Al bies: diseño contra las artes menores

Una muestra en el Museo Nacional de Artes Decorativas recuerda las aportaciones de mujeres artistas en este campo a comienzos del siglo XX

Madrid,
Victorina Durán en el estudio de Ventura de la Vega, 1921. Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid
Victorina Durán en el estudio de Ventura de la Vega, 1921. Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid

El corte al bies, un tipo de sección en la tela que se plantea en diagonal respecto al hilo, titula en sentido metafórico la nueva muestra del Museo Nacional de Artes Decorativas, que han comisariado Idoia Murga y Carmen Gaitán Salinas. Se trata de un recorrido por algunas de las aportaciones que artistas españolas (en ocasiones con trayectorias aún por reivindicar, como Delhy Tejero, Victorina Durán, Matilde Calvo Rodero, Marisa Roësset Velasco o Pitti Bartolozzi) efectuaron en el primer tercio del siglo XX y en disciplinas y soportes en general relegados, hasta épocas recientes, en la historiografía y las exposiciones, como los batiks, encajes, encuadernaciones, diseños de alfombras, el papel pintado, el diseño de exterior e interior, la cerámica, el dibujo, los figurines de moda y los teatrales o las escenografías, aunque contemplaremos también esculturas, pinturas e ilustraciones.

Todas estas piezas son contextualizadas con fotografías y documentación (publicaciones y archivos) destinadas a subrayar la relevancia y la proyección de dichas autoras en el contexto del arte español de los inicios del siglo pasado; también en una fase de cambios en el rol social de la mujer y en su incorporación a los espacios públicos, entre ellos el de la política y el voto. Hace hincapié la exhibición en los casos de las citadas Calvo Rodero y Victorina Durán, porque sus figuras están especialmente vinculadas al MNAD: trabajaron sin remuneración, en aquellos años, en el que entonces se llamaba Museo Nacional de Artes Industriales, y allí pudieron experimentar con algunas de esas técnicas sobre las que ahora esta institución quiere llamar nuestra atención.

Seis secciones articulan el recorrido de la muestra, centradas en esos soportes y temas que se abrían paso desde el ámbito de lo íntimo al de lo colectivo; la primera se dedica a las habitaciones propias, los talleres, organizaciones e instituciones que, creados por mujeres artistas, favorecieron su independencia personal y su desarrollo profesional, además de abrir camino a las siguientes. No solo hace alusión este capítulo, que cuenta con un lienzo de Maruja Mallo, a creadoras plásticas, entre ellas algunas participantes en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París en 1925; también a actrices y bailarinas, que en ciertos casos elaboraron su propio vestuario incorporando en él elementos modernistas y simbolistas. Los carnavales constituían una ocasión especial a la hora de investigar y adoptar identidades distintas a las habituales, aunque fuera de forma efímera, por eso ha llegado a este Museo un disfraz de hada de 1920 que sabemos que se lució en una fiesta en el Círculo de Bellas Artes.

Un segundo apartado de la exposición tiene que ver con el hilo: mientras se preservaban los modos de hacer asociados a los bordados y encajes tradicionales, comenzaron a utilizarse, además, técnicas incipientes en el contexto español, como el mencionado batik, una forma de pintura sobre seda llegada de Asia que empleó Victorina Durán sobre diversos formatos; algunos de esos testimonios se han conservado en el Museo de Artes Decorativas.

Pero la influencia oriental no se limitó al batik: también dejó su huella en algunos mantones de Manila y en kimonos, una de las nuevas prendas y complementos que comenzaron a utilizarse en estos años, aunque el resto estaban más relacionados con la búsqueda de comodidad por parte de la mujer moderna. Muchas creadoras pusieron en aquel momento el germen de sus propias marcas, como Jeanne Lanvin, de quien veremos un vestido de cóctel muy representativo de la traslación de las artes decorativas al sector textil.

Manuela Ballester. Portada para Babbitt, de Sinclair Lewis, editorial Cenit, 1930. Colección particular
Manuela Ballester. Portada para Babbitt, de Sinclair Lewis. Editorial Cenit, 1930. Colección particular

Las artes del libro también cuentan con sección propia: encontraremos encuadernaciones e ilustraciones de libros, áreas cuya demanda creció a raíz del aumento de la tirada de la prensa ilustrada y del número de editoriales y cuentos para niños. Contemplaremos obras encuadernadas en piel por Calvo Rodero, así como figurines de moda e ilustraciones que aparecieron en revistas, entre ellas un dibujo de Viera Sparza para la portada de Blanco y Negro, en el que, como prueba de los nuevos tiempos, aparecía una mujer al volante.

Pero si una actividad cultural permitió a estas autoras transgredir convenciones esa fue el teatro, para muchas un refugio frente a imposiciones, tanto sobre las tablas como entre bambalinas. “Al bies” se hace eco del trabajo de coreógrafas, compositoras, actrices y otras intérpretes, que gozaron en este medio de poder de actuación y autonomía, y también del de escenógrafas, figurinistas y sastres, entre ellas la citada Victorina Durán, que en 1929 fue nombrada catedrática de Indumentaria en el Real Conservatorio de Música y Declamación, y a quien se le deben algunos de los figurines y decorados expuestos.

Flora López Castrillo, Cantatriz griega, 1913. Museo Nacional de Artes Decorativas
Flora López Castrillo. Cantatriz griega, 1913. Museo Nacional de Artes Decorativas

Al ámbito de lo doméstico se dedica otra de las secciones de la muestra, dado que las viviendas no dejaron de ser escenarios donde volcar el gusto propio, y no solo estas, también las habitaciones de hotel y los recién nacidos centros para el ocio y la educación. Dado que, en las primeras tres décadas del siglo XX, las mujeres aún no podían emprender en solitario proyectos arquitectónicos (la primera arquitecta titulada fue Matilde Ucelay, y no se graduó hasta 1936), en principio tuvieron que valerse de la colaboración de sus compañeros.

Podremos acercarnos a trabajos de Delhy Tejero, que participó del diseño de los muebles y la decoración del Hotel Condestable de Burgos, incluidas sus pinturas murales y el ajuar, y a las piezas de Amelia Cuñat, María Luisa Villalba y el taller de los Zuloaga, representativas de las incursiones de las artistas en las tenidas por ramas decorativas de la creación, con referentes modernistas, art decó y simbolistas, en varias ciudades españolas.

Marisa Roësset Velasco, Autorretrato, 1924. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
Marisa Roësset Velasco. Autorretrato, 1924. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid

Finaliza “Al bies” enseñándonos pinturas de paisajes de gran formato, a veces ejecutadas al aire libre y destinadas a la decoración de interiores; también otras dedicadas a los jardines, concebidos como espacios intermedios entre lo privado y lo público en los que lo natural se domestica, como veremos en un lienzo de María Sorolla. El MNAD cuenta, asimismo, con una fuente para jardín diseñada por Calvo Rodero junto a José Joaquín González Edo.

Victorina Duran y José Joaquín González Edo, Diseño de interiores para un cuarto de estar, 1936. Museo Nacional de Artes Decorativas
Victorina Duran y José Joaquín González Edo. Diseño de interiores para un cuarto de estar, 1936. Museo Nacional de Artes Decorativas
Matilde Calvo Rodero y José Joaquín González Edo, diseño de fuente para jardín, 1925. Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid
Matilde Calvo Rodero y José Joaquín González Edo. Diseño de fuente para jardín, 1925. Museo Nacional de Artes Decorativas, Madrid

 

 

“Al bies. Las artistas y el diseño en la vanguardia española”

MUSEO NACIONAL DE ARTES DECORATIVAS. MNAD

C/ Montalbán , 12

Madrid

Del 20 de noviembre de 2023 al 31 de marzo de 2024

 

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