Sevilla homenajea a Martínez Montañés medio siglo después

El Museo de Bellas Artes recuerda su labor al frente de la escuela barroca de escultura de la ciudad

Sevilla,

La escultura más floreciente en Andalucía durante la primera mitad del siglo XVII fue la sevillana. En el cambio de siglo, mantuvieron el estilo manierista derivado de Bautista Vázquez Núñez Delgado, que colaboró con escultores de la generación anterior, fue amante de escorzos, perspectivas y telas quebradas y es autor del retablo del Bautista de San Clemente, y Andrés de Ocampo, el autor del retablo de Santa María de Arcos de la Frontera. Pero el gran maestro de dicha escuela sevillana fue Juan Martínez Montañés, que había nacido en Alcalá la Real (Jaén) en 1568, se formó en Granada con Pablo de Rojas y se encontraba ya en la ciudad hispalense antes de cumplir los treinta.

Francisco Valera. Retrato del escultor Juan Martínez Montañés, 1616. Ayuntamiento de Sevilla
Francisco Valera. Retrato del escultor Juan Martínez Montañés, 1616. Ayuntamiento de Sevilla

Alcanzó en vida una fama extraordinaria: tanta que Tirso de Molina llegó a decir de él que “por solo en el mundo se señala” y otro contemporáneo suyo, Fray Juan Guerrero, le señaló como “asombro de los siglos presentes y admiración de los por venir”. No tardó Martínez Montañés en asimilar el tono espiritual de la escultura sevillana: formado en el manierismo de la última etapa renacentista, supo captar la serenidad y el equilibrio propios de la expresividad artística en la ciudad; su comparación con las imágenes de Gregorio Fernández apunta al sentido clásico, el orden y la ponderación que distinguieron su obra en tiempos de barroquismo.

En el mundo soñado por Montañés, las figuras no realizan acción alguna si no es con gracia, con una muy parecida a la que será el principal encanto de Murillo o el gran mérito de muchas Vírgenes sevillanas del siglo XVI. Incluso sus santos en actitud contemplativa antes presentan en sus rostros un cierto sentimiento de tristeza que un arrebato místico profundo.

Hasta el 15 de marzo de 2020, el Museo de Bellas Artes de Sevilla presenta “Montañés. Maestro de maestros”, un recorrido por cuarenta y ocho esculturas y una decena de pinturas del jienense y de sus contemporáneos que subraya la novedad presente en sus motivos iconográficos, el carácter sublime de sus imágenes devocionales y la ambición de los encargos que aceptó. La pinacoteca andaluza es, además, un espacio estrechamente vinculado a este autor, pues en el antiguo convento de la Merced Calzada donde se asienta se encontró durante siglos una de las obras fundamentales del escultor: un Nazareno de la Pasión.

El último homenaje sevillano a Martínez Montañés en forma de exposición tuvo lugar hace nada menos que medio siglo, en la Real Academia de Santa Isabel de Hungría, que acogió en 1969 la retrospectiva “Martínez Montañés y su época” y, antes, en 1937, el Museo de Bellas Artes había presentado “Homenaje a Martínez Montañés”, de ahí la oportunidad de recuperar su figura en Andalucía para las nuevas generaciones. Las piezas elegidas lo han sido por razones de representatividad, calidad y estado de conservación y se estructuran en tres secciones.

En la primera encontraremos sus conjuntos o retablos más significativos, como los que llevó a cabo para San Isidoro del Campo o el convento de San Leandro; en la segunda, ejemplos de su imaginería, como San Cristóbal o San Jerónimo y, en la tercera, testimonios de sus aportaciones a la iconografía barroca sevillana, como el Niño Jesús del Sagrario, la Inmaculada Concepción llamada La Cieguecita o el Cristo de la Clemencia.

Merece la pena detenerse ante el retablo de San Isidoro del Campo, de Santiponce, en las cercanías de Sevilla, su primera gran creación: contiene en el centro el relieve de San Jerónimo penitente y, a los lados, los de la Adoración de los pastores y la de los Reyes; además, otros relieves y estaturas decoran los cuerpos superiores. La Adoración de los Pastores es un ejemplo manifiesto de su sentido de la ponderación y la belleza: todas las figuras están agrupadas para dejar ver un bello perfil o un bello gesto y la pareja de ángeles con alas enhiestas, como Victorias clásicas, es seguramente de lo más hermoso que ha producido la escultura andaluza.

Completan el conjunto las estatuas orantes, también de madera policromada, de Guzmán el Bueno y su mujer, que, siguiendo el ejemplo de El Escorial, se encuentran en hornacinas en los muros laterales.

Respecto al Cristo de la Clemencia, Montañés dejó escrito que tendría “la cabeza inclinada mirando a cualquier persona que estuviera orando al pie de él, como que le está el mismo Cristo hablando”. Sus pies aparecen cruzados según la mística visión de Santa Brígida, habiéndose inspirado para ello en la copia de un Cristo de Miguel Ángel existente en Sevilla. El suyo es seguramente el cuerpo más esbelto y bello, y su rostro el más expresivo, que conocemos salidos de la mano de este artista.

Esta exhibición también presta atención a sus colaboraciones con otros autores, de los que pueden verse pinturas que conformaron retablos o fueron expresión pictórica de las nuevas iconografías que el escultor contribuyó a consolidar. Nos referimos a Francisco Pacheco, Gaspar Núñez Delgado y Francisco Varela.

Vista de la exposición "Montañés. Maestro de maestros" en el Museo de Bellas Artes de Sevilla
Vista de la exposición “Montañés. Maestro de maestros” en el Museo de Bellas Artes de Sevilla
Vista de la exposición "Montañés. Maestro de maestros" en el Museo de Bellas Artes de Sevilla
Vista de la exposición “Montañés. Maestro de maestros” en el Museo de Bellas Artes de Sevilla

 

 

“Montañés. Maestro de maestros”

MUSEO DE BELLAS ARTES DE SEVILLA

Plaza del Museo, 9 

Sevilla

Del 29 de noviembre de 2019 al 15 de marzo de 2020

 

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