Voilà la Femme es uno de los proyectos expositivos feministas con mayor trayectoria dentro del territorio español. Se celebra en Pontevedra desde 1992 y fue concebido para reivindicar el papel de las creadoras en el ámbito de la cultura. Hay que celebrar por todo lo alto la continuidad de esta propuesta y agradecer a sus organizadoras la constancia y el compromiso con la difusión de las artistas gallegas.
Hasta el 10 de julio se pudo ver en Museo de Pontevedra. (Sala Castelao) la muestra conmemorativa: “Voilà la Femme. XXV Aniversario” y quería mencionar la valiosa labor de las comisarias, Yolanda Herranz Pascual y Celeste Garrido Meira, artistas, docentes e investigadoras que están preservando la memoria de los procesos de trabajo de las creadoras gallegas.
En palabras de las comisarias, Yolanda Herranz Pascual y Celeste Garrido Meira: “El año 1992, nace Voilà la femme, en la que participaron una selección de mujeres artistas de prestigio. La exposición a la que puso título Yolanda Herranz, tomando como referencia la obra Voilà la femme (He ahí la mujer) del artista francés Francis Picabia, se inauguró en Marín, en la sede del Ateneo Santa Cecilia, entidad que cuenta con el reconocimiento de la UNESCO y, desde entonces, se han convocado en este mismo lugar, las sucesivas ediciones durante más de veinticinco años.”
“El objetivo inicial de la muestra es conmemorar el 8 de marzo —Día Internacional de la Mujer— dando a conocer la creación artística realizada por mujeres, generando una reflexión acerca de la identidad y la desigualdad. En el año 1998, Celeste Garrido asume el comisariado de la exposición, iniciando una nueva etapa caracterizada por una apuesta firme por el arte emergente”.
“La selección de las obras se realiza a través de una convocatoria pública, que suele ser masivamente atendida por estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra, lo que convierte a Voilà la femme en un evento que ha logrado dar visibilidad a un gran número de jóvenes artistas, vinculando sus propuestas a las de otras creadoras con una trayectoria más consolidada”.
Durante las primeras 25 ediciones han participado cerca de doscientas artistas, de entre las cuales han sido seleccionadas para esta exposición conmemorativa:
Menchu Lamas Pérez, Yolanda Herranz Pascual, Celeste Garrido Meira, Ánxeles Iglesias Charlín, Carme Nogueira Alonso, Carmen Hermo Sánchez, Mar Vicente Souto, Sara Sapetti, Reme Remedios Fernández, Sonia Tourón Estévez, Mª Covadonga Barreiro Rodríguez-Moldes, Ana Gil Rodríguez, Basilisa Fiestras Cachafeiro, Noemí Lorenzo Pérez, Beatriz Sieiro Caramés, Nuria Ruibal García, Itziar Ezquieta Llamas, Ofelia Cardo Cañizares, Gema López González, Isabel Alonso Vázquez, Mery Pais Domínguez, Colectivo LAG, Raquel Blanco Iglesias, Belén Diz Juncal, Tania Crego Gutiérrez.
Este escrito tiene su origen en un texto más amplio que he escrito para el catálogo de la muestra, analizando algunos de los temas abordados por las creadoras participantes.
Si analizamos las distintas ediciones de Voilà la femme y de sus circunstancias históricas, podemos comprobar cómo lo presentado a lo largo de treinta años es el reflejo vivo de la evolución de los discursos feministas. Pensemos que 1992, año en el que nace Voilà la femme es el arranque de la tercera ola feminista, y que desde 2017 estamos asistiendo al nacimiento de la cuarta ola (desencadenada con el movimiento #MeToo); de manera que el certamen incorpora de manera cronológica y específica la energía de las dos últimas oleadas, así como la herencia de la primera y de la segunda.
Cuerpo, duelo y palabra
El trabajo de Yolanda Herranz se sitúa en la encrucijada entre cuerpo, identidad y palabra. Decía Didi-Huberman que “el luto pone al mundo en movimiento”, que “la pérdida, que en un primer momento nos abate, también puede ―gracias a un juego, un gesto, un pensamiento, un deseo― levantar a todo el mundo”. Yolanda Herranz trabaja con ese intercambio energético, con ese flujo de dolor y esperanza. En sus instalaciones, la palabra (escrita o sonora) puede romper el silencio. Además de las piezas escultóricas que presentaba, con motivo de la clausura, Yolanda Herranz realizó el 10 de julio una performance, como broche final de la edición. La acción se tituló: SOMOS mujeres y ESTAMOS aquí. En ella participaron, además de Yolanda Herranz: Uxía Blanco Iglesias (actriz y artista), Reme Remedios Fernández (artista), Isabel Alonso Vázquez (artista), Tania Crego Gutiérrez (artista), Arancha Aguete de Pazos (historiadora del Arte), Gema López González (artista), Marian Priego Rodríguez (periodista y actriz), Andreia Costas Otero (artista y poeta), Celeste Garrido Meira (artista).
La acción se articuló a través de la recitación de cerca de mil cuatrocientos términos, pronunciados por diez lectoras, que realizan dos lecturas cada una. SOMOS mujeres y ESTAMOS aquí, en palabras de la autora: “se configura como una oración, es una recitación sonora en la que: la declamación se instituía en plegaria y en afirmación, la desmaterialización se confirmaba en voluntad, la procesión se convertía en manifestación… En ella, el sucesivo encadenamiento de la pronunciación de los vocablos conformaba nuestra letanía. Como en un mantra, la sonoridad de la verbalización, desvanecía su materialidad, disolvía los significados y se revelaba en energía, en esta acción”.
Construir identidades desde la fragilidad de lo cotidiano
Construir una identidad femenina propia, alejada de los estereotipos que la cultura patriarcal había creado a lo largo de los siglos, supuso un reto para las mujeres artistas que desde la segunda mitad del siglo XX experimentaron con nuevas narrativas.
Isabel Alonso, en la concepción de sus piezas, busca acercarnos a esa “mirada cercana” sirviéndose de elementos cotidianos. Utiliza materiales vivenciales alejados de la tradición de las bellas artes: cabello, raíces, barro, telas, hilos, seda o encajes. En sus piezas, los fragmentos del cuerpo pueden multiplicarse y, reunidos, conformar un todo, como ocurre en la instalación de elementos de barro que representan ombligos, poniendo el foco en lo micro, que pasa a ser macro por acumulación.
La tradición patriarcal identificó a la mujer con lo natural, con lo que no era cultura. Matizar y reflexionar sobre el binomio naturaleza-cultura está en la base de las distintas escuelas feministas. Desde este contexto ecofeminista puede leerse la obra de Noemí Lorenzo cuando reivindica su lado animal y muestra “el rastro (im)perfecto que dejo con mi presencia, la marca que me define personalmente, como ser humano, como sujeto activo y como ente vivo”.
Buscando también una definición identitaria anticanónica y más etérea, el trabajo de Nuria Ruibal convierte el archivo personal de recuerdos en material maleable para capturar emociones difícilmente expresables sobre un lienzo tradicional, de ahí que opte por realizar acciones con materiales efímeros como el papel, o por dibujar retratos con delicados alfileres.
La segunda piel y la mascarada
Basilisa Fiestras explora la relación del cuerpo con los objetos y la apreciación del propio cuerpo como objeto. Se sirve de fragmentos de elementos naturales como el cabello, haciendo énfasis en el accesorio, en lo pequeño. Frente a la globalidad, se opta por lo micro y se alude a labores femeninas como el ganchillo, capaces de crear extensas superficies, “grandes cosmos”, desde la multiplicación de lo micro.
Celeste Garrido, comisaria de la muestra junto con Yolanda Herranz, también trabaja con el simbolismo de la indumentaria y con el rol del vestuario en la construcción identitaria. Los dibujos de la serie “Nupcial” analizan el simbolismo (y la trastienda emocional) del traje de novia. Estos dibujos acompañan a una potente instalación escultórica en la que un reluciente vestido blanco flota sobre un gran círculo rojo de gelatina de fresa que se va pudriendo con el paso de los días y parece desenmascarar el lado defectuoso de las relaciones.
El hogar: trampa y “habitación propia”
La vida de las mujeres está conectada con la casa. Quizá cuando nacemos vivimos la relación con el hogar de un modo natural, para darnos cuenta, con el paso del tiempo, de que ese “escenario natural” puede convertirse en cárcel. Belén Diz utiliza una herramienta tan sencilla como el bolígrafo para hacer dibujos en los que entrelaza el cuerpo, el hogar y los recuerdos más íntimos. El bolígrafo dota al recuerdo volátil de una materialidad tangible.
El hogar de las obras de María Covadonga Barreiro desprende un aire de ensoñación y sitúa en primer plano aquello que solo una mirada atenta puede capturar. El ojo hipersensible de la artista escoge para el espectador instantes cotidianos efímeros. El cuerpo del sujeto que habita esos escenarios está ausente, pero los lugares parecen continuar habitados a través de los objetos.
Ana Gil Rodríguez también trabaja con emociones latentes en sus fotografías dedicadas a la intrahistoria de la vida familiar. En los lúgubres escenarios domésticos y en los retratos de niños representados en las fotografías de Ana Gil se desvela la marca del padecimiento. Lejos de ser un lugar de confort, la familia puede ser una cárcel durante la infancia.
Espacio público, espacio privado y espacio artístico intermedio
Analizar el espacio público supone un reto para las mujeres artistas porque es un ámbito del que tradicionalmente la mujer ha sido expulsada. Carme Nogueira investiga esa relación conflictiva entre los espacios públicos y privados que implica analizar cómo nos movemos entre el mundo afectivo (personal) y el interés general (social). Sonia Tourón, se adentra tanto en las posibilidades de la sala de exposiciones para ejercer esa labor de laboratorio de ideas y de puente entre el arte y la vida, como en la metafórica conversión del cuerpo humano en obra de arte a través de performances y adaptaciones a los espacios, buscando abrir una conversación de ida y vuelta tanto sobre las posibilidades de humanización del arte como de las de cosificación del cuerpo.
El Colectivo LAG (Lara Buyo Pan y Ana Corujo Carreira) se ubica en esos lugares fronterizos en los que los límites antagónicos se diluyen: ámbito público-ámbito privado, vida personal-vida profesional, identidad individual-identidad colectiva. Desde su reivindicación del arte en pareja, que rompe con la visión romántica del creador individualista, sitúa los afectos en el centro de sus acciones.
Enredadas en el amor romántico
La teórica Marcela Lagarde ha analizado extensamente los mecanismos del amor romántico. En su libro Claves feministas para la negociación en el amor explora los mecanismos que terminan produciendo desigualdad en las relaciones de pareja. Itziar Ezquieta despliega en su obra muchas de las paradojas en relación con la percepción femenina del hecho amoroso. Desde la sugerencia, utilizando formas simbólicas, logra transmitir a la perfección la inquietante trama poética en torno al amor que nos envuelve desde niñas.
Ecofeminismo
Las mujeres han ido adquiriendo el protagonismo en los movimientos socioambientales, configurando una suerte de feminismo popular focalizado en las relaciones entre el cuerpo y el territorio; así como existe un ecofeminismo espiritualista, que reivindica la relación perdida con la espiritualidad de la tierra.
Carmen Hermo pone sobre la mesa el debate del agotamiento de las fuentes energéticas y el deterioro del medio ambiente. Como bien sabemos, los beneficios económicos se han puesto por delante de cualquier protección del medio natural, y su trabajo denuncia la incesante degradación de mares y bosques. Ofelia Cardo, desde un claro posicionamiento ecofeminista, nos invita a mirar con atención lo que está ocurriendo con la degradación de nuestro entorno. En Autorretrato (2016), el rostro de la artista aparece cegado de un ojo, como metáfora de la mirada limitada y parcial desde la que estamos conociendo un asunto tan serio como es la destrucción de los recursos naturales.
La alimentación: comer y ser comida
A Sara Sapetti le interesa interrelacionar la comida con los afectos. Con una técnica fotográfica impecable que atrae, por su perfección, la atención del que mira, investiga el simbolismo de la nutrición en relación con el cuerpo femenino. Se centra en la ambivalencia de “comer” y de “ser comida”, y en la manera en que estas dos dinámicas conviven en nuestras tendencias psicológicas y culturales.
Traspasar las barreras culturales y superar el etnocentrismo
En las últimas décadas, el arte feminista se ha visto interpelado por las variables de raza y de clase de un modo más claro, lo que le ha llevado a tener que hacer una profunda reflexión sobre la imposición de la mirada colonial sobre otras sensibilidades culturales. Mery Pais lleva años investigando la relación entre España y Marruecos buscando conocer e incorporar al discurso la mirada de las mujeres musulmanas. Sus obras dan la palabra a la mujer islámica y hacen visibles las situaciones de racismo a las que diariamente se ven sometidas, en muchos caos por un profundo desconocimiento de sus tradiciones e historia cultural.
Autoconocimiento y misticismo
La aceptación de la finitud de la existencia y la cuestión espiritual han sido tradicionalmente tratadas por las mujeres artistas, que las han abordado desde perspectivas diversas, ya sea inspirándose en la mitología ancestral de las diosas o apostando por la vía del autoconocimiento e invención de ritos propios.
Tania Crego trabaja con el ritual. En acciones como El Pecado y Bendito sea tu vientre, se adentra en actos catárticos que le permiten encontrar respuestas a la desubicación existencial de muchas mujeres en un mundo deshumanizado donde se ha perdido la conexión con el cuerpo. Raquel Blanco desvela en sus delicadas composiciones la riqueza del silencio interior que atesoran algunas prácticas cotidianas asociadas a la memoria femenina, como son el bordado o la costura, para explorar el olvido y la ausencia. Ánxeles Iglesias también parece desvelar una suerte de espiritualidad cotidiana latente en los objetos sencillos del hogar. Su pincelada maestra capta reflejos, transparencias y cualidades de la materia para expresar en todo lo visible rasgos de transcendencia y eternidad. En sus bodegones, el tiempo se detiene y es la belleza serena de las cosas la que comunica los secretos de la casa. Gema López concibe su proceso artístico desde un plano terapéutico y de autoconocimiento. Sus obras, realizadas sobre soportes frágiles como el papel de arroz, poseen una textura atemporal. Son imágenes que se conectan o hacen guiños al pasado como si fueran las huellas de una cadena de acciones repetidas generacionalmente, o las pruebas de evocaciones o sueños que solo nos dejan imágenes confusas por la imprecisión del recuerdo. Beatriz Sieiro logra en sus fotografías analógicas dotar de materialidad percepciones sobre la realidad que habitualmente se escapan a la representación. Un aroma onírico sobrevuela sus imágenes en blanco y negro: pasillos, túneles, escaleras y puertas enmarcan una figura femenina que parece encontrarse en lugares fronterizos entre la vigilia y el sueño.
La práctica artística de Reme Remedios no puede entenderse sin conectar sus obras con su práctica activista, que podemos interpretar como una suerte de “mística revolucionaria”. Interesada por la reconstrucción de los círculos ancestrales de mujeres que a lo largo de la historia han formado grupos de conocimiento alternativo y de espiritualidad no arquetípica, todo su trabajo debe leerse desde un compromiso cotidiano por dar soporte emocional al colectivo de mujeres artistas, más allá de elaborar un trabajo individual.
La mirada universal
No me canso de repetir que es necesario que se reconozca que la mirada de las mujeres puede ser también global. No solo reivindicamos un espacio propio para contar nuestros relatos, invisibilidades por la Historia, también queremos construir la historia genérica de la humanidad desde nosotras, como sujetos de pleno derecho para narrar lo universal. Mar Vicente Souto crea formas abstractas de color que se relacionan con el entorno desde una aspiración universal. Su obra explora los límites de la pintura en su relación con los espacios. El espectador se introduce en los entornos como un elemento más.
La pintura de gran formato se ha asociado tradicionalmente a los artistas masculinos, de ahí que el uso de grandes lienzos por parte de Menchu Lamas constituya un posicionamiento de enérgica ambición por ocupar un sitio relevante en la Historia de la pintura. En su obra, el cuerpo de la mujer es entendido como universal. La energía interior de sus figuras me transmite esa posición. A través del vibrante gesto de su pincelada y del color, sus cuerpos femeninos parece que están gritando: “Estoy aquí y puedo serlo todo”.
Susana Blas, 2022
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