Parte de su vida transcurrió de huida en huida: su familia escapó en 1945 de Silesia (en la actual Polonia) hacia lo que pronto sería Alemania del Este y ya en 1953 se trasladaría a la Alemania Occidental. Sigmar Polke creció en una etapa en la que muchos de sus compatriotas, movidos por el trauma, trataron de intentar dejar a un lado las atrocidades cometidas por el régimen nazi, de no reabrir la herida.
Sus habituales cambios de residencia quizá influyeron en su nulo miedo a la experimentación artística y muchas de sus obras rechazan aquella tendencia habitual en los alemanes de su generación de intentar ignorar el pasado. Joseph Beuys, Karl Otto Götz y Gerhard Hoehme fueron sus profesores y muchos ven en él un continuador del escepticismo alemán representado por Arthur Schopenhauer o Wilhelm Busch.
EL CAMBIO COMO PRINCIPIO
Irreverente y profundamente escéptico respecto a cualquier principio de autoridad, Polke elaboró desde los sesenta hasta su muerte en 2010 pinturas en todo tipo de formatos, desde lo íntimo a lo monumental, en las que primero dejó ver su personal respuesta a la naciente sociedad de consumo (años 60), después manifestó su interés por los viajes, la vida en comunidad y los efectos de las drogas (años 70) y posteriormente se volcó en la experimentación con los materiales, los colores y el paso del tiempo (años 80).
Bajo el título de “Alibis”, la Tate Modern presenta, hasta el 8 de febrero, la primera retrospectiva del artista alemán que repasa su obra atendiendo a la diversidad de medios que empleó: incluye pinturas, fotografías, dibujos, esculturas, videos, cuadernos y proyecciones de diapositivas en los que, huyendo de categorizaciones, Polke trabajó con materiales sin jerarquías: polvos de meteorito, burbujas de plástico, la célebre baba de caracol, patatas, hollín, lacas, yoduros, nitrato de plata e incluso uranio. De ahí su sobrenombre de El Alquimista y la consideración de su estudio como un laboratorio químico.
Corrosiva prácticamente desde sus inicios, la obra de Polke, cambiante por sistema como la propia vida, se movió entre el Pop Art (recurrió a la apropiación de innovaciones con sello Warhol, como la repetición y la modificación cromática, y abordó temas relacionados con el consumo) y la investigación de las posibilidades del soporte y de los sistemas de percepción: no es casual que sus trabajos produzcan en el público interpretaciones confusas y encontradas.
Superpuso técnicas y motivos iconográficos y también se sirvió de la fotografía, el happening o la instalación con fines de crítica social: el llamado milagro económico alemán y las democracias occidentales fueron sus dianas.
Desde 1978, Polke vivió en Colonia y es allí, en su Museum Ludwig, donde se conserva una de las mayores colecciones internacionales de sus pinturas y grabados.
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