Ajoblanco y los caminos infinitos de Madrid

El Centro cultural Conde Duque dedica una muestra a la revista y a los fondos del Museo de Arte Contemporáneo fechados entre los 70 y los 90

Madrid, caminos infinitos. Ajoblanco. Ruptura, contestación y vitalismo (1974-1999)

CENTRO CULTURAL CONDE DUQUE

C/ Conde Duque 9 y 11

Madrid

Madrid,
Manolo Quejido. Sin palabras, 1977
Manolo Quejido. Sin palabras, 1977

Como prólogo a “Ajoblanco. Ruptura, contestación y vitalismo (1974-1999)”, muestra que se inaugurará en sus salas el día 28  y estará dedicada a aquella publicación que, por 45 pesetas, brindaba un análisis crítico y lúdico de la vida cultural y pública española, el Centro Cultural Conde Duque abre hoy “Madrid, caminos infinitos”, exposición compuesta por una selección, breve pero significativa, de los fondos del que fuera Museo de Arte Contemporáneo de la capital.

Se trata de piezas de treinta y cinco artistas, pinturas en su mayoría, que se realizaron en paralelo a las dos etapas de publicación de Ajoblanco: de 1974 a 1980 y de 1987 a 1999. El orden de su presentación en el Conde Duque no obedece a lecturas concretas ni a narraciones: se ha buscado que las obras escogidas hablen por sí mismas, con el fin, en todo caso, de subrayar su autonomía y de que sea tarea del espectador encontrar, o no, las posibles relaciones entre ellas.

Han quedado representadas en “Madrid, caminos infinitos” las tendencias dominantes de aquel periodo: los caminos del Informalismo (Antonio Saura), la figuración en sus múltiples versiones (Eduardo Arroyo, José Luis Alexanco, Ángel Orcajo, Juan Genovés, Amalia Avia, Manolo Quejido o Carlos Alcolea), el regreso a la pintura que marcó los ochenta por la corriente llamada neoexpresionista, la producción de nuevas formas escultóricas como alternativa a los géneros consagrados a cargo de Navarro Baldeweg, Eva Lootz, Santiago Serrano, Menchu Lamas, Luis Claramunt, Juan Muñoz o Dis Berlin y las prácticas muy subjetivas y heterogéneas de los noventa encarnadas en las piezas de Darío Villalba, Ferrán García Sevilla, Pelayo Ortega, Javier Utray, Fernando Bellver, Sigfrido Martín Begué o Javier de Juan.

AJOBLANCO: 180 NÚMEROS DE PENSAMIENTO DISIDENTE

Portada del número 1 de Ajoblanco
Portada del número 1 de Ajoblanco

De Ajoblanco se editaron en total 180 números y 30 especiales acompañados de publicaciones adyacentes como Alfalfa, La bañera y Xiana. Por esta publicación pasaron las voces fundamentales de la entrada a la democracia y los colectivos, grupos de trabajo y cédulas de pensamiento más singulares.

La exhibición, abierta hasta septiembre y comisariada por Valentín Roma, recorrerá en detalle y por temas la trayectoria completa de la revista, rescatando materiales inéditos o de difícil acceso, reportajes, documentos y líneas de trabajo significativas, junto a los testimonios y escritos producidos por algunos de sus protagonistas.

Este proyecto pretende revisitar Ajoblanco desde el momento actual para explorar sus aportaciones y situarlas históricamente y profundizar en esa inquietud disidente, lúdica y libertaria que proponía aquel medio, partidario en la teoría y en la práctica de vivir la cultura, las ideas y los cambios colectivos y personales apasionadamente.

De carácter mensual, sus contenidos incluyeron desde la política al urbanismo sostenible pasando por la antipsiquiatría, el ecologismo, el colectivismo o la homosexualidad, así como textos narrativos periodísticos que en la época resultaron profundamente renovadores por su originalidad.

Fundada por Pepe Ribas en Barcelona, hoy Aljoblanco es considerada un emblema de la contracultura independiente en nuestro país y de la oposición a cualquier rama del autoritarismo. En palabras de Ribas, quien recientemente publicó Los setenta a destajo,  una autobiografía que también recordaba los origenes de la revista: Ajoblanco nació contra el autoritarismo, así que era una revista anti-autoritaria y aunque al principio no lo definíamos muy bien, una revista libertaria. Íbamos contra los marxistas, la gauche divine y los franquistas, así que hubimos de inventarnos una historia. No copiamos nada, cogimos un coche, lo llenamos de revistas y lo paseamos por España conociendo a la gente. Buscaban las pequeñas mecas del underground hispano y promulgaron la comunión de arte, vida y trabajo.

 

 

 

 

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