Lotte Jacobi, Germaine Krull, Grete Stern, Ellen Auerbach, Ilse Bing, Marianne Breslauer…tienen en común su pertenencia a una generación de fotógrafas que trabajó fundamentalmente en la etapa de la República de Weimar.
Los fotomontajes de Stern pudimos verlos recientemente en el Círculo de Bellas Artes, a Krull también le dedicó recientemente una retrospectiva el Jeu de Paume y ahora es el Museo Nacional de Arte de Cataluña el que repasa, a través de casi 130 imágenes, la trayectoria de la berlinesa Breslauer, breve porque solo se prolongó durante once años, entre 1927 y 1938, aunque ella falleciera hace quince.
Los retratos y fotorreportajes que realizó en ese periodo enmarcan su obra en la corriente de la Nueva Fotografía, que tuvo sus principales centros de desarrollo en Berlín, Moscú y París y que reivindicaba, desde el antipictorialismo, la autonomía de la fotografía frente a la pintura.
Breslauer se formó a finales de la década de los veinte en la asociación Lette-Verein berlinesa, y más tarde se trasladó a París, donde durante unos meses trabajó en el estudio de Man Ray. A diferencia de otros artistas ligados a la Nueva Fotografía, ella contaba por tanto con una sólida formación técnica, no era autodidacta, pero sí la une a esa corriente su querencia por el plano picado, los puntos de vista alterados, los juegos de luces y sombras o las fragmentaciones que evocaban secuencias fílmicas.
Lejana a la Nueva Objetividad de Lucía Moholy, que ella rechazaba, se integró más bien en la tendencia del realismo poético que Pierre Mac Orlan llamó fantastique social y que relacionó también con Atget y Kertész: Breslauer buscó resaltar en sus trabajos la poesía subyacente en momentos cotidianos, así que no preparaba escenografías sino que procuraba anticiparse a la consecución de lo que Cartier-Bresson llamó instantes decisivos.
No buscaba temas extraordinarios ni tampoco alcanzar una técnica perfecta; en sus palabras, lo que cuenta es la fuerza de la imagen, la expresión, el secreto del momento capturado.
Un capítulo importante de la exposición, abierta hasta el 29 de enero y comisariada por la profesora de Historia del Arte Mercedes Valdivielso, la encontramos en las fotografías que realizó, en la primavera de 1933, durante un viaje por España (Gerona, Barcelona, Sant Cugat, Montserrat, los Pirineos, Pamplona y San Sebastián) y Andorra, en compañía de la escritora suiza Annemarie Schwarzenbach, que escribiría sobre su recorrido y a la que retrató en numerosas ocasiones.
Casi ninguna de estas instantáneas se publicó en la época en Alemania, dada la irrupción del nazismo (ella era judía y rechazó, además, cambiarse el nombre para facilitar su difusión), así que en su mayoría son inéditas.
Estas fueron las llamativas impresiones de Breslauer tras el viaje: Aunque parezca extraño, este viaje de tres semanas, no ha dejado huellas duraderas en mí a pesar de ser tan interesante. España permaneció para mí como un país extraño –todo lo contrario que Italia– y cuando he vuelto más tarde, sólo me ha interesado El Prado. Aún no sabría decir a que se debió.
Tras su redescubrimiento en los ochenta, Alemania y Suiza (en este último país residió casi toda su vida) han dedicado a Breslauer numerosas muestras. En España, hasta esta exhibición del MNAC, habíamos podido conocer su obra en colectivas pero no en individuales.
También podemos disfrutar de ella en las colecciones del MoMA, el Museum Folkwang, el Getty Museum, el Pompidou o el Victoria & Albert.
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: