Mamma Andersson y el paisaje como estado de ánimo

David Zwirner le dedica su cuarta individual en Nueva York

Nueva York,

Hasta el próximo 11 de abril puede visitarse en la sede de David Zwirner en 533 West 19th Street (Nueva York) “The Lost Paradise”, la cuarta muestra individual que esta sala dedica a Mamma Andersson, autora de paisajes que se sitúan a medio camino entre el romanticismo decimonónico y la más contemporánea atención a las composiciones con múltiples capas de las que pueden obtenerse interpretaciones psicológicas. Sus trabajos son reconocibles por la textura de sus pinceladas, el gusto por la línea y el empleo de tonalidades muy sugestivas, y sus escenas, a menudo panorámicas, se inspiran en una amplia gama de materiales de archivo: fotografías, imágenes tomadas del cine, interiores de época e incluso escenografías teatrales. También en la topografía de Suecia, el país donde nació y creció: fondos montañosos, árboles, nieve y cabañas de madera son elementos recurrentes.

No encontramos en sus escenas, sin embargo, referencias espaciales ni temporales concretas: Andersson prefiere convertir sus paisajes en atmósferas que evoquen estados de ánimo y en las que podamos imaginar fundidos el pasado, el presente y el futuro.

De esta exhibición neoyorquina forman parte trabajos recientes, fechados entre 2018 y 2020, en los que la artista ha desarrollado nuevas perspectivas sobre sus motivos ya conocidos: ramas cortadas y pinos de gruesa corteza, interiores domésticos, caballos o mujeres jóvenes. A partir de esos temas, de apariencia común, invoca emociones y memorias (las de su propia infancia y de ahí el título de la muestra, también las que vendrán) y reflexiona sobre asuntos como la feminidad o la vigencia de la fantasía. Lo apreciamos de forma clara en la trilogía, realizada este mismo año, The Lost Paradise I – III, que presenta a mujeres caminando de espaldas al espectador. Portan botas de montar, pero ningún caballo las acompaña, detalle que enfatiza su soledad en el paisaje: enclaves vacíos, de tierra quemada u oscura, insertos en espesas nubes negras. El sol no se encuentra en el cielo, sino en la parte trasera de sus chaquetas, lo que refuerza nuestra sensación de que avanzan hacia un camino incierto dejando lo mejor detrás. Andersson reconoce que estas pinturas tienen mucho de autorretrato.

Mamma Andersson The Lost Paradise I, 2020
Mamma Andersson. The Lost Paradise I, 2020
Mamma Andersson. Youngster, 2018
Mamma Andersson. Youngster, 2018
Mamma Andersson. Lull, 2019
Mamma Andersson. Lull, 2019

En Youngster (2018) nos presenta a otra joven sentada sobre un gran caballo oscuro: su mirada caída alude a la complejidad emocional y los anhelos propios de la adolescencia, tan a menudo inexplicables para los adultos. Intrigada por las hondas relaciones que a veces se gestaban entre niñas que le eran conocidas y caballos (animal que la propia artista anheló tener sin éxito), Andersson captura sutilmente las contradicciones entre vulnerabilidad y fuerza, inocencia y poder, y también nos adentra, muy sutilmente, en un subtexto erótico en el que caben atracción, deseo y culpa. En otras obras, como Silent Dawn, Old Hat y Wood Cut (todas fechadas en 2019), las vistas detalladas de una corteza de árbol enfatizan las dimensiones no narrativas de su pintura como manifestación de un estado mental. Hacen referencia a la melancolía profunda que pueden suscitar los inviernos largos y oscuros y los veranos cortos y brillantes en Suecia. En algunos de esos trabajos las yuxtaposiciones entre áreas huecas y completas de los troncos sugieren indirectamente las dicotomías físicas entre hombre y mujer.

Esas dinámicas de género, y su gusto por la introspección, se manifiestan asimismo en Pull My Daisy (2018), retrato de una mujer que da la espalda a un compañero masculino y se sitúa frente a una pared interior, composición que tiene algo de bodegón por su atmósfera onírica y su quietud. Más de una vez se han asociado sus trabajos a las escenas domésticas serenas de artistas escandinavos como Vilhelm Hammershøi o Munch. Esa misma calma se aprecia en Lull (2019), donde dos caballos pastan en terrenos nevados, cerca de un establo en ruinas. Las telas que cubren sus espaldas sugieren que podrían formar parte del elenco animal de un circo, como también se insinúa en otras pinturas de la muestra, estableciéndose un contraste suave entre lo natural y lo artificial. O más allá, entre lo real y lo fantasioso.

Andersson ha desarrollado la mayor parte de su obra en óleo sobre lienzo, pero recientemente se ha abierto al uso de óleo en barra y pintura acrílica. En estos trabajos podemos apreciar más cambios: resultan más libres y abstractos que su anterior producción; lo vemos en Holiday (2020), representación de siete jinetes que se funden con un fondo plano e intrincado en el que a duras penas podemos reconocer un paisaje, salvo por distantes montañas grises en el horizonte. Dice la sueca que, en su arte, todo se reduce a un recuerdo, a su percepción y al ejercicio de su traslación pictórica.

Mamma Andersson. Last Waltz (detalle), 2020
Mamma Andersson. Last Waltz (detalle), 2020

 

Mamma Andersson. “The Lost Paradise”

DAVID ZWIRNER

533 West 19th Street

Nueva York

Del 4 de marzo al 11 de abril de 2020

 

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