Sueño con Picasso que me habla sin parar

El Museo Picasso enlaza el mundo de Fellini y el del pintor

Málaga,

Estábamos en una cocina, era claramente la cocina de su casa, una enorme cocina repleta de comida, de cuadros, de colores… Hablamos toda la noche.

Fellini soñó con Picasso en al menos cuatro ocasiones, separadas por casi veinte años (la primera en enero de 1962 y la última en julio de 1980) y, gracias a que su psicoanalista Ernst Bernhardt, discípulo de Carl Jung, le pidió que fuera escribiendo y dibujando sus sueños, conservamos tanto los textos como los trazos que dan fe de que en el subconsciente del cineasta flotaba la presencia del malagueño.

En el primero de esos sueños, ambos artistas y Giulietta Masina, esposa de Fellini, mantenían un encuentro amistoso en la cocina del pintor; en el segundo parece que continuaban esa conversación, pero de noche (Toda la noche con Picasso, que me hablaba, me hablaba… Éramos muy amigos, me mostraba un gran cariño, como un hermano mayor, un padre artístico, un colega que me coloca a su altura, alguien de la misma familia, de la misma casta…); su tercer sueño con Picasso Fellini no lo dibujó, pero sí lo describió, y parece que tenía que ver con una falsa noticia de la muerte del pintor y, ya en el último, que se produjo siete años después del fallecimiento de aquel, continuaban charlando: Sueño con Picasso (un poco más desmejorado, consumido, pero todavía muy vital) que me habla sin parar.

No sabemos que hubiera opinado Bernhardt, pero parece, a juzgar por estas imágenes nocturnas que forman parte de El libro de los sueños (dos amplios volúmenes donde Fellini recopiló los suyos entre los sesenta y los noventa), que Picasso fue una figura de referencia clara, y además sostenida en el tiempo, para el director de La dolce vita, aunque nunca llegaran a conocerse personalmente que sepamos.

Pablo Picasso. Escena mitológica a orillas del mar, 1938. Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, FABA, Bruselas © Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte. © FABA Foto: Marc Domage © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2017.
Pablo Picasso. Escena mitológica a orillas del mar, 1938. Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte, FABA, Bruselas © Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte. © FABA Foto: Marc Domage © Sucesión Pablo Picasso, VEGAP, Madrid, 2017.

Si nos detenemos en su filmografía, no es raro: en sus películas, como en la vasta producción picassiana, están presentes el gusto por lo exuberante, una sexualidad abierta o fuente de conflictos, una vitalidad exaltada y un motivo recurrente: el de la metamorfosis. Ambos nos legaron una obra prolífica, claramente contemporánea y muy influyente tanto en el arte como en el cine posterior, por eso el Museo Picasso de Málaga los reúne desde hoy en una muestra, “Y Fellini soñó con Picasso”, en la que no se nos propone encontrar similitudes y divergencias entre sus respectivos trabajos, ni mucho menos entrar en comparaciones, sino participar de un diálogo nacido de sus intereses comunes, que no fueron pocos.

El centro ha unido, en un proyecto comisariado por Audrey Norcia, dibujos, fotografías, películas y varios documentos de Fellini junto a pinturas, esculturas, grabados y dibujos de Picasso y, contemplando juntos unos y otros, el espectador puede deducir que compartieron desde la distancia cierta sensibilidad común derivada probablemente de su amor por la vida y por la creación en su sentido más amplio.

Federico Fellini. Nino Rota tocando el violín. Cineteca del Comune di Rimini, Fondo De Santi / Tomasetig © Federico Fellini, VEGAP, Málaga, 2017.
Federico Fellini. Nino Rota tocando el violín. Cineteca del Comune di Rimini, Fondo De Santi / Tomasetig © Federico Fellini, VEGAP, Málaga, 2017.

Como decíamos, Picasso y Fellini no llegaron a coincidir, o no se ha acreditado, pero sí que vivieron, en distintos momentos, en una misma calle de Roma: la vía Margutta. Sabemos que la antigüedad clásica y la mitología fueron referencias constantes en sus trayectorias, como también lo fue la figura femenina, y al representarla compartieron, hasta cierto punto, enfoque clásico: las presentan divinas y serenas, o terribles, acentuando más o menos su sensualidad hasta hacerlas o no carnales. Según la comisaria, mientras Picasso parece desplegar su ascendente sobre ellas, Fellini maneja un punto de vista más inseguro, inmerso en la búsqueda de una segunda madre. Quizá por ese común amor por lo vital, por lo explosivamente alegre y lo explosivamente trágico, y por la cultura popular, los dos también se dejaron seducir por el circo y convirtieron a acróbatas, pulcinellas y arlequines en metáforas para representar la inocencia o la mentira, la sorpresa y el humor.

Una visitante contempla El libro de los sueños mostrado en la exposición  © Museo Picasso Málaga
Una visitante contempla El libro de los sueños mostrado en la exposición © Museo Picasso Málaga

La muestra del Museo Picasso ha buscado también establecer relaciones entre los procesos creativos del artista y el director, partiendo del convencimiento de Fellini de que pintura y cine son aliados porque ambos tienen a la luz como germen: Para mí el cine es imagen y la luz es su factor fundamental. Lo he dicho muchas veces: en el cine la luz es ideología, sentimiento, color, tono, profundidad, atmósfera, narración.

De hecho, el de Rimini fue ilustrador y caricaturista antes que director; no resulta difícil encontrar paralelismos entre algunos fotogramas de Ocho y medio, Giulietta de los espíritus o Y la nave va y algunas pinturas y él mismo llegó a confesar que su mayor anhelo, mantenido a lo largo de su carrera, era lograr que sus obras pudieran contemplarse como lienzos, que entendiésemos como pictóricas las secuencias de sus películas.

En cuanto a Picasso, conocemos que en París fue asiduo a las salas de cine y podemos suponer que los efectos de la velocidad, el movimiento descompuesto y las imágenes distorsionadas que vio en pantalla le interesaron por sus propias investigaciones estéticas en la primera década del siglo pasado.

Sus incursiones en el medio fílmico llegarían mucho después y algunas no son demasiado conocidas por el gran público: junto a Frédéric Rossif dirigió en 1950 La mort de Charlotte Corday, que no llegó a comercializarse pero sí se proyectó en el festival de Antibes. Aparecen aquí cerámicas y esculturas, y llegó a dibujar sobre los propios actores.

Un año después, para La corrida de Picasso, filmada por Robert Picault, preparó una escenografía sencilla de una plaza de toros; algunos años después, en 1955, Luciano Emmer llevó a Cannes su Picasso y, en el mismo festival en 1956, obtuvo premio Clouzot por Le Mystère Picasso, este un filme más popular en el que podemos descubrir su intrepidez trabajando.

De hecho, Cannes y el cine pudieron dar lugar al único encuentro posible, que sepamos, entre Fellini y el artista (no hay constancia de él, insistimos). Fue en 1961: ambos pasaron ese año por el Festival, en el que entonces se presentó Las noches de Cabiria y fue premiada Masina como mejor actriz.

En esta exposición no podía faltar una sala de proyecciones: la hay, y nos ofrece una pieza específica de Isaki Lacuesta de unos veinte minutos de duración; una obra medio camino entre el documental y la ficción en la que se intercalan fragmentos de las películas del italiano.

Sala de cine creada especialmente para esta exposición © Museo Picasso Málaga
Sala de cine creada especialmente para esta exposición © Museo Picasso Málaga

 

 

“Y Fellini soñó con Picasso”

MUSEO PICASSO MÁLAGA. MPM

Palacio de Buenavista

c/ San Agustín, 8

Málaga

Del 13 de febrero al 13 de mayo de 2018

 

 

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