Seurat, Serra y la vida del papel

El Museo Guggenheim Bilbao dedica una muestra a sus dibujos

Bilbao,

La próxima muestra en el Museo Guggenheim Bilbao une a un pintor francés de vanguardia que hizo suyas las investigaciones ópticas, sobre la luz, las atmósferas y los instantes iniciadas por el impresionismo, para abandonar después lo improvisado y espontáneo de sus ejecuciones, y a un escultor contemporáneo que abrió nuevos caminos en su disciplina, en relación con la arquitectura. Se trata de Seurat y Richard Serra, y este centro los emparenta en razón de su tratamiento del dibujo como técnica autónoma, por más que pueda, evidentemente, relacionarse con el resto de sus respectivas producciones.

“Serra/Seurat. Dibujos” nos presenta hasta septiembre, bajo el comisariado de Lucía Agirre y Judith Benhamou, una selección de trabajos sobre papel de uno y otro; en los del francés nos fijaremos en el soporte hecho a mano que utiliza, porque lo empleó permitiendo que absorbiese la cantidad de conté precisa para generar luces, volúmenes y contrastes; el americano se valió, por su parte, de un papel japonés igualmente fabricado manualmente en la serie Ramble: su proceso de creación implica que las fibras den lugar a distintos accidentes e irregularidades, de modo que ninguno sea igual a otro.

Georges Seurat. Hombre recostado (studio para “Baño en Asnières”) , 1883-1884. Fondation Beyeler, Riehen/Basel, Sammlung Beyeler
Georges Seurat. Hombre recostado (estudio para “Baño en Asnières”) , 1883-1884. Fondation Beyeler, Riehen/Basel, Sammlung Beyeler

Hay que subrayar que Seurat ha contado con un nutrido grupo de admiradores entre artistas contemporáneos suyos y de generaciones posteriores: desde sus cercanos Maximilien Luce, Vincent Van Gogh o Paul Signac hasta Matisse, Picasso, Henry Moore, Bridget Riley o el mismo Serra. Puede que la razón resida en los enormes logros que alcanzó con gran simplicidad de medios: le bastaba conté sobre papel blanco para convocar la oscuridad en sus múltiples formas y, hablando de estas, explicaba el puntillista que el peso del dibujo se deriva no solo del número de capas de pintura, sino principalmente de la forma particular de la obra (porque) es obvio —desde el Cristo de Mantegna hasta las manzanas de Cézanne— que las formas pueden implicar peso, masa y volumen.

El papel francés elaborado a mano que decíamos que utilizó se llama Michallet y contenía, como el del americano, alteraciones, una textura pesada y ondulaciones que podrían pasar desapercibidas a simple vista pero que se advierten, con claridad y riqueza, tras pasar esa barra de conté. Seurat fue un maestro en la destreza técnica, pero también vivificando el Michelet a partir del conocimiento exhaustivo de sus peculiaridades.

La importancia de conocer las cualidades del soporte la apreciaría pronto Serra; ya en su etapa de estudiante junto a Josef Albers, afirmó que de su correcta lectura había de proceder cualquier desarrollo posterior: Una vez que se entendía la lección básica de que el procedimiento estaba dictado por el material, uno también se daba cuenta de que el material imponía su propia forma a la forma, dijo. Al margen de tallas, modelados y fundiciones, los mismos aceros tendrían mucho que ver con las experiencias espaciales que alumbran sus piezas, de dimensiones envolventes.

En Ramble, el conjunto que comenzó en 2015, cada hoja es, asimismo, distinta al resto; por sus propias características, por el modo en que el autor incide sobre el papel y por la manera en que este reacciona. A la hora de aplicar el crayón litográfico, utiliza de hecho dos métodos diferentes: en el primero, el grado de presión da lugar a una mayor o menor transferencia, por eso lo que en unas obras parece bruma suave, en otras deviene masa oscura y borrosa; en el segundo, la aplicación directa permite que la cantidad de material graso empleado sea más fácil de controlar y prometa un resultado lleno de matices.

Estos dibujos los diseñó Serra conforme a una escala ponderada, aunque propiciando una sensación de su tan querida monumentalidad al disponer 33 de los ejemplares más pequeños en una retícula definida por tres bandas de once; de este modo, nos hace partícipes del proceso seguido para realizarlos, subrayando los efectos que cada impresión suscita sobre los papeles, únicos.

Richard Serra. (Ramble 3-54), 2015. Colección del artista Obra © Richard Serra/Artists Rights Society (ARS), Nueva York
Richard Serra. (Ramble 3-54), 2015. Colección del artista. Obra © Richard Serra/Artists Rights Society (ARS), Nueva York

Como muchos de sus asiduos, Seurat y Serra también concibieron el trabajo sobre papel como una actividad esencial. El francés comenzó a pintar tarde y sus lienzos son relativamente escasos, frente al gran número de sus dibujos, en los que, como su compañero Signac explicó, exploró a fondo las posibilidades de la luz: El resultado de los estudios de Seurat fue su juiciosa y fértil teoría del contraste, a la que sometió todas sus obras. Primero lo aplicó al claroscuro: con estos sencillos recursos, el blanco de una hoja de papel Ingres y el negro de un lápiz Conte, hábilmente degradado o contrastado, ejecutó unos cuatrocientos dibujos, los dibujos de pintor más bellos que existen. Gracias a la perfecta ciencia de los valores, podemos decir que estos blancos y negros son más brillantes y coloridos que muchas pinturas. El conocimiento profundo del color que demostró en sus telas procede, por tanto, de las gradaciones que desplegó en papel.

Al escultor esas obras le llevan, más que ningunas otras, a pensar en el negro como color, y no es de extrañar dado que el empleo casi puntillista del granulado permitía a Seurat, a veces, trabajar “en negativo”.

En cuanto a sus piezas reunidas en Bilbao, podremos rastrear en ellas su evolución desde su paso por la escuela de Lehmann hasta el paulatino abandono de los caminos tradicionales. Contemplaremos las pequeñas imágenes, seguramente tomadas de un cuaderno, Pareja sentada y En mangas de camisa, datadas hacia 1881, que prueban sus propósitos de alejarse del delineado tradicional por la vía de un sombreado rayado diagonal, enmarcado por líneas cortas y entrecortadas. También Enganche de dos caballos, donde esbozó con movimientos cortos y enmarañados la masa de la forma central, la de los dos animales y el cochero, ocupando el resto de la imagen con trazos similares aunque más suaves, articulando un continuum excepto por el cambio de dirección en la ejecución; algo así ocurre en La lámpara, aunque en este caso el resultado es más pronunciado al desaparecer el cuello y la barbilla de la mujer en la oscuridad profunda del crayón, de modo que esa lámpara enmarca su rostro y toma presencia pese a que casi no se proyecta luz en el resto de la escena.

De su etapa de madurez veremos paisajes en blanco y negro de modernidad impresionista, como El muro del camino (el bosque) o Troncos reflejados en el agua (Homenage a Stéphane Mallarmé), y figuras tumbadas, sentadas o paseando como las que ofrece Paseo nocturno. Continuaría experimentando sobre papel tras comenzar a pintar, como vemos en Estudio para Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte: detalle de falda o Una noche, Gravelines, que destaca por sus claroscuros.

Finaliza el recorrido con la bella La vela blanca, uno de sus últimos dibujos, en el que la luz brota de esa pequeña vela que domina la composición, plena en detalles. Trabajó Seurat sobre toda la superficie del papel, como hará Serra en su serie.

Georges Seurat. Troncos reflejados en el agua (Homenaje a Stépane Mallarmé), 1883-1884. Villa Flora, Winterthur; préstamo permanente a la Hahnloser/Jaeggli Foundation, Winterthur.
Georges Seurat. Troncos reflejados en el agua (Homenaje a Stépane Mallarmé), 1883-1884. Villa Flora, Winterthur; préstamo permanente a la Hahnloser/Jaeggli Foundation, Winterthur.

 

 

“Serra/Seurat. Dibujos”

MUSEO GUGGENHEIM BILBAO

Avenida Abandoibarra, 2

Bilbao

Del 9 de junio al 6 de septiembre de 2022

 

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