Hace ya cuatro años que el Museo Lázaro Galdiano comenzó, bajo el comisariado de Rafael Doctor, una iniciativa bautizada como “Reinterpretada”, con el propósito de acercar el arte contemporáneo a todos los públicos, permitiendo a artistas actuales con una trayectoria reconocida dialogar con las obras de la Colección y ofreciendo, desde su intervención, una mirada personal de la misma. El primero en participar fue Enrique Marty, quien se centró en la figura del coleccionista; tras él Santiago Ydáñez puso el foco en la naturaleza y los animales y, el año pasado, Jorge Galindo hizo su aproximación desde su faceta de coleccionista e investigador, introduciendo la labor que desde 1954 realiza, vinculada al museo, la Revista de Arte Goya. Ahora es Alicia Martín la artista que sorprenderá con su propuesta a quienes paseen atentos por las diferentes salas y espacios del museo.
Resulta muy interesante que la artista, a la que siempre vinculamos a montañas de libros, haya recurrido también para su “relectura” de la colección a los papeles y escritos agrupados en el llamado “Archivo 113”. Este, que da título a la muestra, es el Expediente asignado por la Comisaría General del Servicio de Defensa de Patrimonio Artístico Nacional (SDPAN), abierto en julio de 1939, para la devolución de piezas a José Lázaro Galdiano tras la Guerra Civil y que contiene la mayoría de las actas de devolución de las obras que en aquel momento formaban parte de su colección. De la misma forma que en 1936 se procedió a expropiar y custodiar bienes para su salvaguarda –previa catalogación, toma de fotografías y tasación–, una vez finalizada la contienda estos podían ser recuperados por sus dueños. Sobre ese expediente, que se conserva actualmente en el Instituto de Patrimonio Cultural de España, Alicia Martín ha analizado y seleccionado las obras que más le interesaban para intervenir sobre ellas, siempre desde la sutileza, convirtiéndose el propio expediente en una pieza más. Aunque la obra de Alicia Martín es suficientemente conocida, esta muestra en el Lázaro nos permite encontrarnos con algo más que una treintena de trabajos expuestos: nos acerca a su forma de mirar. Como señala la comisaria de la muestra, Carmen Espinosa, lo que vemos aquí es la Alicia Martín más íntima: “una exposición muy personal, una colección de inquietudes”.
Los libros son fundamentales en el trabajo de esta artista, y fueron también la gran pasión de José Lázaro. Artefactos, vehículos de cultura, prolongación de la mente, incluso del cuerpo en ocasiones, ellos cobran nueva vida en sus esculturas. Como curiosidad, deciros que ha sido enorme la cantidad de libros que se han cedido para llevar a cabo las piezas (algunos de ellos fueron indultados para la biblioteca del museo durante el proceso de selección) y que para Anónimos, la gran pieza que se exhibe en el Salón de baile, se han utilizado más de 2000 ejemplares. La selección de cada libro no es casual, todo está pensado, los que se ven, los que no, los que deben mostrar su portada, aquellos que es mejore colocar abiertos… Lo mismo sucede con los catálogos y revistas de arte que la artista emplea para los collage con los que luego crea cada Retrato de artista, de los que en el Lázaro podemos ver cuatro, repartidos por distintas salas. Si ponemos un poco de atención descubriremos en ellos detalles deliciosos como por ejemplo que en el que cuelga en la sala dedicada a la escuela inglesa, que tiene las paredes pintadas de azul, las imágenes utilizadas están sacadas de revistas inglesas de paisajes, utilizándose preferentemente aquellas que tenían tonalidades azules. La forma en la que la artista crea estas piezas es también digna de conocerse, pues pliega los catálogos sobre sí mismos (a golpes) y los atornilla hasta formar un volumen único y compacto con el que retrata una identidad colectiva, un retrato de retratos.
Toda la exposición, al igual que las obras de Alicia, son un constante juego de equilibrio. Lo vemos nada más entrar en la primera sala, donde nos recibe IT16. III (cuyo título hace referencia al barómetro de probabilidad de error en la fabricación de piezas industriales), una de sus esferas en equilibrio sobre un torbellino de libros, y lo lleva al extremo en intervenciones como 696 cm³ o en el libro Suelo de Polífilo, de la sala 14, piezas en las que la búsqueda de la perfección logra ese resultado tan milimétricamente preciso. También el equilibrio es la base de un conjunto de espadas en las que las empuñaduras son exactamente como tienen que ser, con la materia justa, para que el resto del objeto se sostenga. Junto a esta línea de trabajo desarrolla otra basada en la idea de “sacar el interior de las cosas” para hacerlo visible. Con este reto de representar el espacio interior y el volumen, se fija la artista en una de las obras emblemáticas de la colección, El Salvador adolescente, atribuido a Giovani Antonio Boltraffio. De él le atraía su ambigüedad y decidió darle volumen al hueco de su boca, en alusión a la comunicación. La artista nos cuenta que al no tener realmente mucha información para sacar ese volumen decidió utilizar como modelo a su hijo, conectando así su obra y su vida como sucede en muchas ocasiones en su trabajo.
Esa dualidad lleno/vacío está presente también en algunos dibujos y, en una dimensión más visual e impactante, en 2306556 cm³, en la sala 16, en la que la artista ha decidido vaciar una vitrina, pasando los bronces que estaban contenidos en ella a otras vitrinas en las que se llega al exceso por acumulación. Y acumulación es también lo que encontramos en la sala Pórtico, donde las piscinas que contienen las armaduras se han llenado de libros, dando lugar a Aliteración. Desde este espacio podemos establecer una conexión visual con el exterior de la casa, en el que Alicia Martín también ha dejado su huella con Jardines, una serie de enciclopedias que emergen de la tierra y reciben al visitante del museo.
“Reinterpretada IV. Alicia Martín. Archivo 113”
c/ Serrano, 122
Madrid
Del 9 de febrero al 6 de mayo de 2018
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