Al Held contra la planitud

White Cube presenta en Londres sus trabajos de los sesenta

Londres,

La última muestra individual de Al Held en Londres tuvo lugar en 2008; ahora la producción del artista de Brooklyn regresa a Gran Bretaña de la mano de White Cube, galería que exhibe una selección de los trabajos que realizó en Nueva York en los sesenta, ahondando en la abstracción geométrica llamada de contornos duros. Se trata de pinturas a gran escala y de piezas en papel en las que buscó el norteamericano consolidar un lenguaje gráfico propio; el poeta Frank O’Hara diría que lo consiguió hasta convertirse en uno de los pintores más controvertidos e influyentes entre quienes trabajaban entonces en la nueva meca artística internacional.

Los sesenta fueron allí, en Nueva York, sinónimo de la explosión de nuevos estilos e ideas que cerraron brechas entre estética y tecnología; Held se dedicó entonces a avanzar en la abstracción desde un enfoque personal, desarrollando algunas obras que, según Alex Katz, eran lo mejor que se pintaba en el mundo en ese momento. Estudió desde el mayor rigor la aplicación de esos bordes duros a las formas elementales y la geometría en trabajos fundamentales como las series Alfabeto (1961-1967) y Blanco y negro (1967-1978).

Al Held. I Beam, 1961
Al Held. I Beam, 1961

A White Cube han llegado ahora cinco de las piezas que componen Alfabeto, incluyendo la monumental Círculo y Triángulo (1964), de ocho metros de anchura, y tres piezas espacialmente complejas del conjunto Blanco y negro. En las primeras, Held se centró en la reducción de formas lineales sirviéndose de letras gráficas monumentales cuyos contornos a menudo coinciden con los mismos límites exteriores de la composición. El espacio positivo y el negativo adquieren la misma importancia, de modo que las pinturas se caracterizan por una profundidad plana pero no exenta de ilusionismo; en su I (1965), por ejemplo, la forma de esa letra mayúscula parece apenas discernible, al presentársenos como campo negro bordeado por mínimas franjas blancas que convierten ese carácter en un espacio negativo.

Innumerables capas de pintura acrílica registran el intento de Held de realzar el impacto emocional de sus formas, dotándolas de textura, personalidad y una intensa fisicidad. Paulatinamente, en Alfabeto el uso estricto de las formas de letras se expandió hasta el surgimiento de una panoplia de imágenes de bordes duros encontradas o ideadas; sus círculos y cuadrados se ampliaron y transformaron en formas monumentales plasmadas con delicados matices.

La simplificación de formas y colores permitió al artista enfocarse en la escala como elemento conceptual, proceso que daría lugar a imágenes que alcanzarían dimensiones casi épicas, manteniendo al mismo tiempo un sentido profundamente humano de la proporción.

La serie Blanco y negro, por su parte, la inició en 1967 y no la abandonaría en los siguientes doce años. Rechazando en ella el color se apartó de un principio clave de la pintura de su tiempo: el dictamen de Clemente Greenberg de que había de parecer plana. La audaz expansión de la profundidad volumétrica de Held, que le servía para construir estructuras visuales complejas, suscitaría un cambio paradigmático que recibió elogios de la crítica pero también el rechazo de público y ventas cuando se expusieron por primera en Nueva York, en 1968.

Al Held. Esopus I, 1969
Al Held. Esopus I, 1969

Los más ortodoxos consideraron al artista un apóstata, mientras que autores de generaciones más jóvenes reconocieron pronto las nuevas posibilidades que permitían sus pinturas. Derivadas de un proceso al que Robert Storr se refirió como adición exquisita y sustracción, fraseo y reformulación, estas obras pueden relacionarse con el expresionismo abstracto y con los lienzos en blanco y negro de Jackson Pollock y Willem de Kooning. Por primera vez, Held comenzaba a articular teorías relacionadas con la perspectiva para respaldar su invención de un plano pictórico dinámico, que fue en sí mismo un intento de abarcar las contradicciones inherentes a su tiempo.

En el transcurso de los sesenta, Held rechazó cada vez más las teorías modernistas en favor de una práctica posmodernista más expansiva. Sus inquietudes dejaron huella en una amplia gama de campos, desde discursos sobre el arte y el espacio público hasta el trabajo de sus estudiantes graduados en la Escuela de Arte de Yale. Si bien el intelecto inquieto del artista continuó llevando su producción por caminos nuevos e inesperados, fue en esa década cuando alcanzó el reconocimiento internacional. Sus esfuerzos por aunar el impacto óptico del pop y los efectos fenomenológicos del minimalismo lo llevaron a inventar una forma de pintura provocativa y agudamente física, como queda claro en las piezas reunidas en Londres.

Al Held. 60-10, 1960
Al Held. 60-10, 1960

 

Al Held. “The Sixties”

WHITE CUBE BERMONDSEY

144 – 152 Bermondsey Street 

Londres

Del 20 de noviembre de 2020 al 27 de febrero de 2021

 

Comentarios