Finalizado el taller que Martin Creed ha impartido en Villa Iris, esta vez destinado a creadores interesados en la música o a músicos vinculados a las artes plásticas, el controvertido creador británico presenta en el Centro Botín “Amigos”, un proyecto inmersivo a medio camino entre lo expositivo y lo performativo del que forman parte una docena de pinturas murales, trajes en movimiento (los viste el personal de sala y taquilla y los músicos que ocasionalmente encontraremos), iluminación en el exterior, en los Jardines de Pereda, y también obras sonoras, entre ellas las resultantes de las partituras realizadas en ese taller, que serán interpretadas por un cuarteto en el horario de apertura de la muestra hasta su cierre, en junio; otra, ascendente, se ha reservado al ascensor.
Así, en esta muestra en Santander, como en el conjunto de las que hasta ahora ha desarrollado, Creed propone a los visitantes olvidarse de sus modos habituales de recorrer exposiciones, entendiendo que las propuestas artísticas no han de acotarse a las paredes y suelos de salas concretas, ni a un espacio y un tiempo definidos, sino abrirse al entorno y al personal de los museos, apropiándose también del espacio y del periodo temporal en que se desarrollan las exhibiciones. Estas nunca se parecen entre sí, porque concibe sus propuestas para lugares y contextos específicos.
Esas pinturas murales, monumentales, que decíamos que integran “Amigos” se despliegan más allá de la sala expositiva al uso, modificando nuestra percepción de la arquitectura blanca y depurada del Centro Botín, y la música de Creed, que sonará de forma ininterrumpida, conferirá a la muestra su propio ritmo. Puntualmente veremos músicos tocando y portando, como decíamos, uniformes diseñados por el británico, ropa que es una parte más y no menor del conjunto y, simultáneamente, si nos asomamos por sus grandes cristaleras, nuestras vistas de la ciudad quedarán asimismo transformadas por sus trabajos lumínicos. Creed omnipresente, Creed en el ambiente.
Esta exposición, asegura el artista, nació sobre todo de la intuición y de su afán por no ajustarse a cánones: Me gusta trabajar sin decidir de antemano lo que voy a hacer. Voy viendo sobre la marcha si me lleva a la música, a la pintura o a otra cosa. Cada pieza es un intento de algo, un pequeño experimento. Es una muestra de muchos experimentos. El resultado invita al público a tener sus sentidos alerta, a mantenerse consciente de lo que ocurre alrededor o a modificar su percepción del tiempo al ritmo de la música.
Precisamente los músicos itinerantes desempeñan un rol importante: no interpretan estáticos la banda sonora de “Amigos”, sino que los veremos aparecer y desaparecer conforme a una coreografía que parece confusa y azarosa, pero que ha sido estudiada y meditada por el artista. Podemos elegir entre ir tras ellos o esperar a que regresen mientras prestamos atención a esas inmensas pinturas que no dejan ni un espacio libre en la sala expositiva de la segunda planta del Botín.
Creed acepta que no llamemos exposiciones a propuestas como esta: las prepara como shows, porque no pretende que nos deleitemos contemplando objetos inmóviles, sino que formemos parte de un espectáculo que requiere mirada atenta y capacidad de dudar y de disfrutar de su humor.
Para el Premio Turner 2001 (lo ganó por una instalación compuesta por luces que se encendían y apagaban, su Trabajo No. 227, en los fondos de la Tate Modern), toda propuesta creativa ha de proceder del sentimiento, sin el que no se explican las ideas.
Formado en la Slade School of Arts de Londres, desde mediados de los ochenta numera sus obras en lugar de concederles títulos, por una razón: sigue los pasos a los compositores de música clásica, que catalogaban así sus piezas. A veces deja huecos en la numeración, cuando cree que desarrollará más lo abordado antes.
Arte y música son, de hecho, sus dos grandes e inseparables pasiones y considera el conjunto de sus trabajos, que solo se materializan y cobran sentido al exponerse, como parte de un archivo. Cada uno de esos proyectos se acompaña de meticulosas instrucciones para ponerse en marcha, procedimiento que podría acercar a Creed al arte conceptual, aunque él rehúye esas calificaciones: Si me forzaran a usar un término para mi trabajo, lo llamaría expresionismo; creo que todo artista se expresa en las cosas que hace. El problema que tengo con el arte conceptual es que no creo que sea posible separar las ideas de los sentimientos.
Sí son evidentes sus conexiones con el minimalismo: prescinde de todo aquello que considera innecesario o fuera de lugar; pero no le inspira lo industrial sino lo cotidiano. Ordinarios y no excepcionales son las situaciones y los materiales de los que se nutren sus trabajos y, como queda patente en Santander, no cree en posibles separaciones entre arte y vida. En la capital británica se recuerda su intervención en la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2012: hizo sonar a la vez las campanas de las iglesias, los timbres de las puertas, las bocinas de los coches o las de las bicis. En sus palabras, cualquier cosa utilizada por la gente para hacer arte, es arte.
Martin Creed. “AMIGOS”
Muelle de Albareda, s/n
Jardines de Pereda
Santander
Del 6 de abril al 9 de junio de 2019
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