Max Ernst y lo que en la naturaleza hay de diseño

La Fundación March muestra en Cuenca dibujos de su Historia natural

Cuenca,

El interés de Max Ernst por la naturaleza se dejó sentir en todos los aspectos de su producción: desde la presencia de motivos naturales en sus imágenes hasta sus procedimientos de trabajo, como el del frottage, una técnica que, recordamos, consistía en frotar con carboncillo el papel colocado sobre una textura sugerente, a veces natural, como hojas de árboles o incluso madera. Todo ello quedó plasmado en su trabajo, que reflejó cierta preocupación por la naturaleza amenazada por la mano humana, convirtiéndose así, quizá, en uno de los primeros artistas del siglo pasado interesados en llevar a su obra el tema de la conservación del medio ambiente.

Hasta el próximo 12 de mayo en el Museo de Arte Abstracto de Cuenca, y a partir de junio en el Museu Fundación Juan March de Palma de Mallorca, podemos ver un conjunto de treinta y cuatro dibujos reproducidos en fototipia (técnica utilizada a finales del siglo XIX sobre todo para la reproducción de postales) que el artista surrealista llevó a cabo para su serie Historia natural y que publicó Jeanne Bucher en París, en un porfolio que tuvo prólogo de Jean Arp.

Max Ernst. Les éclairs au-dessous de quatorze ans. Serie Historia natural, 1926. Colección particular
Max Ernst. Les éclairs au-dessous de quatorze ans. Serie Historia natural, 1926. Colección particular

En ellos encontramos desde representaciones animales y vegetales claras a formas orgánicas indeterminadas componiendo paisajes que proceden tanto de la naturaleza como del subconsciente o la imaginación, de ahí que en las Casas Colgadas se exhiban junto a varias publicaciones ligadas al surrealismo, como su manifiesto por Breton, el catálogo de la exposición de collages del grupo en 1930, La peinture au défi, o el texto que Antonin Artaud escribió rechazando formar parte del movimiento: À la grande nuit ou le bluff surréaliste. Esos textos se completan con la proyección de Max Ernst. Mis vagabundeos, mis inquietudes (1991), un documental de Peter Schamoni.

Tienen mucho estos dibujos de canto a la vida; Ernst escribió, para una edición de varios ejemplares inéditos de Historia natural en 1956, que a nuestras necesidades y deseos solo pueden responder la naturaleza y sus elementos: No temamos caer en la infancia del arte. No molestemos a a esos ciegos que por la noche bailan sobre los tejados de nuestras ciudades y campos. Más enamorados de la vida que vivos, no buscan más que el vivir, no quieren ver. Saludemos los mares que se elevan. También a las lunas. Él los homenajeó llevando sus caminos de búsqueda y ruptura hacia el cielo, los árboles o los cuerpos y convirtiendo estos en terreno propicio a los sueños y fantasías y también a la experimentación técnica; el propósito de sus frottages no era otro que el de transferir al papel imágenes ocultas de una realidad nunca trivial.

ERNST Y LAS TEXTURAS

La vida personal y creativa de Ernst estuvo ligada tanto al desarrollo del surrealismo, como, a partir del inicio de la Segunda Guerra Mundial, a la difusión de la vanguardia europea en Estados Unidos.

Se formó en arte, filosofía y psiquiatría en la Universidad de Bonn y comenzó su trayectoria como pintor en los cauces del expresionismo junto a su amigo August Macke, sin embargo, desencantado de los valores burgueses que subyacían en los hechos que provocaron la Primera Guerra Mundial, en 1918 se unió al grupo dadaísta de Berlín. Estableció desde entonces contactos con los dadaístas de Zurich y París y un año más tarde fue el mayor impulsor del grupo dadaísta de Colonia. En aquella etapa, dominaban su producción collages realizados a base de recortes de grabados antiguos.

A raíz de su relación con Paul Éluard y su entonces mujer Gala en Colonia, Ernst se trasladó a París en 1922, y allí se relacionó con el grupo surrealista de André Breton, desarrollando una pintura derivada de técnicas semiautomáticas, como el mencionado frottage o la decalcomanía. Esa última técnica, inventada por Óscar Domínguez en 1935, le ayudó a elaborar juegos de texturas que convertían sus paisajes en parajes aparentemente devastados.

En 1938, tras dejar a un lado el grupo surrealista parisiense en solidaridad con Éluard, se fue a vivir con Leonora Carrington a Saint-Martin d’Ardèche, una localidad próxima a Aviñón, donde reconstruyeron juntos una casa que llenaron de relieves, esculturas y pinturas. Al comienzo de la guerra fue encarcelado por ser súbdito alemán y, después de escapar y volver a ser internado varias veces, logró Ernst su liberación definitiva y se estableció en Estados Unidos. Llegó a Nueva York en verano de 1941 y enseguida contrajo matrimonio con la coleccionista Peggy Guggenheim, que le había ayudado a marcharse de Francia.

Pero algo más de una década más tarde regresó a París, junto a su nueva compañera, Dorotea Tanning, y en 1958 obtuvo la nacionalidad francesa. El final de su vida lo pasó en Seillans, al sur de Francia.

 

 

“Max Ernst: Historia natural (1926)”

MUSEO DE ARTE ABSTRACTO ESPAÑOL. FUNDACIÓN JUAN MARCH

Casas Colgadas

Cuenca

Del 16 de noviembre de 2018 al 12 de mayo de 2019

 

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