el IVAM les dedica ahora la muestra “Anni y Josef Albers. El arte y la vida”, que consta de 350 obras entre pinturas, fotografías, tejidos, dibujos, grabados, mobiliario y piezas de vidrio y que propone un diálogo entre la producción de ambos, vertebrado cronológicamente pero haciendo especial hincapié en sus puntos en común y sus diferencias.

Se inicia el recorrido recordando cómo, frustrados con la educación artística que inicialmente recibieron, Albers y Annelise Fleischmann (ese era su apellido familiar) se sintieron atraídos por el Manifiesto Bauhaus y encontraron en la Escuela fundada por Gropius respuestas a sus cuestionamientos sobre la enseñanza: creían en la experiencia práctica como vía para alcanzar el aprendizaje y en la posibilidad de alcanzar una conciencia tanto táctil como visual de materiales y fenómenos.

Josef Albers /Gitterbild,ca. 1921. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021
Josef Albers. Gitterbild, hacia 1921 © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021

Josef se matriculó en el centro de Weimar en 1920, cuando la economía alemana padecía un profundo estancamiento. Las necesidades del momento le obligaron a trabajar con materiales desechados, con los que alumbraba ensamblajes, e incluso con fragmentos de vidrio que incorporaba igualmente a sus trabajos. Sus maestros intentaron orientarlo hacia la pintura mural y no recibieron precisamente con alabanzas aquellas piezas; de hecho estuvo a punto de ser expulsado. Pero su empeño por seguir trabajando con esos restos, sobre todo con el vidrio, acabaría dando sus frutos: no solo continuó en la Escuela, sino que se le pidió que abriera un Taller de Vidrio en el que él sería primero artesano y luego director técnico (el artístico era Paul Klee).

Anni solicitaría unirse a la Bauhaus en 1922 y al año siguiente se incorporó al taller textil; no está de más recordar que, aunque la Escuela presumía de voluntad igualitaria, aquella se consideraba la clase de las mujeres. En cualquier caso, encontró allí libertad para experimentar.

El traslado a Dessau de este espacio en 1926, motivado por las presiones políticas, y la consiguiente transición arquitectónica implicó transformaciones en las inquietudes de ambos: las formas  constructivas se introdujeron en el trabajo de Josef, que desarrolló una técnica consistente en cubrir una pieza de vidrio blanco opaco o transparente con una capa fina de cristal soplado, coloreado a mano, y también diseñó muebles y objetos cotidianos en madera, metal y el citado vidrio; Anni, por su parte, elaboró largas tiras de seda tejida, de tamaños similares, que llamó prosaicamente Wallhangings (Colgaduras), pero que contenían un halo poético evidente. El primero, además, alimentaría una creciente atención por la fotografía: en fotomontajes y collages desplegó lecturas novedosas de los espacios de representación o captó sujetos modificando encuadres, en imágenes que pueden relacionarse con los procesos cinematográficos.

Josef Albers / Sillón, modelo ti244, ca. 1929. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021
Josef Albers. Sillón, modelo ti244, hacia 1929. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021

Las cada vez más difíciles circunstancias políticas los condujeron, como decíamos, a Estados Unidos, donde la pareja fue invitada a dar clases en la también experimental escuela del Black Mountain College, cuyos principios pedagógicos se basaban, en buena medida, en los de la Bauhaus y tenían mucho que ver con la vivencia en comunidad y la naturaleza. No pasaron por ella únicamente artistas, sino también bailarines, arquitectos, matemáticos, sociólogos…; destacan los nombres de John Cage, Merce Cunningham, Buckminster Fuller o Rauschenberg.

Allí Anni puso en marcha un taller experimental de tejeduría que sería vital para la Escuela, en la que Josef Albers ocuparía el cargo de jefe del departamento de arte. En las lecciones de ambos, además, tendría un gran impacto su compartida fascinación por la cultura latinoamericana, que conocieron en los múltiples viajes que realizaron al sur del continente entre los treinta y los setenta, sobre todo a yacimientos arqueológicos: fotografiaron santuarios y pirámides, coleccionaron objetos y tejidos e incorporaron en sus obras referencias a los mensajes codificados en antiguos tejidos peruanos.

Justamente al final de los treinta descubrirían el tesoro de Monte Albán, que poco antes se había exhumado de una tumba de Oaxaca: sus joyas precolombinas contenían oro y plata con cristal de roca, perlas o conchas y esas alhajas le inspiraron a Annie las suyas propias, otro terreno más de experimentación. Y unos años después, los dos desarrollarían también un agudo interés por los nudos, seguramente bajo la influencia de Max Wilhelm Dehn, matemático que en 1945 se incorporó al Black Mountain y sería su amigo íntimo.

Anni Albers. Nudo, 1947. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021
Anni Albers. Nudo, 1947. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021

Poco después, en 1947, Josef inició la creación de sus Variantes, o Adobes, cuyos colores vivos y composiciones geométricas abstractas evocan las paredes pintadas de las construcciones de adobe y techo plano mexicanas, y en 1949 la de sus Constelaciones estructurales, destinadas a engañar al ojo generando una profundidad irreal en una superficie plana vista desde un determinado ángulo. Así, jugando con dichos ángulos o con los efectos de la perspectiva, la representación de una aparentemente sencilla forma geométrica puede suscitar muchas lecturas y generar ilusiones ópticas.

En la década siguiente, la de los cincuenta, Anni se volcaría en tejidos de menor formato realizados a mano y destinados únicamente a ser contemplados. Despojados de función práctica, le permitieron explorar formas de tejeduría muy singulares, esquivando la repetición de patrones. Se valió de pequeños telares manuales, con una técnica llamada leno o gaze, que consistía en enrollar dos hilos de urdimbre en torno a un hilo de trama para lograr que la tela se mantuviera fuerte y, a la vez, transparente.

En esa misma etapa, llevaría a cabo también encargos, como una cubierta para el arca de una sinagoga de Dallas o seis paneles para un santuario de la congregación B’nai Israel de Woonsocket, en Rhode Island, que tejió a mano en colores simples y que se exponen en Valencia por primera vez. Sin embargo, entre esos proyectos comisionados, destaca Six Prayers, su tejido pictórico más ambicioso: en 1965, el Jewish Museum neoyorquino le encargó crear una obra en recuerdo de los asesinados en el Holocausto y el resultado fue una pieza de cariz arquitectónico en la que conjugó la forma y la función de los rollos de la Torá con su escritura en hebreo. Siempre le interesó la relación entre textos y textiles; en el antiguo Perú estos se habían usado como medio de comunicación.

La exposición culmina repasando parte de la serie Homenaje al cuadrado de Josef, que comprende nada menos que dos millares de pinturas en las que exploró la interacción de los colores, entre sí y con el entorno, en ese formato básico del cuadrado, dejando a un lado cualquier propósito de invención compositiva. Nos demostró que un color nunca es percibido como realmente es, sino en función de su entorno: lo apreciaremos más claro si su alrededor es oscuro y viceversa. Anni, por su parte, abandonaría en sus últimos años los tejidos para volcarse en otras técnicas: litografía, serigrafía, offset, aguafuerte…

Anni Albers / Estudio para Camino Real, 1967. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021
Anni Albers. Estudio para Camino Real, 1967. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021
Anni Albers. Anni Albers / Pasture, 1958. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021
Anni Albers. Pasture, 1958. © The Josef and Anni Albers Foundation /VEGAP, 2021

 

 

“Anni y Josef Albers. El arte y la vida”

IVAM. INSTITUTO VALENCIANO DE ARTE MODERNO

c/ Guillem de Castro, 118

Valencia

Del 24 de febrero al 19 de junio de 2022

 

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