Lozano-Hemmer y la interacción inevitable

El Museo de Arte Contemporáneo de Montreal repasa sus últimas dos décadas de trayectoria

Montreal,

Hace diez años Rafael Lozano-Hemmer presentó su primera individual en España, en la Galería Max Estrella, y en las diversas ocasiones en que ha regresado hemos tenido la oportunidad de entender que este artista, formado en física y química, no utiliza la electrónica tanto para ahondar en nuestras actuales y cada vez más profundas relaciones con las máquinas, que también, como para propiciar la interacción entre los espectadores. En su producción abundan los dispositivos que detectan nuestra presencia, siguen nuestros movimientos o captan nuestra respiración, obras que inevitablemente remiten a los sistemas de control cada vez más presentes dentro y fuera de casa, pero que nos invitan, además, a comentar con el de al lado ese seguimiento o a repetir la jugada.

En ocasiones introduce una visión crítica de esos mecanismos de vigilancia, subvirtiendo su funcionamiento al apropiarse de ellos y convertirse él en ese ojo que todo lo ve; otras veces incide en el poder de la tecnología para orientarnos y, por tanto, desorientarnos: una de sus instalaciones más expuestas, que pronto cumplirá diez años, es Flujo de referencia, que propone al visitante marcharse mediante letreros de Exit sin conducirlo, finalmente, a una salida.

Podemos considerar que sus piezas, que hace cuatro años protagonizaron también una muy interactiva muestra en el Espacio Fundación Telefónica, transitan a medio camino entre la performance y la arquitectura y que, al margen de hablarnos de interacción y control, se configuran como dispositivos aptos para un goce estético inhabitual. Dialoga el artista mexicano con el público a través de pantallas, y esa implicación del espectador es para él mucho más que una herramienta de seducción: al conferirle poder en los resultados, ligando estos a su libertad individual de movimientos, transmite un mensaje reivindicativo que cuestiona los sistemas de poder, también virtuales. No hay, de hecho, proyectos posibles de Lozano-Hemmer sin público que intervenga en ellos: como alguna vez ha afirmado, él propone y el espectador dispone.

Rafael Lozano-Hemmer. Vicious Circular Breathing, 2013
Rafael Lozano-Hemmer. Vicious Circular Breathing, 2013

Hasta el próximo septiembre, el Museo de Arte Contemporáneo de Montreal, la ciudad donde el artista reside, presenta “Unstable Presence”, la exposición más amplia que este autor ha protagonizado hasta ahora en Norteamérica. Reúne una veintena de trabajos, la mayoría instalaciones a gran escala, fechados en los últimos dieciocho años y ricos, como siempre en su obra, en referencias a disciplinas diversas: la ciencia, la tecnología, la política, la poesía, la música y, desde luego, la historia del arte.

Esas alusiones no impiden al mexicano subrayar las distancias entre ciencia y arte; no aboga por su fusión, pero sí subraya que ambos tienen la experimentación como base de sus procesos: Estoy en absoluto desacuerdo con quienes afirman que nos encontramos en un nuevo renacimiento, con Leonardos que se mueven fácilmente entre la ciencia y el arte. Habiendo desarrollado una carrera en una disciplina científica (concretamente, en fisicoquímica), sé que lo que la ciencia intenta hacer al máximo de sus posibilidades es simplificar y predecir comportamientos. Es decir, se pretende encontrar las fórmulas por las cuales podemos repetir y vislumbrar cuáles son las características de lo natural. El arte, al contrario, busca la ambivalencia y la ambigüedad. El arte lo que quiere no son respuestas, sino preguntas. Y no es que arte y ciencia sean totalmente antagónicas, pero sí es cierto que el arte busca la interrupción, el ruido, el silencio, la negación, la necedad, la repetición, el absurdo… todos estos son conceptos fundamentales en el buen arte que no tienen cabida en las ciencias. Las ciencias buscan, precisamente, disminuir la ambigüedad. Con todo, obviamente, hay puntos de intersección: por ejemplo, la experimentación. No hay artista que no sea empírico, siempre queremos ver qué sucede, probar, experimentar, y en eso nos parecemos a los científicos.

Fue en los noventa cuando Lozano-Hemmer comenzó a investigar el potencial performativo de la interacción y, sobre todo, los caminos para integrar las diferentes ramas del arte a través de la tecnología, que considera el lenguaje inevitable de nuestra época.

La muestra engloba tanto grandes instalaciones interactivas y teatrales como propuestas más íntimas; en unas y otras se conjuga informática y atractivo estético y también se aborda la noción de copresencia en un lírico juego temporal: los datos grabados y los proyectados en vivo se superponen.

Rafael Lozano-Hemmer. Sphere Packing, Subsculpture 15"", 2015
Rafael Lozano-Hemmer. Sphere Packing, Subsculpture 15″, 2013

A través de micrófonos, algoritmos de reconocimiento de rostros, escáneres biométricos y vigilancia computarizada, cada obra refleja, registra e involucra al que la mira, a veces si quiere, otras por el hecho de estar. En ocasiones entablan con quien observa una relación de cercanía, otras un vínculo completamente lúdico; pero tras ellas siempre hay algo más: la tecnología que subyace en la interacción suele hacerse eco de dinámicas sociales, económicas y políticas, cuando menos, preocupantes.

La presencia física de las obras y su ocupación escultórica del espacio supone en la exhibición un contrapeso elegante a la manida expresión de la desmaterialización digital y también contribuye a generar una moderna poesía, la derivada del uso de luces y sombras, de las voces y gestos humanos espontáneos ante las pantallas y de esa interacción. El espectador construye experiencias, pero se le recuerda que es también objeto en un sistema en el que la tecnología sirve a la economía y la política; a veces, a la manipulación.

Uno de los proyectos más espectaculares expuestos en Montreal es Pulse Spiral (2008), que consta de trescientas bombillas y kilómetros de cables que reproducen los pálpitos de los corazones de los visitantes. Esa espiral evanescente fascina, pero también inquieta cuando la individualidad del propio latido se diluye al incorporarse al concierto de los 299 corazones que antes pasaron por allí.

Los melómanos se deleitarán con una de las obras más recientes, de este mismo año: Sphere Packing: Bach, que se exhibe por primera vez junto al trabajo de 2013 Sphere Packing: Wagner. Forman parte de una serie compuesta ya por diecisiete instalaciones que concentran, cada una, la producción completa de otros tantos compositores en una sola esfera multicanal. La dedicada a Wagner, de porcelana vidriada negra y colgada del techo, invita a los visitantes a acercar sus orejas para poder escuchar cada melodía individual. La del más prolífico Bach requirió que más de un millar de altavoces individuales se dispusieran en una gran esfera de tres metros a la que los visitantes pueden entrar, sumergiéndose en el sonido de todas las óperas del músico barroco interpretadas a la vez.

De 2016 data Call on water, una maquinal fuente de la que brotan textos de Octavio Paz, tío del artista. El agua se convierte en vapor frío a través de atomizadores ultrasónicos y las palabras se proyectan en el aire durante un instante. Contemplativo y poético, este trabajo resalta la materialidad del lenguaje y lo convierte, como el poeta probablemente habría apreciado, en una atmósfera respirable.

Con su estudio de la hipervigilancia tecnológica podemos relacionar Zoom Pavilion (2015), una instalación interactiva que elaboró junto al polaco Krzysztof Wodizcko. En una sala, se rodea a los espectadores de imágenes en blanco y negro de sus caras y cuerpos, rastreados por una docena de cámaras.

Rafael Lozano-Hemmer. Zoom Pavilion, 2015
Rafael Lozano-Hemmer. Zoom Pavilion, 2015

Y en Telefónica vimos, y también se muestra en Montreal, Vicious Circular Breathing (2013). Se trata de una gran instalación escultórica semejante a un dispositivo científico o a un instrumento musical de viento; es parecida a un órgano. Consta de bolsas marrones de papel, muelles motorizados y válvulas y se encuentra en una sala de vidrio sellada con una cámara de descompresión.

El público puede acceder a ella para respirar el aire que previamente han respirado los visitantes anteriores, así que, aunque este parezca un trabajo lúdico por sus alusiones musicales, resulta algo amenazante; de hecho, se advierte de cierto riesgo de asfixia y contactos. ¿Cuál es el mensaje?  Vicious Circular Breathing es una llamada de atención sobre el carácter limitado de los recursos naturales y sobre la fortaleza que atribuimos a la colectividad sobre el individuo. Juntos somos más… tóxicos.

Este no será el último gran proyecto de Lozano-Hemmer en 2018: a finales de año, presentará dos proyectos de arte público; uno transformará el Augusta Raurica Roman Theatre de Basilea y otro conectará El Paso y Ciudad Juárez sorteando la frontera entre Estados Unidos y México.

Rafael Lozano-Hemmer. Vicious Circular Breathing, 2013
Rafael Lozano-Hemmer. Vicious Circular Breathing, 2013

 

“Rafael Lozano-Hemmer. Unstable presence”

MUSÉE D´ ART CONTEMPORAIN DE MONTREAL. MAC

185, rue Sainte-Catherine Ouest

Montreal

Del 24 de mayo al 9 de septiembre de 2018

 

Comentarios