Santiago Talavera (Albacete, 1979) es uno de los artistas más hipnóticos que conozco. Es imposible no caer abducido ante el movimiento de su péndulo y rendirse a su absoluta voluntad. Las obras de Talavera son increíblemente perfectas tanto en composición como en ejecución.
Los universos barrocos y soñados en los que nos sumerge Talavera podrían tornarse en dulces pesadillas en las que uno se pierde entre tanto objeto, símbolo, referencia, color… pero son pesadillas tan armoniosas y preciosistas que uno no quiere despertarse jamás. Sentirse como Alicia, pero siempre a salvo, es un placer ante el que es imposible no dejarse llevar. La paleta cromática de Santi, plagada de tonos amables que crean esos mundos que casi podrían parecer creados con regalices y gominolas, con algodones de feria y mullidos tejidos, nos deja perfectamente acomodados en su imaginario. Los lápices de colores en manos del artista van matizando absolutamente cada pormenor de la obra, creada generalmente a modo de collage, o dibujos en su mayoría.
Siempre hago la misma referencia, pero en «Conmigo llevo todas mis cosas» en La New Gallery –donde Santi cargó cada objeto, cada pieza, cada detalle de su estudio y lo colocó con tremenda perfección en la galería, recreando así su zona de trabajo real (incluyendo los sonidos, como el de la cañería que cada poco tiempo nos permitía escuchar el flujo de agua que bajaba por ella)–, me dejó gratamente impresionada, fue la primera exposición suya que vi en absoluta soledad, la galería estaba sin tránsito y yo había conocido a Santi meses antes su estudio, viendo cómo con tanta minuciosidad creaba las piezas que luegon dieron forma a esa muestra. Aquello me pareció uno de los gestos más valientes de un artista, me pareció también toda una declaración de intenciones.
Mostrar todo el “diógenes creador” que se trasmuta en algo tan estéticamente bello, sin importar los juicios en el proceso, me pareció realmente generoso. Talavera puso un alto listón con esta muestra que, estoy segura, superará fácilmente.
Santi ya había recorrido un intenso camino que nos dejaba ver esa generosidad, tanto rigor nos iba dando las pistas de un creador de los que se entrega a fondo y, cuya producción, es inevitablemente lenta y reflexiva. Desde sus delicadas obras de pequeño formato (21×21 cm.), entre las que se encuentran obras producto de mezclar óleo, dibujo y acuarela, a dimensiones donde parece sentirse más cómodo rozando el metro, superándolo o llegando incluso a doblarlo, ha ido evolucionando de una forma tan atractiva como intensa.
Algo que me gustaría resaltar de Santiago Talavera, más allá de la calidad de su obra, es la verdad de su creación, él, sin prisa, espera a que lo que quiere decir esté madurado y encuentre el modo correcto de expresarse y, entonces, sin miedo, se lanza a por su discurso, sea lo que sea que le brota de su interior, sin ceñirse a lenguajes cómodos para él… el reto siempre está dentro de si mismo.
Permaneced atentos porque en julio, participa en «de la mano»; una exposición-proyecto sin ánimo de lucro para colaborar con una fundación que ayuda a gente con parálisis cerebral severa y una residencia artística en la Nirox Foundation de Johannesburgo. Todo esto, mientras prepara dibujos para un proyecto en apoyo a santuarios animales y compone música –Talavera también es componente de Le Traste– y para lo próximo que expone en Madrid, que todos esperamos sea en 2016.