Vivian Springford, las llamas de la Escuela de Nueva York

Almine Rech exhibe una selección de sus pinturas de manchas

Nueva York,

El redescubrimiento, más o menos en el último lustro, de las pinturas de Vivian Springford (1913-2003) ha supuesto la incorporación, de cara a nuevos y no tan nuevos públicos, de una nueva e impactante voz al coro (resonante) de la Escuela de Nueva York. Hija de un rico ejecutivo de esta ciudad, se formó en la elitista Spence School de Manhattan, pero en lugar de dar el salto a una Universidad prestigiosa para cursar enseñanzas relacionadas con las artes liberales prefirió acudir a la Art Students League, destinada a todo tipo de estudiantes, asequible y ajena a la tradicional estructuración de los cursos en titulaciones.

Desde ese momento no abandonaría Springford su compromiso con la creación y con las vanguardias que fructificaban en Manhattan: en el epicentro de aquella escena de tintes bohemios desarrollaría de forma constante su carrera entre los cincuenta y los ochenta. Sus incursiones en la pintura abstracta, por las que hoy es reconocida, fueron relativamente tardías: superaba sus cuarenta cuando sus primeros trabajos inspirados en la caligrafía china y la pintura de acción se exhibían en la Great Jones Gallery, en 1960, y para entonces se encontraba la artista ya firmemente arraigada en un colectivo atraído por Franz Kline (a quien conoció y cuyo trabajo le influyó de forma directa); Sam Francis y los europeos Pierre Alechinsky y Karel Appel.

Se había aproximado en aquellos comienzos al goteo, las salpicaduras y la gestualidad propia del expresionismo abstracto, atendiendo también, como decíamos, a la caligrafía china, el taoísmo y el confucianismo, y descubrió el talento del pintor chino-estadounidense Walasse Ting, que pudo introducirla en la cultura del Asia oriental. Le atrajo, seguramente y sobre todo, de aquellos trazos, el hecho de que no podían alterarse una vez marcados; ella realizaría también obras one-shot: piezas virtuosas sin más elaboración que la primera, no modificadas ni revisadas.

Vivian Springford. Sin título, 1971
Vivian Springford. Sin título, 1971

Rehuyó en todo momento Springford aprovecharse de su fortuna personal para avanzar en su carrera por la vía de los contactos, así que solo a través de su obra supo ganar la admiración de luminarias como el crítico Harold Rosenberg, que facilitó su exhibición en Great Jones. Sin embargo, solo otra muestra importante más protagonizó en sus inicios (en la Midtown Preston Gallery, en 1963).

Poseedora de una viva imaginería gestual, se dejó influenciar por Helen Frankenthaler y Morris Louis a la hora de generar su cuerpo de trabajo más original: pinturas manchadas ambiciosas, de un notable gran formato, que siguen atrapando al público cinco décadas después (al margen de la huella que dejara en ellas una degeneración macular que progresivamente causó su ceguera). Hacia los setenta había consolidado un vocabulario propio: se servía de pintura diluida sobre lienzos en bruto o con imprimación sutil, introduciendo en ellos líneas de color que daban lugar a manchas y, después, a inundaciones cromáticas.

Vivian Springford. Sin título, 1969
Vivian Springford. Sin título, 1969

La última etapa de la vida de Springford fue marcadamente solitaria; vivió instalada en un hotel residencial. Queda mucho por saber, aún, sobre su personalidad y su práctica artística: llamativamente fue una autora prolífica, pero su historial expositivo es inexplicablemente limitado; tras aquellas dos individuales de principios de los sesenta, no volvió a contar con el apoyo, más o menos sostenido, de ninguna galería comercial. Sí se convirtió en miembro activa de varias organizaciones feministas, de estructura más o menos informal, y formó parte de algunas muestras colectivas, como “Women in the Arts”, que presentó en 1975 el Brooklyn Museum (y, ya fallecida, de “Women of Abstract Expressionism”, expuesta en el Denver Art Museum en 2016). Además, la Washington Color School, dirigida por Louis y Kenneth Noland, difundió algunas de sus técnicas más utilizadas, en relación con los procedimientos de penetración en el lienzo también cultivados, por caminos menos sofisticados y complejos, por Frankenthaler.

Nunca abandonó Nueva York, pero escapó hasta el final a la atención de esfera artística. Incluso cuando, ya en los noventa, entabló amistad con el galerista Gary Snyder, que la respaldó, la calidad y originalidad de sus obras continuaron ocultas para el gran público.

Quiero encontrar mi propia pequeña trama o patrón de energía que exprese mi yo interior en términos de movimiento rítmico y color.

Vivian Springford. Sin título, 1983
Vivian Springford. Sin título, 1983

Para The Woman in the Arts Foundation, en 1976, explicó Springford que trabajaba para identificarse con el todo universal: Quiero encontrar mi propia pequeña trama o patrón de energía que exprese mi yo interior en términos de movimiento rítmico y color. El centro expansivo del universo, de las estrellas y de la naturaleza es mi desafío constante en términos abstractos.

Almine Rech presenta, hasta el próximo enero, la segunda exhibición que dedica a esta autora y, en particular, a indagar en los enigmas de esas pinturas manchadas, con formas osadas que han llegado a compararse con las de amebas de bordes ondulados, en tonos embriagadores que remiten a la puesta de sol, o a las de huevos de Pascua. Hay en ellas mucho más que psicodelia teñida: un estilo firme aún pendiente de revisión crítica honda. Esta sala, que representa su legado desde hace unos años, ha editado también su primer catálogo monográfico.

Vivian Springford en Almine Rech, 2020
Vivian Springford en Almine Rech, 2020

 

 

Vivian Springford

ALMINE RECH GALLERY

39 East 78th Street

Nueva York

Del 13 de noviembre de 2020 al 13 de enero de 2021

 

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