Robert Irwin: la bombilla y la incertidumbre

Pace Gallery muestra en Nueva York su obra reciente

Nueva York,

Hace seis veranos, la Pace Gallery presentó su primera exhibición londinense dedicada a Robert Irwin, figura fundamental del movimiento Light and Space, que fue fruto de una serena revolución estética y que dio sus primeros pasos en el sur de California a principios de los sesenta, cuando tanto Europa como Norteamérica aplaudían la elevación del objeto cotidiano a hecho artístico que defendía el Pop Art. Irwin tomó ideas de investigaciones filosóficas contemporáneas en torno a las relaciones entre la sociedad y la naturaleza y también de los avanzados estudios psicológicos sobre la percepción que se desarrollaban entonces, y decidió combinarlas en su producción con el empleo de una radical abstracción derivada de Pollock, Rothko y Barnett Newman.

Encontraba los medios de la pintura y la escultura tradicionales, y las barreras que los separaban, excesivamente rígidos, y eligió diseñar objetos e instalaciones que transformaran el ámbito lumínico que rodeaba a su espectador.

Aquella muestra constaba de dos instalaciones site-specific basadas en ritmos, texturas, densidades, temperaturas y relaciones cromáticas; como decíamos, era la primera que Pace brindaba a Irwin en la capital británica, que no a nivel internacional: el artista viene exponiendo con la firma desde 1966 y la decimonovena exhibición de su mano puede visitarse ya en Nueva York, donde podemos contemplar hasta el día 22 de este mes sus nuevos trabajos escultóricos. “Unlights” reúne ocho obras que remiten a sus experimentos de la década de los sesenta al tiempo que expanden sus estudios sobre las condiciones que rigen nuestra percepción, lo que Irwin llama “el campo infinitamente texturizado de nuestra presencia en el mundo”.

Robert Irwin. Kilts, 2018. © Robert Irwin
Robert Irwin. Kilts, 2018. © Robert Irwin

Hablamos de piezas que constan de luminarias fluorescentes instaladas verticalmente en las paredes de la sala, tubos de vidrio que se han cubierto de capas de gel y tiras de cinta aislante, lo que permite que las superficies reflectantes de vidrio no iluminado y aluminio anodizado interactúen con la iluminación ambiental en el espacio circundante y produzcan patrones cambiantes de sombras y tonalidades cromáticas. Irwin ha querido esta vez prestar atención a las sensaciones que pueden generarnos los ritmos visuales, su expansión y la intensidad lumínica en la galería, y también tratar de registrar nuestra presencia en ella, su inmediatez.

Yendo mucho más allá de sus innovadoras, y tempranas, pinturas de discos, el americano ha tratado de disolver las fronteras (perceptivas) entre los objetos y su entorno: cada una de sus esculturas lumínicas contiene una o dos bombillas apagadas, en algún caso ninguna, mientras que los espacios alternos de pared “vacía” se han pintado en sutiles tonos de gris, generando en el espectador dudas, cierta incertidumbre, sobre lo que es táctil y lo que es meramente óptico. A medida que los intervalos de espacio sombreados, pintados y reflejados reverberan en el campo visual del espectador, la pared misma entra a formar parte de las composiciones, desestabilizando cualquier separación entre la obra de arte y su contexto. Contemplar sus esculturas supone, por lo tanto, dejarse atrapar en una incesante oscilación entre la planitud y el volumen, la transparencia y la opacidad, la solidez y la evanescente atmósfera.

Robert Irwin. Arrowhead, 2018. © Robert Irwin
Robert Irwin. Arrowhead, 2018. © Robert Irwin

En el arte de Irwin, el objeto funciona como una especie de partitura para orquestar “el desarrollo continuo y la extensión del potencial humano para percibir el mundo”, en sus palabras. Aunque no estén encendidas, las bombillas de estas nuevas obras nunca están estrictamente “apagadas”: sus superficies ópticamente ricas sirven como polos energéticos para aumentar las posibilidades sensoriales del cuerpo humano. En su complejidad cromática, estas obras transmiten una calidad casi pictórica, recordando los orígenes de Irwin como pintor expresionista abstracto de segunda generación en la década de 1950. Sugiriendo una composición rítmica y mínima de elementos lineales repetidos, también evocan sus innovadoras pinturas lineales de principios de los años sesenta, y nos involucran física y perceptivamente en una experiencia de visión abierta, inmersiva y transitoria.

Hay que recordar que, en sus inicios, Irwin se sirvió ya de luces fluorescentes como sustratos para producir lo que llamaba “arte condicional”, en los noventa comenzó a emplear esos geles de colores sobre tubos para alterar el cromatismo de la luz y, entrando en la década de los 2000, empezó a aislar bombillas y sus accesorios al modo de objetos escultóricos por derecho propio.

El proyecto que ahora exhibe en la Pace supone, por tanto, la culminación de siete décadas de experimentación rigurosa tratando de demostrar que en el arte, y en la percepción, todo es condicional y no hay nada trascendente e infinito per se: cualquier obra actúa dentro de un contexto. Como toda la producción de Irwin, sus nuevas esculturas responden de manera diferente a las condiciones de cada entorno específico en el que se instalan, sintonizando nuestros sentidos con un contexto dado y haciendo posible una experiencia fundamentalmente intuitiva. Como podemos imaginar, no le interesan las respuestas, sino el acto de cuestionar, y define su trayectoria como una búsqueda constante de las posibilidades del arte.

Robert Irwin. Eight Skate & Donate, 2018. © Robert Irwin
Robert Irwin. Eight Skate & Donate, 2018. © Robert Irwin

 

Robert Irwin. “Unlights”

PACE GALLERY

540 West 25th Street

Nueva York

Del 17 de enero al 22 de febrero de 2020

 

Comentarios