Rembrandt, el camino hacia la libertad

El Museo Thyssen repasa su actividad como retratista

Y debido a que su trabajo y su arte habían agradado e impresionado grandemente a los ciudadanos y residentes de Ámsterdam, recibiendo frecuentes encargos de retratos, así como pedidos para otras pinturas, decidió mudarse de Leiden a Ámsterdam. En consecuencia, se trasladó hacia 1630, tomando residencia allí, donde todavía vivía en el año 1641.

Así contaba la biografía más temprana de Rembrandt, datada justamente en 1641 y debida a Jan Orlers, cómo el artista decidió trasladarse desde su ciudad natal hasta Ámsterdam a raíz de los encargos para retratar que en la hoy capital holandesa le esperaban, y eso que en Leiden no había llevado a cabo ninguno, solo algunos autorretratos y tronies, un tipo específico de retrato holandés en el que no aparece representado un modelo concreto, sino el busto de un personaje vestido con indumentaria llamativa o exótica y una gestualidad determinada.

A la actividad retratística del autor de La novia judía y a la que se desarrollaba en aquel siglo XVII en Ámsterdam se dedica la exhibición que el Museo Thyssen-Bornemisza abre al público mañana, bajo el comisariado de Norbert Middelkoop y Mar Borobia: una muestra en la que el centro lleva trabajando aproximadamente cinco años y cuya presentación se ha retrasado debido al buen número de exhibiciones internacionales que el año pasado conmemoraron el 350 aniversario de la muerte del artista.

La colección Thyssen guarda estrecho vínculo con el pintor y no es de extrañar: los Thyssen-Bornemisza residieron en La Haya, localidad muy cercana a Leiden, durante veinte años; Hans Heinrich Thyssen nació allí y la pintura holandesa está muy presente en los fondos del museo, siendo su obra emblemática justamente el Autorretrato con gorra y dos cadenas de Rembrandt, fechado poco después de que se instalara en Ámsterdam. Habitualmente podemos contemplarlo en la segunda planta del centro y en torno a él, puede decirse, se ha construido la exposición.

Rembrandt. Autorretrato con gorra y dos cadenas, hacia 1642-1643. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Rembrandt. Autorretrato con gorra y dos cadenas, hacia 1642-1643. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

El recorrido se ha articulado cronológicamente, alternándose los trabajos del de Leiden con los de sus contemporáneos, rivales en el mercado del retrato en esa ciudad, de modo que se subrayan los enlaces y diferencias entre artistas, la evolución de Rembrandt como retratista… y también la de algunos de los modelos, que aparecen en más de una ocasión, desempeñando distintos papeles (y más envejecidos). El despliegue de libertad de Rembrandt frente a sus competidores y discípulos se aprecia sobre todo en sus últimas salas, cuando su pintura queda despojada definitivamente de tendencias y se hace oscura y personalísima frente al clasicismo y la pincelada suave del resto.

Dirck Santvoort. Gobernantas y celadoras de la Spinhuis, 1638. Amsterdam Museum
Dirck Santvoort. Gobernantas y celadoras de la Spinhuis, 1638. Amsterdam Museum
Rembrandt. Venus y Cupido, posiblemente Hendrickje y Cornelia), hacia 1657. Musée du Louvre
Rembrandt. Venus y Cupido, (posiblemente Hendrickje y Cornelia), hacia 1657. Musée du Louvre

Aunque es bien conocido que es posible rastrear cómo pasaron los años por Rembrandt a través de sus autorretratos, su producción en este campo, el del retrato en general (al que aplicó a menudo las reglas de la pintura de historia), es una de las menos estudiadas en exposiciones, de ahí la novedad de este proyecto del Thyssen. En un inicio se nos introduce en el contexto de los retratos realizados en Ámsterdam en los años previos a la llegada de este autor, para a continuación desplegar sus trabajos en diálogo, frente a frente, con los de sus rivales, que cierran la muestra antes de un epílogo dedicado a grabados del artista también centrados en retratos. No abandonó el género en este medio incluso cuando, en la década de 1840, sí alejó su pintura de él. Esa etapa coincidió con el inicio de un cambio de rumbo en la producción de sus coetáneos hacia el academicismo, la viveza de color y el intento de halagar al retratado, corriente (homologable a la pintura francesa contemporánea) que se mantendría en los sesenta y los setenta, mientras Rembrandt se mantuvo fiel a sus empastes y su austeridad cromática, logrando, en palabras de Van Gogh, penetrar tan lejos en el misterio que podía decir cosas que ninguna lengua puede expresar.

Ha reunido el Thyssen, para esta ocasión, casi un centenar de pinturas de las que 22 son de Rembrandt; el resto pertenece a una treintena larga de autores. Unas y otras dan fe del esplendor que conoció el género en la Ámsterdam del siglo XVII, coincidiendo con una etapa de especial riqueza en la ciudad favorecida por su actividad comercial y la pujanza de su burguesía: no solo la nobleza y la monarquía, sino en buena medida las clases medias, pudieron encargar retratos (los veremos individuales, grupales y de pareja) y precisamente esa circunstancia favoreció que los pintores pudieran establecer con sus comitentes vínculos más estrechos que se plasmarían en estas pinturas (no solo en los rostros, también en el muestrario de objetos de sus interiores cotidianos).

En la década de 1630, y como era de esperar, Rembrandt comenzó su andadura en Ámsterdam adaptándose al gusto de sus clientes, es decir, a la demanda de parecido, comenzando a incorporar a aquellas obras una narrativa propia, una viveza especial patente en un dinamismo inédito. Sus pinceladas eran entonces suaves, salvo en uno de esos tronies que le permitían salirse de la norma: el busto de un anciano vestido con ropajes de fantasía. Desde el principio concibió sus retratos, en realidad, como una celebración de la pintura.

Como avanzábamos, en los cuarenta prefirió dedicarse a otros géneros (dejando a sus alumnos copar ese mercado), pero en los cincuenta, necesitando ingresos, regresó a él. Eso sí, ya sin más reglas que las propias, afrontando que su éxito económico no se repetiría: sus claroscuros intensos y su economía en el color hacían estos cuadros adustos a ojos de muchos. Detectaremos en la visita que, paulatinamente, Rembrandt concedió cada vez mayor peso a las esencias de sus retratados, sobre todo a sus rostros y emociones, que sus pinceladas ganan energía y que no fue en absoluto extraño que incorporara a estas obras rasgos ya presentes en sus escenas religiosas, mitológicas o históricas.

Sus pinturas y las de Cornelius Ketel, Van der Voort, Van den Valckert, Nicolaes Eliasz, Pickenoy y Thomas de Keyser, más allá de su valor artístico incuestionable, destacan en el Thyssen por ofrecer una panorámica preciosa de la sociedad holandesa de entonces: eruditos, matrimonios, niños, artesanos en faena, gobernantes, cirujanos… y también pintores; eran muchos los que entonces acudían a la ciudad buscando su triunfo y el beneficiarse de la demanda de retratos. Hals no se encontró entre ellos, aunque sí tuvo clientes en Ámsterdam y está representado en la exposición de la mano de sonrientes modelos.

La exhibición “Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670” se acompañará de un simposio, el 9 de marzo, en el que se abordarán la problemática relativa a atribuciones del pintor y las últimas investigaciones sobre sus retratos.

Rembrandt. La lección de anatomía del doctor Jan Deijman, 1656. Amsterdam Museum
Rembrandt. La lección de anatomía del doctor Jan Deijman, 1656. Amsterdam Museum

 

“Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670”

MUSEO NACIONAL THYSSEN-BORNEMISZA

Paseo del Prado, 8

Madrid

Del 18 de febrero al 24 de mayo de 2020

 

Comentarios