Vidas quietas en el centenario de Xavier Valls

La Galería Fernández-Braso muestra pinturas representativas de su trayectoria

Madrid,
Xavier Valls. La silla, 1972
Xavier Valls. La silla, 1972

Este año se cumple un siglo desde el nacimiento en Barcelona de Xavier Valls, artista figurativo en tiempo de preeminencia de la abstracción que hizo de sus pinturas un cobijo de la luz y del silencio: llevó a cabo bodegones, retratos y paisajes contenidos, pero también profundos en su captación de lo esencial; en ellos no hay narración ni descripciones, sino solo y nada menos que lo que el artista veía y cavilaba: naranjas y nueces, el campo castellano, el mar en Sitges, la campiña francesa o su casa de Horta. Para sus jarrones o frutas prefería la denominación de vidas quietas a la de naturalezas muertas: lo sereno de la existencia es, en el fondo, su gran tema y ese nombre podría aplicarse al conjunto de su producción.

Su apego a lo meditativo puede relacionarse con la concentración de las composiciones de Morandi, en las que los objetos parecen habitantes absortos de la superficie pictórica, pero si la depuración y la ausencia de anécdota genera en las pinturas del italiano una sensación de irrealidad, ante las de Valls tendremos una impresión contraria: la de que decanta lo que ve y da vida, a través de la luz, a lo representado. El noucentisme, y su clasicismo mediterráneo, ordenado y racional, fue otra de sus referencias, sin que sea posible adjudicar a este autor etiquetas: trabajó a partir de herencias pero atendiendo siempre a lo cercano y dejando que fluyera en sus telas.

Seis años después de dedicar una muestra a sus dibujos, y tras exhibir algunos de estos con los que también realizaron en blanco y negro Pérez Villalta y Cristino de Vera, la Galería Fernández-Braso expone una selección de veinticinco pinturas representativas de la trayectoria de Valls -se fechan entre 1965 y 2006-, en las que, como en aquellos trabajos sobre papel, la luz modela y concede serenidad y misterio; la frontalidad y el cuidado de la simetría y de la medida subrayan lo atemporal de las obras y se dejan a un lado los detalles porque interesaban al artista, sobre todo, los frutos de la meditación en torno a lo contemplado minuciosamente, no su representación pormenorizada.

Los lazos de la Galería Fernández-Braso con Valls y su obra tienen décadas de historia: en 2012 pudimos ver en esta sala otra individual de su pintura y en 2001 Miguel Fernández-Braso recuperó su figura en el libro-entrevista Escuchando a Xavier Valls, tras haber caído en cierto olvido después de las monográficas que le dedicaron en los setenta y los ochenta la histórica Galería Theo, la Dirección General de Bellas Artes de Madrid y el Museo de Arte Moderno barcelonés.

Esta exhibición se acompaña de la publicación en castellano del Diccionario Xavier Valls, en una edición a cargo de Josep Miquel García: recuerda acontecimientos, personas y lugares fundamentales en su trayectoria contando con textos del autor, de su esposa Luisa Galfetti Valls o de otras personalidades.

Miembro fundador del Cercle Maillol, que apoyó a los artistas jóvenes en la época de posguerra, una beca del Instituto Francés de Barcelona permitió al pintor formarse en París, adonde acudió en 1949, pero a diferencia de otros compañeros de generación que también recalaron en la capital francesa buscando opciones creativas más abiertas, él decidió establecerse allí.

Diccionario Xavier Valls. Galería Fernández-Braso
Diccionario Xavier Valls. Galería Fernández-Braso
Diccionario Xavier Valls. Galería Fernández-Braso
Diccionario Xavier Valls. Galería Fernández-Braso

Su taller y su vivienda los emplazó, dos años después, en el Quai del Hôtel de Ville, próximo a Notre Dame (vistas de la Catedral bajo distintos cielos pueden verse en Fernández-Braso); sin embargo se mantuvo próximo a su ciudad natal y, en los sesenta, comenzó a pasar temporadas en el barrio de Horta, donde había crecido y en el que aún pervivían construcciones bajas del pasado, cuando este era un pueblo independiente y no se había integrado en Barcelona; su placidez y armonía respondían bien al espíritu de su pintura.

Bajo la recomendación de Daniel-Henry Kahnweiler, quien fuera décadas antes impulsor del cubismo, trabajó con la Galería Henriette Gomès, que presentó ocho muestras individuales suyas, y después con Claude Bernard; más tarde llegarían sus exhibiciones españolas en las salas Juan Gris, Rayuela y Artur Ramón y sus presentaciones en museos como el de Ingres, la Biblioteca Nacional de España, el Museu d’Art Modern de Barcelona o la Fundació Vila Casas, que le brindó una retrospectiva en 2013, siete años después de su muerte.

Xavier Valls. Vanidad, 1996
Xavier Valls. Vanidad, 1996

Un testimonio fundamental a la hora de adentrarse en la figura de Valls lo aportan sus memorias, La meva capsa de Pandora, publicadas hace dos décadas por Quaderns Crema; de ellas proceden buena parte de los datos recogidos en aquel Diccionario. Descubriremos que se hizo amigo de Balthus nada más conocerlo, y pidió al público que descubriera sin prisa su mundo apacible e inquietante; que fue vecino de Óscar Domínguez y del poeta José Bergamín, con quien compartió veladas, y que también mantuvo simpatías, mutuas, hacia Joan Brossa.

De nuestro autor dijo Calvo Serraller que, no pudiendo ser más cosmopolita, sabía elegir los motivos y maneras más adecuados a su sensibilidad personal; ese cosmopolitismo fue tal que presentó a Julio Cortázar a William Klein, porque el escritor era aficionado al boxeo y el fotógrafo y director de cine había rodado ya Cassius le Grand. Luis Fernández fue una de las figuras que más le hizo reflexionar sobre el misterio propio de la pintura, valoró la sencillez espiritual de las cerámicas de Llorens Artigas y otra de sus amistades fundamentales la mantuvo con el músico Frederic Mompou.

Xavier Valls. Isola San Michele (Venecia), 2005
Xavier Valls. Isola San Michele (Venecia), 2005

 

“Xavier Valls. Diccionario”

GALERÍA FERNÁNDEZ-BRASO

c/ Villanueva, 30

Madrid

Marzo y abril de 2023

 

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