Coincidiendo con su 70 cumpleaños este verano, Miriam Cahn está presentando tanto su primera muestra institucional en Austria, en Kunsthaus Bregenz hasta el 30 de junio, como su primera individual española, “todo es igualmente importante”, que el pasado día 4 abrió sus puertas en el Museo Reina Sofía.
Opresivas y atractivas, en colores pasteles o violentos, en sus pinturas solemos encontrar figuras que llenan el marco en entornos vacíos y apenas definidos. Sus rostros se reducen a sombras, ojos y bocas son por completo esquemáticos, y sus cuerpos, normalmente desnudos, se nos muestran perdidos y fantasmales, como si estuvieran iluminados por luces fluorescentes. Rara vez estas figuras se encuentran en acción, y cuando sí lo están sus gestos resultan perturbadores. Desprenden soledad, amor, brutalidad o sexualidad y en ellas observamos las huellas de la performance de los setenta, del arte feminista y también del pacifismo: estos seres nos reclaman una identificación muda, empatía y conciencia.
En ocasiones, ha representado el paisaje montañoso de la Alta Engadina, con sus horizontes abruptos y sublimes, pero incluso sus líneas parecen referirse a lo humano.
Y no solo pinta: esta autora suiza dibuja, fotografía, esculpe o escribe, pero sea cual sea la técnica de sus trabajos, todo en ellos brota del cuerpo en movimiento, que no solo es objeto de representación, sino también una herramienta comunicativa constantemente puesta a prueba, por el trabajo y por la vida.
Entiende la suiza sus manos, igualmente, como útiles para el pensamiento, por eso medios de largo recorrido como la pintura al óleo o el dibujo al carbón se convierten, en su caso, en trabajos con poco de convencionales, que no representan cuerpos ajenos, sino el suyo propio en sus cambiantes condiciones físicas e internas, desafiándose. Ha llegado a trabajar adaptando sus ritmos a los de sus periodos, dibujando con los ojos cerrados o pintando en vertical cuando dolencias óseas le impedían hacerlo sobre el suelo.
La muestra del Reina Sofía ha buscado extender a su montaje ese latido corporal cambiante: se alternan tonalidades luminosas y oscurísimas, perspectivas pensadas para que contemplemos ciertas obras a distancia frente a otras concebidas casi para el piel con piel, obras dispuestas a la altura del ojo que pretenden, sin esconderlo, interpelarnos…
Esa apertura de su arte a lo más personal e íntimo no deja de ser, y Cahn busca subrayarlo, un gesto político, ligado al feminismo, de cuya necesidad la artista tomó conciencia en los setenta, pero también al desafío de otras jerarquías, como las artísticas: cuestiona la supremacía de la vista sobre el resto de nuestros sentidos, de la razón sobre lo sensorial e intuitivo e incluso del sujeto sobre el objeto.
Como decíamos, violencia, sexualidad, muerte, naturaleza, familia… son referencias constantes en su producción, pero ella enlaza su lado íntimo con lo que tienen de microhistoria durante guerras y episodios históricos que ha conocido, como las contiendas de los Balcanes y el Golfo, la tragedia de Chernóbil o la actual crisis de los refugiados y la nueva ola feminista. Elementos como la casa, la cama, el barco, el árbol, maletas o ciertos artefactos de guerra son recurrentes en su trabajo, aunque no en un único sentido en sus significados.
En el fondo, tanto el conjunto de su obra como esta misma exposición las interpreta Cahn como “una forma biográfica de ver el mundo”, entendiendo esa biografía en un sentido amplio: la propia (encontraremos recuerdos de su vida, viajes y accidentes), la de la naturaleza, la de la historia y la de la historia del arte, porque apela también a Courbet, Picasso y algunos otros maestros pasados, siempre desde el presente.
Precisamente su producción más reciente es la que presenta colores más intensos; entre sus trabajos más tempranos mostrados en el Reina Sofía encontramos dibujos monócromos cuya escritura ya fluía a partir de lo corporal. Desde ese fin a ese principio, iremos contemplando pinturas, dibujos, esculturas, vídeos y fotografías que dialogan entre sí a su manera, sin ningún tipo de jerarquías.
Destacan piezas como L’origine du monde schaut zurück (2017-2018), su reinterpretación de El origen del mundo de Courbet dotado de rostro, aunque velado, y también pinturas actuales en las que no encontramos objetos ni figuras y que dialogan con otras, de formato menor, plenas de caras y alusiones a la violencia, el drama de la inmigración y el conflicto entre sexos. Los cuerpos, tanto femeninos como masculinos, aislados o agrupados, son aquí materia de estudio.
El centro de la exhibición lo ocupa la serie Sarajevo, formada por dibujos pequeños a tiza, lápiz, carboncillo, cera y pigmentos que llevó a cabo durante la guerra de los Balcanes, conectándola con sus memorias familiares y también con las imágenes picassianas de nuestra Guerra Civil. Y donde menos lo esperamos, aparece la belleza: la serie atombombem (Bombas atómicas), de 1987, consta de acuarelas dedicadas al desastre de Chernóbil y realizadas con tonalidades muy llamativas, pasteles y delicadas.
En el último capítulo de esta antología atípica encontraremos su primera producción corpórea: dibujos performativos que realizaba en el suelo, a veces con los ojos cerrados o la mano izquierda. Pero no sólo pintaba en el interior, también en la calle: en las paredes y las columnas del puente Alma de París o en los muros de la Nordtangente, una autopista en obras a cuya construcción era contraria.
Miriam Cahn. “todo es igualmente importante”
MUSEO NACIONAL CENTRO DE ARTE REINA SOFÍA. MNCARS
c/ Santa Isabel, 52
Madrid
Del 4 de junio al 14 de octubre de 2019
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