Alfredo Alcain contra la grandilocuencia

Alcalá 31 le dedica una retrospectiva

Madrid,

En el catálogo de una de sus pasadas exposiciones en la Galería Fernández-Braso explicaba Alfredo Alcain que, desde los inicios de su trayectoria, no había modificado demasiado su forma de pintar y que no cree mucho, o nada, en los artistas que introducen cambios marcados en su obra.

La retrospectiva que le brinda desde hoy la Sala Alcalá 31 de la Comunidad de Madrid demuestra que sus intereses y las bases de su reflexión (la pintura en sí misma, sus componentes y procesos) no han virado desde que comenzara a formarse a finales de los cincuenta. Pero también que sus investigaciones en torno a esta técnica -fundamentalmente sobre la línea, el color y las posibilidades que ofrece mirar a los maestros- pueden desembocar en frutos muy diversos.

En su línea expositiva destinada a exhibir y reivindicar la obra de autores españoles de su generación (con Luis Gordillo abrió esta sala su programación de otoño en 2023), la Comunidad ofrece esta antología, comisariada por Mariano Navarro, que cuenta con más de 150 piezas: en su mayoría pinturas, pero también grabados, dibujos, collages y esculturas.

Su ordenación responde más a criterios formales que cronológicos (en general, los trabajos de los años sesenta y setenta quedan en la parte alta; los de los cincuenta, ochenta y noventa en la baja) y unas y otras secciones se relacionan entre sí: si un capítulo interesante de su producción lo constituyen los escaparates y fachadas de los pequeños comercios en vías de extinción, ese amor por las mercerías y las tiendas de calle podría ser el origen -así lo reconoce Alcain- de los cañamazos para bordados de petit-point que veremos al inicio del recorrido.

Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel
Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel

La primera obra en la exhibición es, eso sí, pictórica y significativa: se llama A la pintura y contiene una paleta con múltiples tonos inmersa en un paisaje que los repite (o viceversa). Da paso a un conjunto de composiciones en las que este autor madrileño, que siempre ha residido y trabajado en la capital, homenajeó a Cézanne de manera improvisada, pero sólida: en Pontejos encontró y adquirió la reproducción bordada de su Frutero, mantel, vaso y manzanas y aquel sería el principio de diversas obras en esa técnica de petit-point, buscando estudiar qué interpretaciones de sus naturalezas muertas podía lograr empleando cañamazo (o cuáles podía conseguir el cañamazo con él de intermediario).

Además de creaciones en formatos diversos, elaboró pequeños fragmentos independientes de aquellas, que replicaban alguna de sus partes pero que, examinados de forma autónoma, constituyen abstracciones. La culminación de ese conjunto llegaría, precisamente, con la reunión de treinta y cinco de esos fragmentos en una gran imagen: un bodegón completo y, a su vez, dividido. Por estas derivas respecto a sus caminos iniciales cree Alcain que su homenaje al de Aix-en-Provence fue más bien infiel.

Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel
Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel

Los bodegones constituyen, en cualquier caso, el eje de su carrera (también su centro temporal, porque fueron su género más abordado en los ochenta y los noventa, y Alcain continúa trabajando). En la mayoría de los casos se trata de reinterpretaciones de los que desplegaron los cubistas (con un claro homenaje a Juan Gris, botellas esmeriladas, prensa), pero también los encontraremos más frutales y cercanos al pop, siempre en tonalidades muy vivas, o esculpidos en materiales como la madera y el bronce. Lo más cercano y menos rebuscado nutre una y otra vez sus motivos.

Calvo Serraller llegó a clasificar, en su momento, estas piezas en tres grupos: los bodegones sometidos a congelación mecanizada que evocan a Roy Lichtenstein; los sujetos a congelación mecanizada perversa, con Cézanne en el punto de mira; y los materializados en escultura bajo la impronta cubista.

Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel
Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel
Alfredo Alcain. Bodegón del anís Machaquito, 1985. Fotografía: María Meseguer. © Alfredo Alcain, VEGAP, Madrid 2025
Alfredo Alcain. Bodegón del anís Machaquito, 1985. Fotografía: María Meseguer. © Alfredo Alcain, VEGAP, Madrid 2025

Sus abstracciones de los noventa (el artista prefiere tomar ese término con pinzas) no nacen de la ausencia de referentes figurativos, sino de la depuración y la síntesis de esos bodegones previos: las frutas y fruteros primeros darán paso al color y las líneas; los trazos vienen a ser sus restos. Esquiva, eso sí, el rigor de la geometría en favor del juego, un juego que Alcain identifica con el ejercicio pictórico: Se trata de una geometría caprichosa, no sé cómo se puede calificar: iría más hacia la propia pintura.

Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel
Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel

Las composiciones que nos esperan en la planta alta del edificio de Antonio Palacios hacen referencia al contexto en que Alcain creció y comenzó a trabajar (los años de consolidación de la dictadura) y sobre todo contienen puertas y escaparates de comercios de barrio que ya cuando los pintaba, en los sesenta y los setenta, empezaban a echar el cierre: mercerías, hueverías, lecherías o ultramarinos. Su diseño, por sencillo y efectivo, parecía inexistente.

Alfredo Alcain. La peluquería amarilla, 1967. Fotografía: María Meseguer. © Alfredo Alcain, VEGAP, Madrid 2025
Alfredo Alcain. La peluquería amarilla, 1967. Fotografía: María Meseguer. © Alfredo Alcain, VEGAP, Madrid 2025

Y un último apartado de la exposición implica también juegos: homenajes a figuras como Giotto, Klee, Mondrian, Ottone Rosai o Morandi, deudores de su estancia en Italia con una beca de la Fundación Juan March.

La ironía y el experimento están tan presentes en su producción como el color, la línea y la atención a los oficios manuales, cuyas herramientas llevó, además, a exquisitos cajones sobre pared.

Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel
Alfredo Alcain. Una retrospectiva. Alcalá 31. Fotografía: Jonás Bel

 

 

“Alfredo Alcain. Una retrospectiva”

SALA ALCALÁ 31

C/ Alcalá, 31

Madrid

Del 10 de septiembre al 11 de enero de 2025

 

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