Hace solo unos días cumplió un mes de andadura el Museo del Realismo Español Contemporáneo, nacido a iniciativa de la Fundación de Arte Ibáñez Cosentino y la Diputación de Almería, con el impulso del artista Andrés García Ibáñez y el apoyo de Antonio López. Precisamente de la colaboración entre ambos pintores, y con algunos coleccionistas privados, deriva la reunión de las 260 obras que integran el acervo permanente del centro, situado en el Paseo de San Luis de la capital almeriense: se trata en su mayoría de pinturas, pero también de esculturas, dibujos y algún grabado, fechados desde comienzos del siglo pasado hasta la actualidad.
La sede del Museo es el antiguo Hospital de Santa María Magdalena, rehabilitado para la ocasión por la Diputación, que ostenta la titularidad de este espacio y financia sus actividades. Bien de Interés Cultural, es el único edificio del siglo XVI que se conserva en Almería (fue fundado por los Reyes Católicos en 1492, pero un terremoto obligó a reconstruirlo en 1556) y para que pudiera albergar el MUREC se ha consolidado su estructura y se han revalorizado sus elementos más notables, como la sobria fachada norte, su artesonado mudéjar, de extraordinario tamaño para tratarse de un lugar civil, o la escalera de Villalán. La superficie de esta construcción es de 3.000 metros cuadrados, distribuidos en dos plantas en torno a un patio central, que también ha sido acondicionado y que acogerá propuestas musicales, teatro, danza o conferencias; para esos fines también habrá una sala didáctica y un salón de usos múltiples y convenciones, este último ubicado en una capilla del siglo XIX. A quienes visitan el centro histórico de Almería, este centro no les quedará lejos: se encuentra muy próximo a la Catedral, el Centro Andaluz de la Fotografía, la Alcazaba y el barrio de la Almedina.
Son once salas las que integran el recorrido por los fondos permanentes del MUREC, en la planta baja y en la primera, y su ordenación atiende a criterios en los que se entrecruza la cronología y las distintas técnicas: se dedican a Antonio López y Andrés García Ibáñez, los maestros de entre siglos, el realismo y el modernismo, el regionalismo simbolista y el tradicionalismo, la síntesis y la modernidad realista, el eclecticismo y la modernidad de posguerra, Antonio López y los realistas de Madrid, la orbita de aquellos, su estela, el joven realismo y los talleres de Olula del Río (donde García Ibáñez y López han formado a muchos autores noveles, algunos aquí presentes) y, por último, de nuevo a Antonio López, Francisco López, Julio López y la escultura.
Entre los creadores representados, saldrán a nuestro encuentro Sorolla, Pinazo, Beruete, Muñoz Degrain, Emilio Sala, Antonio Fillol, Isidre Nonell, Joaquín Mir, Miguel Blay, López Mezquita, Ramón Casas, Mariano Benlliure, Zuloaga, Manuel Benedito, Mateo Inurria, Romero de Torres (del que se exhibe el gran lienzo Consagración de la copla, que se presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1912), Gutiérrez Solana, Valentín de Zubiaurre, Rosario de Velasco (el Museo Thyssen prepara una gran muestra suya para la que se han recuperado un buen número de obras), Daniel Vázquez Díaz, Rafael Zabaleta, Joaquim Sunyer, Ramón Gaya, Xavier Valls, García Donaire, Esperanza Parada, María Donaire, Isabel Quintanilla, Carmen Laffón, Amalia Avia, Joaquín Ramo, Enrique Gran, Lucio Muñoz, Cristóbal Toral, Luis Marsans, Mezquita Guñón, Clara Gangutia, Eduardo Naranjo, Félix de la Concha, Joseba Sánchez Zabaleta, Benito Prieto Coussent (cuyo legado completo ha sido adquirido por Andrés García Ibáñez), Gerardo Pita, Pepe Baena Nieto, Ignacio Estudillo, Cristina Megía, Rafel Bestard o Golucho.
Abierto de martes a domingo (este último día la entrada es gratuita), este centro tiene como fin último reivindicar un estilo y unos artistas, si no arrinconados, sí a menudo dejados de lado respecto a sus colegas abstractos en los grandes museos de arte contemporáneo y también a nivel institucional -el favor del público nunca lo han perdido-; también subrayar la genuina aportación española a este lenguaje, frente a la importación de vanguardias europeas o americanas, y que, como indica García Ibáñez y prueban muchas composiciones de este Museo, el realismo suele nacer de la vida.
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