Inge Morath fue la primera fotógrafa en entrar en la agencia Magnum, una de las pioneras de la fotografía documental europea y además la autora de un proyecto emblemático que inició en los cincuenta y culminó en los noventa: un viaje a lo largo del río Danubio, fuente de fascinación para ella desde su niñez, que le llevó a adentrarse también en la cultura y costumbres de las gentes que habitan a sus orillas. El Danubio es el único río que se pronuncia en femenino en alemán, lengua de la austriaca Morath, y también el que más países atraviesa a lo largo de su recorrido: diez.
Dos décadas después, ocho ganadoras del Premio que lleva el nombre de la fotógrafa (un galardón concedido cada año a una fotógrafa documental menor de 30 años) se unieron, auspiciadas por la Galería Fotohof, para rendir tributo a Morath en un proyecto gestado a fuego lento de implicaciones mucho más amplias que las artísticas.
En realidad, la parte más breve de esta iniciativa fue su realización en sí (34 días recorriendo en camión 6.500 kilómetros desde Alemania hasta Rumanía), porque su preparación fue larga y llevó años; requirió crowdfunding, el apoyo de la Fundación Telefónica y de otras entidades y la preparación de una infraestructura básica: camión prestado por la empresa del hermano de una de las artistas y planteado en su interior y exterior por un diseñador, conductora fotógrafa, operativo suficiente para que tres hijos de las participantes les acompañaran en el periplo…
Los frutos de este trabajo colectivo y las bambalinas de su preparación y del día a día de las fotógrafas recorriendo el Danubio se nos muestran, desde mañana y hasta el 2 de octubre, en la cuarta planta del Espacio Fundación Telefónica, dentro de la programación oficial de PHotoEspaña. Olivia Arthur, Claudia Guadarrama, Emily Schiffer, Kathhyn Cook, Jessica Dimmock, Lurdes R. Basolí, Claire Martin y Ami Vitale ensayaron nuevas formas de trabajar (dentro de un proyecto común, pero a la vez personal, en el que la noción de autoría, sin llegar a diluirse, si pierde importancia en favor del conjunto), aprovecharon las posibilidades de las nuevas tecnologías, concentraron su interés en el paisaje, las gentes y las posibilidades de aprendizaje y desarrollo que el Danubio y su convivencia podían ofrecerles y, además y no menos importante, entablaron relación, con la ayuda de voluntarios, con las comunidades locales, a quienes mostraban en su camión las fotografías de Inge Morath que portaban con ellas, devolviendo de algún modo sus raíces a esas fotografías documentales.
Han ensayado nuevas formas de trabajar, dentro de un proyecto común pero a la vez personal en el que la noción de autoría pierde importancia
De hecho, en algunas ciudades pequeñas, grupos de personas esperaban ya con ansia la llegada del camión y en una de ellas, Passau, una señora se identificó en una obra de Morath y contó cómo fue conocer a la artista dos décadas antes.
Por otro lado, en cada población de parada de la caravana se presentaron proyecciones nocturnas, debates y visionados de porfolios, y diversos artistas locales recibieron becas para unirse al grupo e intensificar el intercambio cultural que ya se producía durante el viaje de las fotógrafas.
En la muestra dialogan historias, las que contó con sus fotos Morath, una de las fotógrafas más influyentes en figuras posteriores de este medio (quien, por cierto, desarrolló en España una de sus primeras series, La guerra de la tristeza, y también dedicó otras al drama de los refugiados) y las de las fotógrafas participantes, que se conocieron en 2012 y gestaron la iniciativa vía e-mail y por Skype.
La exposición deja claro, como ha subrayado en la presentación de la misma Claire Martin, que uno de los aspectos más emocionantes de este seguir los pasos de Morath fue el devolver, simbólicamente y durante un tiempo breve, las obras de la austriaca a los lugares donde se tomaron, incidiendo en el hecho de que la fotografía documental, en mucha mayor medida que el resto de los géneros del medio, necesita raíces para ser correctamente comprendida y valorada, y que la propia fotografía, hablando en general, es memoria.
También que las visiones y perspectivas que un mismo lugar puede despertar en cada persona son infinitas: si Olivia Arthur se centró en explorar cómo naturaleza y hombre se influyen mutuamente, Basoli ha dotado al río de carácter alegórico en imágenes sensuales y de atmósfera un tanto misteriosa; Kathryn Cook acentúa en sus fotos el carácter místico del Danubio, Dimmock ha vinculado la idea del eterno trascurrir de un río con el crecimiento humano y Claire Martin ha llevado a cabo crudos retratos y paisajes fluviales.
Claudia Guadarrama se ha decantado por escenas crípticas, con y sin figuras humanas, que destacan por su virtuoso tratamiento de la luz, Emily Schiffer ha trabajado con Smartphone fotografiando el peso del pasado en las historias personales de sus modelos y, por último, Ami Vitale ha analizado cómo gestos humanos y animales pueden alterar la percepción de cualquier lugar y de la misma naturaleza.
La muestra, comisariada por Celina Lunsford, directora artística del Fotografie Forum Frankfurt, enlaza el pasado y el presente del símbolo de la identidad europea que es el Danubio y también da visibilidad a la rica cultura de las regiones que atraviesa. Se exhiben 60 imágenes en blanco y negro de Inge Morath, todas copias originales que ha cedido Fotohof, y en torno a un centenar de trabajos de las ocho ganadoras de su premio. Se completan con un documental que recoge fases de su experiencia, de media hora de duración, y también de un blog en el que las ocho tienen voz.
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