Habitual de ferias internacionales como Ch.ACO, Art Lima, ARCO, Context Art Miami, Pinta, Art London, ArteBA, Los Ángeles o Berliner Liste y con un buen número de individuales en museos españoles a sus espaldas (Centro de Arte Alcobendas, MEIAC de Badajoz, CAAC de Sevilla), Ruth Morán regresa a la que es su ciudad, Badajoz, para presentar en la Galería Ángeles Baños su obra reciente, que tiene como eje la pintura aunque no sean las telas su único soporte.
La conocemos sobre todo por sus composiciones de carácter abstracto y trazos blancos sobre fondos negros, fruto de procedimientos diversos: desde el rotulador o el temple vinílico a sus más actuales papeles perforados manualmente elaborados; unas y otras piezas vienen dominadas habitualmente por los grandes formatos. Progresivamente ha evolucionado esta autora desde la utilización de tramas lineales enmarañadas que sugieren tejidos y ocupan prácticamente al completo la superficie de las composiciones hasta construcciones densas, planteadas como suma ordenada de estratos que parecen gravitar sobre el vacío y dialogar con él. Acción y azar confluyen con orden y ritmo: en sus líneas convergen la sensualidad y la armonía, comunión de opuestos que explica la gran capacidad de sugerencia de sus proyectos no figurativos.
Desde el pasado 22 de noviembre, Morán exhibe, como decíamos en Ángeles Baños, la muestra “Barro, papel y tijera”, donde de nuevo encontraremos piezas que unen caos y reflexión y en las que importa el trabajo gráfico pero este emerge a modo de latencia, a medio camino entre lo presente y lo perdido. Explica David Barro, en el texto que acompaña la exposición, que la extremeña sondea misterios al explorar la superficie de sus papeles, la naturaleza orgánica presente en su origen, su tactilidad y la memoria que contienen.
Los motivos presentes en cada una de las obras del recorrido se relacionan entre sí, aunque sea generando tensiones y discontinuidades entre las formas gráficas y cromáticas, al mismo tiempo abiertas y contenidas; sus espacios no resultan cerrados sino que admiten desarrollos, sea a partir de líneas, puntos o perforaciones; en palabras de Barro, todo declina en una suerte de paisaje, abstracto, inconmensurable, una especie de abismo horizontal. Esas naturalezas gráficas resultantes nos parecen tan amplias como íntimas, al nacer de plegar, desplegar y volver a plegar las imágenes; reflexión sobre el cuerpo de las mismas que, de modo natural, ha conducido a Morán hacia la cerámica, en su camino por los terrenos de lo físico y lo orgánico y del aprendizaje a partir del error.
En unas y otras disciplinas, los signos mínimos que pueblan sus obras conectan con emociones y devienen ritmos que a su vez generan tensiones lumínicas (como sus perforaciones) y cromáticas: ese color también es materia en su pintura, al igual que el espacio y sin diferencias respecto a aquel. No hay un centro en sus proyectos: las posibilidades de las formas se multiplican y dan lugar a atmósferas, compatibles con lo abstracto y deudoras de las emociones. De nuevo en palabras de Barro, Ruth Morán siempre ha reivindicado el placer instintivo de la pintura y ha abrazado la poética que emana de lo sensorial, de la acción, de lo experiencial. La pintura como murmullo del espacio, como orden inestable.
Ruth Morán. “Barro, papel y tijera”
Plaza de los Alféreces, 11
Badajoz
Del 22 de noviembre de 2019 al 13 de enero de 2020
