Autodidacta e irreverente, el artista italiano Maurizio Cattelan se dio a conocer en la década de los noventa gracias a esculturas, instalaciones y fotografías en las que recurre a la ironía y la provocación para llamar la atención del espectador sobre problemas políticos y sociales de su país y sobre la peor cara del post capitalismo y el ambiente que rodea la actividad artística actual.
Cofundador de la Toilet Paper Magazine, vive y trabaja en Nueva York y en sus inicios se acercó al arte povera (ha empleado en sus trabajos residuos, neón, escombros, resina, animales disecados o poliuretano), a las creaciones de Manzoni, Pistoletto, Fabro y Muz y al mundo del diseño y la performance. Entrecruzando los caminos de la tragedia y el humor, nos invita a cuestionarnos el porqué de la risa que algunas de sus obras, a veces parcialmente autobiográficas y con el poder, la economía y lo que consideramos intocable en el punto de mira, suscitan.
DOS DÉCADAS DE HUMOR CORROSIVO CON FINAL ABRUPTO
Hasta el próximo 4 de enero, el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga presenta la primera individual de este creador en España, una exhibición que consta de ocho piezas cedidas por la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo fechadas entre los inicios de la trayectoria de Cattelan y su retirada de la actividad artística en 2011, coincidiendo con la retrospectiva que le dedicó el Guggenheim neoyorquino.
Se estructuran cronológicamente y la primera de ellas es la fotografía de la histórica performance Cesena 47 – A.C. Forniture Sud 12 (1991), que desarrolló en la Galería de Arte Moderno de Bolonia organizando un partido de fútbol entre dos equipos, uno de ellos formado sólo por jugadores norteafricanos. Era su llamativo método para poner el acento en los problemas derivados del racismo que en esos primeros noventa sacudían la actualidad italiana. Lullaby (1994), por su parte, es una instalación compuesta por desechos recogidos tras el atentado que la mafia perpetró contra el Pabellón de Arte Contemporáneo de Milán en 1993 (poniendo de relieve otro de los grandes asuntos espinosos italianos, a veces silenciado) e Il Bel Paese (1995) reinterpreta, desde una óptica tan personal como original, la imagen idílica de Italia presente en algunos medios: se trata de una alfombra (pisoteada) que reproduce la etiqueta de un queso, producto empleado por Cattelan como símbolo estereotipado de las bondades de su país natal.
En el recorrido de la exposición, de montaje más depurado que el de anteriores exhibiciones del artista, encontramos también alusiones a la religión en la tercera T añadida a las que componen su apellido escrito en neones o en Christmas’95, que combina las formas de la Estrella de Belén con el emblema de las Brigadas Rojas, y su biografía se hace presente en Bidibidobidiboo (1996), su célebre instalación de una ardilla disecada que acaba de suicidarse sobre una mesa. Esa muerte hace referencia a la crisis existencial propia del paso de la adolescencia a la edad adulta y la mesa al mobiliario de su primera casa en Padua.
Las dos últimas piezas expuestas en el CAC malagueño son La Rivoluzione siamo noi (2000), una sarcástica crítica al narcisismo que rodea al arte contemporáneo a través de un autorretrato colgado de una percha y ataviado con el célebre traje de fieltro de Beuys, y Untitled (2009), escultura de una mano que dirige su dedo corazón al capitalismo como sistema económico imperante en los países más desarrollados.
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