Tintoretto: despliegue de audacia en Venecia

El Palacio Ducal le dedica una retrospectiva en su centenario

Venecia,
Tintoretto. Susana y los viejos, 1555-1556
Tintoretto. Susana y los viejos, 1555-1556. Kunsthistorisches Museum, Viena

Os lo avanzábamos en diciembre de 2017: este año en el que estamos se celebra el quinto centenario del nacimiento de Tintoretto -aunque hay quien cree que deberíamos retrasarlo a 2019- y varios museos internacionales se sumarán a la efeméride para reivindicarlo como pintor, como dibujante y como grabador. Por iniciativa de la National Gallery of Art de Washington, son tres las grandes exhibiciones que se le dedicarán: de la primera, que consta de setenta pinturas y dibujos y que acoge el Palazzo Ducale veneciano vamos a hablaros hoy; el mes que viene, la Morgan Library de Nueva York abrirá otra dedicada a sus prácticas sobre papel, y la última en llegar será la que la National Gallery brindará a cuarenta de sus grabados, que se acompañarán, para contextualizar, de trabajos de Parmigianino y Giuseppe Scolari. Este último museo será escenario de las tres: todas las exhibiciones que hemos mencionado podrán contemplarse allí a partir del 3 de marzo de 2019, dando la oportunidad al público estadounidense de conocer numerosas obras del artista que nunca han viajado a ese país.

Regresando a Venecia, hasta el próximo enero podemos contemplar allí los frutos de un proyecto de investigación internacional exhaustivo sobre el pintor: se trata de medio centenar de pinturas y una veintena de dibujos, todos firmados por Tintoretto, que han cedido grandes museos internacionales y que se completarán, cómo no, con los del ciclo que, entre 1564 y 1592, llevó a cabo el artista para este lugar, visibles en su ubicación original.

La exhibición incidirá en la vertiente más audaz y menos convencional de Tintoretto, quien, hijo de un tintorero y de ahí su nombre, desafió la tradición establecida encarnada entonces por Tiziano para innovar tanto en estética como en soluciones técnicas, y aún más: en experimentos iconográficos que hoy consideramos que marcaron un punto de inflexión en la historia de la pintura veneciana del siglo XVI. Entre los museos que han cedido obra para la ocasión se encuentra el Prado, que ha prestado cinco piezas muy destacadas, entre ellas José y la esposa de Putifar (alrededor de 1555), Judith y Holofernes (1552- 1555) y El rapto de Elena (1578- 1579), de más de tres metros de largo. Desde el Kunsthistorisches Museum vienés llega su fascinante Susana y los viejos (1555-1556), y del Staatliche Museen de Berlín, el retrato de Giovanni Mocenigo (1580).

Abren y cierran esta antología dos autorretratos emblemáticos del artista, realizados al inicio y al final de su carrera y procedentes del Museo de Arte de Filadelfia y del Louvre.

Según Carlo Ridolfi, Tintoretto pasó, aunque fugazmente, por el taller de Tiziano, pero, aún fiándonos de esta afirmación, pronto su estilo se separó del de aquel. En sus obras iniciales, de finales de la década de 1530 (La disputa de Jesús entre los doctores, Apolo y Marsias, Las historias bíblicas), manifestaba ya influencias claras de Pordenone y de Bonifacio Veronese, Sansovino y Schiavone, a las que sumaba la impronta de los manieristas romanos que pasaron por Venecia, como Francesco Salviati, Giuseppe Porta y Giorgio Vasari.

Quizá las primeras piezas en las que, de forma más clara, se aprecia su estilo personal en un primer momento fueron las que realizó para la iglesia de San Marcuila: La Última Cena y el Lavatorio (en el Prado), donde trabaja con maestría los espacios, la disposición de las figuras y la perspectiva. Fue El milagro del esclavo (1548) la pintura que lo consolidó como uno de los grandes autores venecianos del momento, por la teatralidad de sus escenarios y una juegos de perspectivas aérea hasta entonces inéditos. Se sucedieron los encargos privados y públicos, y a partir de 1549 pintó San Roque entre los apestados, San Juan en Patmos y la citada Susana y los Viejos, lienzos en los que fue afianzando su estilo.

A fines de la década de 1550, sus intereses se trasladaron a luz, iniciando una búsqueda de soluciones lumínicas novedosas patente en las puertas del órgano de la iglesia de Santa Maria del Giglio y, sobre todo, en el Milagro de San Marcos de la Pinacoteca Brera de Milán, obra en la que es la luz la que claramente determina formas, volúmenes, espacio y masas, en las figuras y en las arquitecturas que las enmarcan.

Su conjunto pictórico más importante lo realizó desde 1564 para la Escuela de San Roque, aunque destaca también la serie de los Fasti Gonzagheschi que los Gonzaga le encargaron para ensalzar sus hazañas. En la última pintura de esa serie vemos la entrada triunfal de Felipe II en Mantua.

Su gran reconocimiento, sobre todo fuera de Venecia, llegó a fines del s. XVI (y explica la atención que Velázquez le prestó). Sus dos últimos trabajos fueron La caida del maná y La última cena, ejecutados para San Jorge Mayor en 1594, el mismo en que Tintoretto murió.

 

“Tintoretto 1519-1594”

PALLAZO DUCALE

San Marco, 1

Venecia

Del 7 de septiembre de 2018 al 6 de enero de 2019

 

 

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