Marcel Dzama no considera que sus obras sean declaraciones políticas, ni se entiende a sí mismo como un artista militante, sino como un creador que reacciona a lo que ve. A partir de mañana, La Casa Encendida presenta “Dibujando una revolución”, una muestra que propone una inmersión en el conjunto de su producción, haciendo hincapié en la reciente y en la visión del canadiense del feminismo y de la América posterior al triunfo de Trump en Estados Unidos.
Tres salas la componen: una dedicada al dibujo, en la que destaca un mural creado específicamente para La Casa y dedicado a la manipulación del número de asistentes a la toma de posesión de Trump y a la posterior marcha de las mujeres; otra centrada en su obra escénica y la última dedicada al proyecto videográfico Una danza de los bufones, un filme de tono surrealista cuyo punto de partida fue la obra Étant données de Duchamp. Se trata de un ballet burlesco en el que Kim Gordon, la cantante de Sonic Youth, interpreta a Maria Martins, la artista brasileña que fue amante del artista dadá.
Las piezas en técnicas variadas que Dzama exhibe tienen en común el testimoniar su concepción de la obra de arte como escenario, su interés por el ballet, la ópera y la danza y también su admiración por Goya (por el que se dejó influir desde sus inicios, sobre todo en el estilo de sus dibujos), el citado Duchamp, que le atraía ya en la infancia, y por Raymond Pettibon, el primer artista vivo al que conoció. El canadiense ha contado hoy que entrar en contacto con él y familiarizarse con sus diseños de portadas le hizo ganar soltura y le abrió perspectivas de cara a trabajar con formatos más grandes.
Raymond, en el catálogo de esta exposición, le devuelve los halagos y llega a compararlo con William Blake por compartir sus duros contornos y el valor de ilustrar tanto la palabra como el mundo, ya procedan estos de Dante o de Dios, empezando con la luz del día y extendiéndose hasta bien entrada la noche.
Con colores poderosos (uno de los sellos de este artista es su vivo cromatismo), Dzama crea un carnaval de diversión y vicio en maquetas, papel pintado, dioramas, esculturas y obras sobre papel, una comparsa compleja, a veces con tono de fábula no necesariamente instructiva, en la que cabe el humor y la violencia; figuras humanas, animales e híbridas y referencias al cómic y la televisión. La interpretación de estas mascaradas debe ser libre, pero conviene prestar atención a las citas o textos, que podemos interpretar como manifiestos: La revolución será femenina o Bienvenido, presidente ilegítimo.
De hecho, algunas composiciones remiten a las propias de la propaganda política, pero en su conjunto, este universo ofrece más lecturas: algunos podrán encontrar aquí la coreografía de un enorme jardín de las delicias contemporáneo que señala miserias y algunas virtudes, desde la ironía y sin moralización. Quizá por eso, Dzama ha sonreído más que explicado hoy en Madrid.
La segunda muestra con la que la Casa Encendida estrena el otoño es “Geografía física y humana”, el recorrido por más de un centenar de obras de Anna Bella Geiger, una artista conceptual brasileña que empezó a trabajar en los cincuenta desde parámetros abstractos y en los setenta redefinió su producción hacia el estudio de los nexos entre la geografía y la psicología, la política o la feminidad.
Ella dice que todos somos mapas desde la niñez, por eso su exhibición en La Casa Encendida pivota sobre la representación del territorio y todo lo que en el territorio cabe.
Radical en los planteamientos y sutil en los procedimientos, Geiger se sirve de estos mapas -dedicados, sobre todo, a su país y al continente americano- para hablar de postcolonialismo, discursos hegemónicos y estereotipos y exclusiones: encuentra en ellos ideología y es capaz de conjugarla con el lirismo.
A la Geiger conceptual, injustamente poco reconocida hasta fechas recientes en el contexto internacional, le ha influido decisivamente su maestra de grabado Fayga Ostrower, de la que aprendió a crear con libertad sin sentirse presionada por concebir una obra única, y esa pérdida del miedo a repetirse -o a repetirse falsamente- en la exploración de una idea constituye para ella un modo de desafiar la autoridad y las convenciones.
Sin dejar a un lado técnica alguna (ha creado dibujos, collages, fotografías delicadas, instalaciones o libros de artista), Geiger ha buscado poner de manifiesto que no existen las narraciones únicas, ni topográficas, ni históricas ni visuales, y que la geografía es una manera de contar el mundo, y como tal, tampoco es unívoca. Su condición de mujer no queda al margen de estas premisas; como representaciones del mundo y de sus relaciones de dominio y poder, los mapas y su trazado han sido, históricamente, territorio masculino. Por eso Anna Bella también subvierte cuando dibuja.
“Marcel Dzama. Dibujando una revolución”
“Ana Bella Geiger. Geografía física y humana”
Ronda de Valencia, 2
Madrid
Del 28 de septiembre de 2017 al 7 de enero de 2018
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