Ha logrado que quien contempla una imagen de sus niños de cabeza y ojos muy grandes, a veces tímidos, otras amenazantes, recuerde pronto que tras estas figuras, tiernas o insolentes, se encuentra Yoshitomo Nara.
Nacido en 1959 en la ciudad japonesa de Hirosaki, este artista concibe cada uno de esos retratos, también los de animales, como reflejo de sus propios pensamientos y emociones: de la memoria de su infancia o de su conocimiento de la sociedad y la cultura de su país, también de la occidental; en última instancia, le interesa lo humano, las relaciones sociales, la necesidad común de contar con un hogar y una comunidad, y ese tipo de sentimientos son los que quiere que susciten sus personajes, que responden a un sello estético común pero cuyas lecturas van más allá de la repetición de un modelo inocente.
Desde el próximo 28 de junio, bajo el comisariado de Lucía Agirre y en colaboración con el Museum Frieder Burda de Baden-Baden y la Hayward Gallery de Londres (donde se presentará más adelante, rediseñada), el Museo Guggenheim Bilbao dedica a Nara una antología estructurada temáticamente que repasa sus motivos recurrentes -charcos, cajas, bosques, barcos azules, casas de tejados rojos-, pero que también incide en la evolución de su estética y lenguajes: aunque ha creado, fundamentalmente, pinturas y dibujos, es autor, asimismo, de esculturas e instalaciones.
Se trata de su primera gran individual en Europa, recoge piezas fechadas desde los ochenta a la actualidad y subraya lo que los trabajos expuestos tienen de respuesta, podemos decir que empática, hacia las personas y lugares que Nara ha conocido a lo largo de todos estos años, desde una niñez para él ligada al aislamiento a sus viajes al extranjero y su estancia prolongada en Alemania. Además de la historia del arte, sitúa entre sus referentes músicas y sonidos muy diversos: el folk estadounidense y británico, Bob Dylan o el blues le influyeron desde una época bien temprana, y algo más tarde el punk o el new wave; cuando no sabía inglés, trataba de percibirlos a un nivel sensorial, dejándose llevar, igualmente, por los sentimientos que deducía de las portadas de los álbumes. Era otro modo, para él, de conectar con la humanidad en un sentido amplio, y además la escucha le proporcionaba libertad.
Su primer viaje a Europa lo haría en su veintena, mientras era estudiante en Tokio: aquí pudo conocer pinturas altomedievales y renacentistas de temática religiosa y profana, así como obras de los maestros modernos, impresionistas, expresionistas y miembros de la Escuela de París. Para él esos hallazgos fueron toda una revelación: las técnicas y la espiritualidad que descubrió le llevaron a reorientar su producción; como él mismo afirmó, muy gráficamente: Al salir de Japón, me di cuenta de que ver las cosas desde el monte Fuji es totalmente distinto a verlas desde el Everest.
Volvería a nuestro continente años más tarde y, tras graduarse, se asentó en Alemania para formarse en la Kunstakademie de Düsseldorf. Aquel fue para él un periodo enriquecedor en lo artístico, por más que, de algún modo, implicara cierto regreso a su infancia solitaria: al no saber alemán, tendió a ensimismarse, y se dio cuenta de nuevo de que necesitaba comunicarse a través de sus creaciones. Uno de sus maestros en ese centro fue A. R. Penck, cuya influencia estaba presente en los trabajos de Nara incluso antes de esta época, a través de pinceladas sueltas, figuras toscas y tonalidades intensas, y de una conjunción particular de lo mundano y lo espiritual (Make the Road, Follow the Road).
Penck percibió disonancias entre sus pinturas y sus dibujos, así que le aconsejó integrarlos; desde entonces, sus figuras se hicieron más estilizadas y directas en lo emocional; en aquella fase fue cuando comenzó a representar sus niños de ojos muy abiertos, a veces retadores.
Más tarde se trasladó a Colonia, donde residió en la segunda mitad de los noventa, comenzó a exponer tanto en individuales como en colectivas y pudo empezar a ganarse la vida con su obra. De aquel momento datan piezas como Mumps (Paperas), donde vemos a un niño con la característica venda bajo la barbilla, y Abandoned Puppy (Cachorro abandonado), en la que aparece un crío disfrazado de cachorro. Los dos los representó dentro de una caja, emblema de protección y seguridad para el artista. Mientras vivía en aquella ciudad, fue invitado a la Universidad de California, como profesor visitante de pintura, y compartió apartamento con Takashi Murakami, ya muy asentado, que comisarió algunas de las exhibiciones en las que participó. Ese periodo, en todo caso, favoreció la difusión de su obra en América.
El 2000 fue el año redondo de su regreso a Japón, donde en 2001 se le brindaría en solitario una extensa exposición itinerante, “I don´t mind if you forget me”, que incluía una de sus piezas fundamentales desde ahora en el Guggenheim: Too Young to Die, en la que uno de sus personajes característicos fuma un cigarrillo en una composición que parece evocar los tondos renacentistas.
Los fatídicos sucesos que sacudieron este país en 2011 (un gran terremoto seguido de un tsunami y el accidente de Fukushima) tuvieron un enorme impacto en Nara, que decidió fomentar proyectos artísticos locales en su región natal, Tohoku, cuyas áreas rurales habían sido afectadas. Esos desastres tendrían que ver más tarde en el desarrollo de obras como From the Bomb Shelter (Desde el refugio antiaéreo), en el que un niño sale precavido del subsuelo (alude a sus constantes cajas y figuras sumergidas), Blankey (2012) o Midnight Tears (Lágrimas de medianoche) (2023); en estas últimas imágenes, en contraste con las anteriores, las figuras, etéreas, se realizan con toques de color y sus labios resultan casi herméticos, pero los ojos sí aparecen bañados en lágrimas.
A la luz de esta muestra, y así lo recalca Nara, su andadura puede entenderse como un viaje circular en el que todas las paradas intermedias fueron necesarias para volver al origen: Por fin sentí que tenía las cosas que había echado en falta, que todo lo que pudiera necesitar estaba al alcance de la mano, y fui capaz de vivir en provincias. Pero creo que tuve que dejar mi ciudad natal durante un tiempo para entenderlo.
Yoshitomo Nara
Avenida Abandoibarra, 2
Bilbao
Del 28 de junio al 3 de noviembre de 2024
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