Dicen de él que fue un visionario, porque su obra da respuestas a debates fotográficos que siguen siendo candentes hoy. Y su estilo resulta fundamentalmente contemporáneo porque, desde la asepsia, desplegó todos los recursos que convirtieron la fotografía en un arte autónomo.
El alemán Albert Renger-Patzsch trabajó entre los veinte y los sesenta fotografiando plantas, arquitecturas y paisajes urbanos y naturales que destacan por sus composiciones a la vez sencillas y originales en los puntos de vista y también por su planteamiento formal y técnico riguroso, pensado para que el espectador gane conciencia tanto de su propio entorno como de la manera en que lo percibe. Se le considera una de las grandes figuras de la Nueva Objetividad, así que es especialmente oportuno que la exhibición que ahora le dedica la Fundación MAPFRE (en sus sedes de Recoletos, no en la de Bárbara de Braganza) haya tenido como antecedente la centrada en el arte italiano de entreguerras.
Es la mayor muestra de Renger-Patzsch presentada hasta ahora fuera de Alemania y su comisario, Sérgio Mah, ha subrayado hoy que para acercarnos a ella es vital comprender que estos trabajos nacen de su reacción frente al pictorialismo y la historia de la fotografía anterior; de su creencia y búsqueda de la independencia del medio fotográfico y también de su voluntad de recentrar las cualidades de las imágenes apostando por un realismo de óptica amplia.
Se interesó por las vanguardias, pero quiso distanciar de ellas a la fotografía desde la convicción de que es importante diferenciar disciplinas y géneros frente a la tendencia de los ismos a la transdisciplinariedad. Se esforzó por encontrar una identidad artística y perceptiva propia de la fotografía, mostrándose favorable a la singularidad de cada arte.
La producción del alemán comulga con su biografía y sobre todo con el contexto social y político convulso de la Alemania de posguerra: testimonia, y a la vez se integra, en la industrialización creciente y en la cada vez mayor implantación cotidiana de la tecnología. Su fotografía acompañó las transformaciones sociales del momento y también promueve otras, las que deberían dar origen a cambios creativos y perceptivos.
Era consciente de la imposibilidad de una objetividad completa y de la complejidad presente delante y detrás de la cámara
Conectaba lo real (arquitectura, paisaje) con la eficacia aséptica de la máquina, pero era consciente de la imposibilidad de una objetividad completa y de la complejidad presente delante y detrás de la cámara: cultivó un auténtico conglomerado de temas y enfoques que, por su diversidad, suscitó el interés de escritores como Heinrich Böll o Ernst Jünger, entre otros.
Las imágenes de Renger-Patzsch evitan atavismos culturales y expresionistas, podríamos calificarlas como frías, pero, como decíamos, su realismo trasciende rigideces: no cree el artista en la representación tautológica de lo real, sino en el fruto de la intensificación de la mirada atenta sobre lo que nos rodea. Para conocer mejor sus ideas podemos leer sus ensayos sobre fotografía, seminales en su época (escribió casi cuarenta).
Si algunos de sus trabajos os resultan cercanos a la Bauhaus no estáis desencaminados: colaboró con la escuela y con Moholy-Nagy, sobre todo con motivo de la exposición “Film und Foto” en 1929, pero a diferencia del húngaro, que abogaba por que las artes reproductivas, como la fotografía, adquiriesen una misión reproductiva, al alemán le interesaba la posibilidad de una reproducción realista y meditativa, nunca simplista.
Algunos de sus libros están presentes en MAPFRE, junto a sus fotografías estructuradas en seis series dedicadas a plantas y flores captadas con gran claridad desde perspectivas cercanas; a la relación entre naturaleza y cultura, a objetos convertidos en temas retratados desde la precisión y desde una estética despojada, a los cambiantes paisajes del Ruhr, entonces territorio de contrastes en plena industrialización; a edificios y piezas industriales de calculada construcción formal -destacó en ellos su carácter seriado – y a una naturaleza más íntima, la de la zona rural de Wamel, donde residió al final de su vida.
Quizá en estas últimas fotografías es donde Renger-Patzsch se esforzó menos n resultar plenamente objetivo: algo nos dice que, tras la cámara, hay sentimientos de proximidad hacia paisajes largamente contemplados con buenos ojos. Sus visiones los sitúan fuera del tiempo lineal de la historia, en un enfoque al menos tan metafísico como concreto.
Decía el autor que la fotografía reduce el mundo en color a un rectángulo en blanco y negro; y como el más modesto arte, requiere buen gusto, capacidad de abstracción, fantasía y concentración.
En paralelo, y también en su Sala Recoletos, nos enseña la Fundación MAPFRE un centenar de fotografías pertenecientes a su colección, iniciada hace nueve años. Se articula en torno a núcleos de retratos dedicados a algunos de los autores representados en sus fondos y protagonistas, en algunos casos, de sus exposiciones, como Paul Strand, Garry Winogrand, Lisette Model, Robert Frank, Walker Evans, Graciela Iturbide o Dayanita Singh.
“Albert Renger-Patzsch. La perspectiva de las cosas”
FUNDACIÓN MAPFRE. Sala Recoletos
Paseo de Recoletos, 23
Madrid
Del 22 de junio al 10 de septiembre de 2017
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