Si un eje temático domina la producción de Renoir ese es la mujer, y muchos críticos contemporáneos a él ya se ocuparon de subrayar esa querencia del pintor impresionista por las representaciones femeninas desde la delicadeza y la voluptuosidad.
Hace casi un siglo (en abril de 1917), el Palacio de Bellas Artes de Barcelona acogió una muestra promovida por artistas catalanes, entre los que figuraban Ramón Casas y Santiago Rusiñol, de la que formaron parte cerca de 1500 obras de pintores franceses de aquel tiempo, como Cèzanne, Degas, Manet, Monet, Morisot, Pisarro Puvis de Chavannes, el propio Renoir y Sisley. La exhibición buscaba subrayar la riqueza del arte del país vecino en el último tercio del s XIX y entre las obras escogidas figuraba el célebre Moulin de la Galette, que cosechó en Cataluña buenísimas críticas, como la de José Francés en el periódico La esfera: comentó que “no puede contemplarse sin sentir escalofríos de un deleite casi angustioso”.
Coincidiendo prácticamente con el centenario de aquella exhibición, en la que Renoir era quizá el pintor más ampliamente representado, la Fundación MAPFRE presenta en la Casa Garriga i Nogués de Barcelona, a partir de mañana, la muestra “Renoir entre mujeres. Del ideal moderno al ideal clásico. Colecciones de los museos d’Orsay y de l’Orangerie”, formada por setenta trabajos tanto del autor del Moulin – pieza que ha regresado a la capital catalana – como de otros creadores coetáneos, como los citados Rusiñol y Casas, Carles Casagemas y Manuel Feliú de Lemus, que trabajaron en París a fines del s XIX y que contribuyeron, con lo que allí aprendieron, a renovar el panorama pictórico en nuestro país. También de Vincent Van Gogh, Maurice Denis, Edgar Degas, Pierre Bonnard, Aristide Maillol, Henri-Edmon Cross y Pablo Picasso.
La mujer, eje como decíamos de la obra de Renoir, es el leitmotiv también de esta exposición: por sus lienzos desfilan la esposa de Renoir, sus amantes y amistades, modelos profesionales, burguesas, actrices o muchachas anónimas que encontraba en la calle.
LA MUJER ATEMPORAL
La muestra se estructura en una decena de secciones dedicadas a distintos modelos femeninos presentes en su trabajo, desde las parisinas que retrató en los años setenta a las muchachas que disfrutan en el Bal du Moulin de la Galette (1876), algunas de ellas amigas de Renoir y pintadas en Montmartre. En esta etapa sus retratos se alejan de los cánones academicistas y forjan la imagen de la parisina moderna.
A partir de los ochenta, Renoir comenzó a centrarse en el asunto del desnudo femenino bajo la influencia de sus admirados Ingres, Rafael, Tiziano o Veronés. Aunque sus referentes sean clasicistas, su sensualidad no lo es. Una obra clave de aquel momento es Femme nue dans un paysage (1883), realizado tras regresar de Italia, pues su dibujo firme y el estudio clásico del cuerpo dejan patente que Renoir ya había superado la técnica impresionista en la figura, aunque el paisaje mantenga su tratamiento abocetado. La fusión entre mujer y naturaleza, planteada ya en esta obra, interesó siempre a Renoir, que siguió pintando al aire libre aun cuando se distanciaba de los cánones impresionistas.
Desde 1885, el año en que nació su hijo Pierre, la imagen de la mujer comienza a adquirir en la obra de Renoir una relación muy clara con la maternidad y la infancia. Predominan desde entonces las escenas íntimas, familiares y atemporales, como Maternité, datada también en 1885, en la que presentó a Aline, su esposa, amamantando a su hijo Pierre.
Ya durante los noventa, a aquellas escenas íntimas familiares se sumaron las toilette o al aseo de la mujer, como Femme nue couchée (Gabrielle). Contemplando estas piezas, el espectador queda convertido en voyeur que invade un momento de intimidad femenina en el que el desnudo vuelve a ser el protagonista.
En sus últimos años, Renoir se centró en recrear la atemporalidad de una Arcadia en la que bañistas y ninfas centran composiciones donde conviven clasicismo y modernidad en tensión. En 1918, cuando llevó a cabo Les baigneuses, tenía Renoir setenta y ocho años y no había dejado de lado la preeminencia del motivo femenino, en forma ahora de mujer atemporal que se funde con la naturaleza.
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