Mercè Rodoreda, la inocencia y sus contrarios

El CCCB dedica una muestra-bosque a su literatura

Barcelona,

La literatura regresa a la actividad expositiva del Centre de Cultura Contemporània de Barcelona -en su programación paralela siempre ha estado presente- después de la conmemoración, en 2013, del aniversario de la muerte de Roberto Bolaño.

Desde hoy podemos visitar allí, bajo el comisariado de la ensayista Neus Penalba, la muestra “Rodoreda, un bosque”, que reivindica la vigencia actual de sus textos en lo temático y lo formal y subraya las muchas dualidades que concitaron sus novelas, en las que cupieron la realidad y la fantasía, la crueldad y la candidez.

Justamente los temas más abordados en sus escritos -la inocencia, el deseo, el suicidio, el desarraigo, el escarnio o la metafísica- estructuran el recorrido de una exposición que recuerda, además, que muchos comenzaron a leer a la barcelonesa a partir de la reedición, hace ocho años, de su novela póstuma La muerte y la primavera, en la que, de nuevo de forma muy depurada, buceaba en las oscuridades íntimas.

Es frecuente que sus personajes espíen, deseen, asistan a muertes o ahogamientos, se transformen… y, también, que lo hagan entre tropos botánicos, por eso el espacio que ocupa la exposición se ha diseñado como bosque cuyas salas se relacionan de forma orgánica. Conoceremos sus raíces literarias y vitales, su experiencia del exilio, el tronco vertebrador que fue para ella la sacudida de la guerra, el deseo de ramificar sus referentes hasta alcanzar a escritores, pintores y cineastas fundamentales, las copas-cotas más altas de su literatura y, por último, las semillas que vino a depositar. Estas últimas serán piezas creadas para la ocasión por artistas visuales que se han inspirado en sus relatos: hablamos de pintura, dibujo, grabado, escultura, fotografía, instalaciones, documentos y audiovisuales.

Antes, sala a sala, podremos contemplar trabajos de autores esenciales del siglo XX que conectan de forma implícita o explícita con las inquietudes de la artífice de La plaza del Diamante, como Remedios Varo, Pina Bausch, Marc Chagall, Leonora Carrington, Picasso, Suzanne Valadon, Ramón Casas, Fina Miralles, Joan Ponç, Tura Sanglas, Dora Maar, Toni Catany o Man Ray.

Joan Ponç. Retrato con luna. 1947. Colección particular, Barcelona
Joan Ponç. Retrato con luna, 1947. Colección particular, Barcelona
Tura Sanglas. El múltiple ojo de la noche II, 2020. Cortesía de la artista
Tura Sanglas. El múltiple ojo de la noche II, 2020. Cortesía de la artista

En los últimos años, ha surgido la tendencia a aproximarse a la obra de Rodoreda desde dos enfoques contradictorios: el que la sitúa, de forma casi perenne, en un inocente jardín de la infancia y el que la convierte en escritora gore apegada a bosques de terror. Este proyecto pretende invitarnos a superar esas etiquetas y a entender sus trabajos desde la complejidad, atendiendo a las ambigüedades que hacen posible el equilibrio.

La presencia de la naturaleza en sus cuentos y novelas no alude sólo a un paraíso infantil perdido y mitificado (ni, desde luego, al amor de una autora sensible por las flores), sino al escenario primero de las más turbulentas emociones humanas, ésas que también han tratado los artistas plásticos reunidos.

La confusión, en todo caso, surge desde el tono de los mismos narradores de sus historias, frecuentemente cándidos al margen de su edad: es el caso de Natàlia en La plaza del Diamante, Cecília en La muerte y la primavera… Recalcaba la escritora que ver el mundo con ojos de niño, en una constante fascinación, no significa ser bobo, sino todo lo contrario. Así, desde la mirada de sus inocentes, hacía llegar a sus lectores tanto lo dulce como lo pavoroso.

Sus flores pueden ser bellas, pero también venenosas, y los bosques junto a los que florecen no son precisamente acogedores. Entre sus niños, veremos rasgos pánfilos o retorcidamente perversos y ellos, a la hora de crecer, no trataban de integrarse en el mundo adulto, sino de desvelar sus secretos. En último término, manifestarán su distancia respecto a un entorno violento con el que no se identifican a través del suicidio, concebido, incluso, en alguna ocasión (Viaje al pueblo de los hombres ahorcados) como liberación de un deseo inmanejable.

Francesc Carrera Bou. Jarrón con flores, hacia 1922-1926. Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona. D epósito de Víctor Carrera, 2006 © Museu d’Art de Catalunya, Barcelona, 2025
Francesc Carrera Bou. Jarrón con flores, hacia 1922-1926. Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona. Depósito de Víctor Carrera, 2006 © Museu d’Art de Catalunya, Barcelona, 2025

A esa fuerza, la del deseo, se le brinda una sección propia en la exposición. Rodoreda expresó los juegos de dominación en que podía derivar, pero lo hizo dejando a un lado normalmente estereotipos sexuales.

En cuanto a la guerra, ésta tuvo una evidente huella en su vida (fue refugiada), y en su producción, pero en esta última de forma indirecta. No se refiere al frente, sino a quienes intentan vivir en la retaguardia. Es inevitable imaginar que las escenas que presenció en el París ocupado por los nazis tendrán su reflejo en los cuerpos en putrefacción que brotarán en sus páginas y que, de manera realista o alegórica, las contiendas vertebran su trabajo. Seguramente sea La plaza del Diamante su novela que alberga más referencias a la Guerra Civil, pero ella insistía en que no deseaba escribir crónicas y que, cuando la historia aparecía en sus textos, lo hacía de forma inconsciente: Mi tiempo histórico me interesa de modo muy relativo. Lo he vivido demasiado.

Exiliada durante tres décadas, no regresó a Cataluña hasta pasada la muerte de Franco. Desde Ginebra imaginaba las casas y calles de Barcelona, que describía una y otra vez, y allí dio forma igualmente a sus novelas fantásticas; en algún caso, la ciudad se funde con los protagonistas de sus textos, como la huérfana Cecilia Ce en La calle de las Camelias.

El corazón de la exposición se dedica a la metamorfosis, ligada a deseos de liberación que desembocan en cambios profundos -en consonancia con su propio exilio-. Los exiliados en sus textos no lo son, en realidad, sólo de patria: se trata de solitarios, brujas, sintecho, desertores, prisioneros o inadaptados en diversas formas, que beben de la tradición literaria, pero que ella tiende a fundir con la naturaleza: el agua, el fuego, la luna.

La mayor parte de las novelas de Rodoreda y muchos de sus cuentos están narrados en primera persona por alguien que, tras una muerte real o figurada, recrea su vida anterior. Es el caso de La plaza del Diamante, La muerte y la primavera o La salamandra, donde una mujer parece contar su desdicha desde un cuerpo de anfibio. Se trata de monólogos de voces escindidas que narran desde el otro lado de cualquier tipo de metamorfosis.

Y el último ámbito de la exhibición tiene que ver con el alma y con la definitiva transformación que a todos nos espera cuando ésta vaya a liberarse teóricamente de su cuerpo. Son habituales en Rodoreda las presencias angelicales, los espíritus evanescentes que sólo los más puros pueden percibir, y los que vagan en pena.

Le interesaba sintetizar fuentes: aunó referencias platónicas al río Leteo o al mito del carro alado, se inspiró en textos hinduistas sobre la reencarnación o narró el traspaso del alma según las creencias del folclore catalán. En su infancia el espiritismo no era una práctica extraña y quizá se tuviera mayor constancia de que no era tan evidente la línea que separaba razón y locura.

Feliu Elias. Retrato de Mariona Pagès Elias, 1916. lección Rosa Regàs
Feliu Elias. Retrato de Mariona Pagès Elias, 1916. Colección Rosa Regàs

Culminan esta propuesta los artistas que han elaborado obras de nueva creación para la muestra a partir de los textos de Rodoreda: Oriol Vilapuig, Mar Arza, Èlia Llach, Carlota Subirós y el colectivo Cabosanroque.

El primero ha utilizado medios diversos (dibujo, fotografía, vídeo, objetos) para componer un mural con la forma de un árbol invertido, en alusión a las dualidades y tensiones en las novelas de esta autora entre lo que puede decirse y lo que no; Arza nos enseña dos esculturas de papel y cemento que remiten a la violencia contra el deseo y contra los individuos presente en La muerte y la primavera; y Èlia Llach nos muestra una instalación que entrelaza fotografía, pintura y sonido para subrayar el impacto de los episodios históricos en las vidas individuales y las tinieblas que pueden engullir al lector atento de la catalana.

Carlota Subirós, entretanto, ha llevado al CCCB ecos de su versión teatral de La plaza y el Diamante; y los Cabosanroque nos traen una instalación sonora basada en la combinación de belleza y horror en parte de la literatura de Rodoreda.

Jordi Baron Rubí. Rambla 102. S erie: Domus Barcino (3), 2006. Cortesía de la artista
Jordi Baron Rubí. Rambla 102. Serie Domus Barcino (3), 2006. Cortesía de la artista
Mercè Rodoreda durante el exilio en Roissy-en-Brie, en el año 1939.
Mercè Rodoreda durante el exilio en Roissy-en-Brie, en el año 1939

 

 

“Rodoreda, un bosque”

CENTRE DE CULTURA CONTEMPORÀNIA DE BARCELONA. CCCB

C/ Montalegre, 5

Barcelona

Del 5 de diciembre de 2025 al 25 de mayo de 2026

 

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