Es difícil establecer sintonías entre los intereses y la estética de la pintura de Neo Rauch y la mayor parte de los artistas con los que comparte generación (nació en 1960, en Leipzig) y, sin embargo, es una figura imprescindible a la hora de estudiar el arte alemán de las últimas décadas.
Se formó junto a Arno Rink en la célebre Hochschule für Grafik und Buchkunst de su ciudad natal cuando Alemania y Europa aún se encontraban divididos. Aquel contexto, junto al muy particular de Leipzig –la pintura allí desarrollada tras la II Guerra Mundial parecía obedecer a reglas propias– tuvo mucho que ver en que Neo Rauch se iniciará como pintor al margen de las tendencias dominantes. Fue a partir de los noventa cuando él conoció corrientes internacionales y el mundo lo reconoció a él, pero, roto ya el aislamiento cultural y político, Rauch optó por seguir trabajando desde la mayor libertad posible, ajeno a colectivos y etiquetas.
Sus pinturas son profundamente complejas, figurativas pero con evidentes ecos abstractos y surrealistas y huellas del realismo socialista que conoció muy de cerca aunque no veneró (Otto Dix o Max Beckmann forman parte más clara de sus influencias). Atrapan en un primer vistazo al espectador por trasladarlo a aparentes entornos familiares, aparentes porque esa sensación se desvanece en una contemplación más detenida para ser desplazada por la confusión, a veces el malestar. Representa Rauch la existencia humana en todas sus facetas, en interacción social y en soledad, en multitud de formas gloriosas y vergonzantes e incorporando, además, alusiones al pasado europeo y a la religión.
Esas referencias históricas se intercalan con imágenes oníricas, visiones, tratados con un cromatismo y una pincelada enérgicos y un movimiento que transmite cercanía y vitalidad. Sus imágenes parecen servirle para poner en claro esos retazos de pensamiento inconscientes, del mismo modo que algún filósofo decía no poder saber lo que pensaba hasta que lo expresaba con palabras.
Abundan las escenas superpuestas e inconexas y sus técnicas pictóricas son tan diversas como los asuntos que plasma con ellas, porque encuentra la belleza en el caos, en el desafío a las convenciones en forma y significado, y más poder en la imaginación que en el pensamiento, por eso es fácil interpretar como alegorías sus pinturas. La crítica a las circunstancias políticas que conoció está presente en muchas de sus obras, pero predomina el vigor, la defensa del poder de la pintura y de la creatividad por encima de las circunstancias históricas.
En cualquier caso, la nota común del conjunto de su obra es la presencia de figuras humanas sumidas en el desarrollo de acciones individuales o grupales, hombres y mujeres hacia los que es fácil experimentar cercanía y considerarlos antepasados familiares cuyo comportamiento nos admira o avergüenza. El absurdo parece rodearlos o formar parte de sí mismos, como presencia constante en la sangre y en el aire.
El Museum de Fundatie de Zwolle, en Holanda, le dedica hasta el 3 de junio una retrospectiva que repasa su producción desde 1993, año en que Neo Rauch presentó su primera exhibición individual en la Galerie Eigen + Art de Leipzig, recreada al inicio de esta antología. Buena parte de las 65 obras expuestas proceden de museos internacionales, pero también de la colección del artista, y en este último caso transmiten sus entusiasmos más privados.
“Neo Rauch. Dromos Painting 1993-2017”
Blijmarkt 20
Zwolle
Del 21 de enero al 3 de junio de 2018
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: