William Kentridge, de impureza y provocación

El CCCB muestra algunas de sus obras emblemáticas

Barcelona,

La producción del artista sudafricano William Kentridge viene siendo objeto de especial revisión crítica en museos internacionales desde hace aproximadamente un lustro; muchos recordaréis la muestra que el Reina Sofía dedicó a sus proyectos operísticos y teatrales hace ahora tres años, coincidiendo con la concesión a este autor del Premio Príncipe de Asturias. Ahora el CCCB barcelonés acoge “Lo que no está dibujado”, una exhibición que supone una adaptación ampliada de otras dos presentadas en el Eye Filmmuseum de Ámsterdam en 2015 y 2019.

A Barcelona han llegado nueve tapices de gran formato, una instalación audiovisual que recoge la fuerza expresiva de su teatro de sombras (More Sweetly Play the Dance), once filmes pertenecientes a su serie animada Drawings for Projection y siete dibujos en papel que nos sirven para introducirnos en el meticuloso proceso de creación de esas películas. Una de ellas, por cierto, City Deep, la finalizó Kentridge durante la pasada primavera, se estrenó hace días en la Goodman Gallery de Johannesburgo y el CCCB la expone por vez primera en Europa.

Además de subrayar las muy distintas facetas en que el autor ha desarrollado su trabajo (desde la voluntad, dijo Borja-Villel en 2017, de desespectacularizar una sociedad espectacular a través del espectáculo), “Lo que no está dibujado” quiere subrayar cómo su obra puede convertirse en vehículo de reflexión sobre los retos del postcolonialismo y las distancias entre ámbitos de poder y márgenes de exclusión en Europa, por más que no cree el artista desde la voluntad predeterminada de transmitir ciertos contenidos comprometidos y se deje llevar en la transmisión libre de su conciencia del mundo o de la historia.

Las piezas que integran la exposición generan intencionados diálogos: el conjunto de películas Drawings for Projection, que inició en 1989 y contribuyó a situar a Kentridge en la escena internacional como voz que rememora el pasado traumático de Sudáfrica, su país, a través de novedosos lenguajes expresivos, y los siete grandes tapices mostrados, realizados en colaboración con un taller de tejedoras de Johannesburgo, establecen entre ellos una sutil relación; estos últimos los considera el artista una suerte de proyecciones congeladas, murales portátiles que puedes enrollar y llevar al próximo palacio.

William Kentridge. Felix in Exile, 1994. Cortesía Studio William Kentridge
William Kentridge. Felix in Exile, 1994. Cortesía Studio William Kentridge

Protagonizan los filmes dos figuras antíteticas que podemos entender como alter ego del creador, un magnate industrial y un poeta, y de su mano se evocan hechos de la historia colectiva sudafricana, a menudo bajo el poso negro del apartheid. No obstante, Kentridge no busca que adoptemos interpretaciones demasiado literales; afirma que no ha pretendido nunca ilustrar el racismo, aunque este se encuentre presente casi constantemente en sus películas y dibujos por formar parte de su propia historia (es hijo de abogados comprometidos con esta causa). Le interesa un arte político, pero a la vez ambiguo, contradictorio e incierto, por eso no encontraremos en estas proyecciones respuestas a dudas morales ni soluciones redentoras.

En su preparación, Kentridge dibuja, borra y redibuja, recreándose precisamente en las huellas que esos procesos dejan sobre el papel y que se manifiestan, como rastros fantasmagóricos, sobre las imágenes en movimiento, incidiendo asimismo en la importancia de la memoria y el olvido en su discurso. Otro elemento fundamental en estos trabajos es la música, compuesta en la mayoría de los casos por el sudafricano Philip Miller, aunque también puede escucharse un madrigal de Monteverdi y obras del folclore sudafricano. Otra pieza audiovisual, no ligada a esta serie, se exhibe en Barcelona: Perseo y la sibila, que plantea la pervivencia de este mito hoy, en relación tanto con el peso del destino como con sus opciones performativas.

William Kentridge. Weighing & Wanting,1998. Cortesía Studio William Kentridge
William Kentridge. Weighing & Wanting,1998. Cortesía Studio William Kentridge

Respecto a los tapices, Kentridge ha llevado a cabo más de cuarenta en las últimas dos décadas. Con mapas como fondo, siluetas que podrían haber huido de otras obras suyas se asemejan a manifestantes, inmigrantes o peregrinos cuya desesperación puede evocar tanto episodios de la historia de su país como de la de cualquier otro. En algún caso, estas piezas aluden a La nariz de Shostakovich, que el propio artista dirigió hace una década para la Ópera Metropolitana de Nueva York.

Si los filmes de Drawings for Projection representan su producción más íntima, estas obras de gran formato ensalzan el acto creativo como espacio colaborativo, al haberse realizado junto a las citadas tejedoras del Stephens Tapestry Studio. Además, están realizados con mohair o lana de cabra de angora, material del que Sudáfrica es el mayor productor mundial.

William Kentridge. South Polar Regions, 2016. Cortesía del artista y la Goodman Gallery, Johannesburgo
William Kentridge. South Polar Regions, 2016. Cortesía del artista y la Goodman Gallery, Johannesburgo

En cuanto a la instalación More Sweetly Play the Dance, se trata de un muy atractivo friso en movimiento que sugiere las dinámicas de una procesión ritual de desheredados, o de víctimas de una crisis escapando de ella. Su poderoso lenguaje remite, como avanzábamos, al del teatro de sombras: consta la obra de ocho pantallas que suman cuarenta metros de longitud en las que, nuevamente, un goteo de refugiados (símbolo de la condición humana) escapa de una crisis o bien interpreta una hipnótica danza de la muerte. Este trabajo, creado en 2015 por encargo del mencionado Eye Filmmuseum holandés, compendia como pocos el buen número de disciplinas entre las que transita la creación de Kentridge.

Completan la exhibición documentales y entrevistas al artista, admirador de Goya y William Hogarth cuya visión poliédrica pero integradora de la realidad contemporánea sería difícilmente expresable por medios convencionales. A su especialísimo lenguaje sin jerarquías llegó tras incursiones que no podemos considerar del todo fallidas: intentó sin éxito ser solo dibujante, luego solo actor y después trabajó en el cine, pero en ninguno de esos campos por separado tuvo suerte y volvió a su estudio inicial. Ese regreso al origen lo llevó a trabajar, de forma espontánea, en el cine animado y en el cruce de géneros: descubrió entonces que se podía sobrevivir a los fracasos y que muchos dibujos se le aparecían al proyectar ideas para cine y teatro y también al revés: que sus dibujos eran el punto de partida para escenografías. Él llama a algunos de esos esbozos dibujos rápidos para zonas intermedias.

Más allá de disciplinas y escenarios, nos sitúa frente a lacras aptas para cualquier contexto y tiempo; más de una vez ha declarado que la impureza genera provocación.

William Kentridge. More Sweetly Play the Dance, 2015. Cortesía del artista
William Kentridge. More Sweetly Play the Dance, 2015. Cortesía del artista

 

 

 

William Kentridge. “Lo que no está dibujado”

CCCB. CENTRE DE CULTURA CONTEMPORÀNIA DE BARCELONA

c/ Montalegre, 5

Barcelona

Del 9 de octubre de 2020 al 21 de febrero de 2021

 

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