Nació en Italia en 1896, emigró a California a los diecisiete años, allí trabajó como operaria de fábrica y logró cierto reconocimiento como actriz de cine mudo, y más tarde, en 1923, se trasladó a México junto a Edward Weston, su mentor, en una etapa en la que este país conocía un florecimiento cultural que invitó a regresar a intelectuales y artistas expatriados.
Allí Tina Modotti se inició en la fotografía y uno de sus primeros trabajos fue documentar los murales que Diego Rivera, Siqueiros y Orozco habían llevado a cabo por encargo del Gobierno para minimizar el peso en México de la tradición cultural europea y poner en valor la herencia de la etapa precolombina.
De su maestro Weston tomó cierta estética formalista alejada del pictorialismo, escenarios y técnicas de revelado en sus comienzos (existen versiones suyas de obras de este fotógrafo), pero la temática de las imágenes de Tina, conforme avanzaban los años, nace sobre todo de sus intereses personales: pueblan sus fotografías arquitecturas y pueblos indígenas que muestran la fascinación de la artista por la cultura mexicana, su concepción de la imagen como herramienta para el activismo social. Su actividad política luchaba con el arte por la primacía de su tiempo y de su creatividad; a Weston llegó a decirle, en una carta hacia 1925: Pongo demasiado arte en mi vida y, por tanto, no me queda mucho que dar a mi arte.
En realidad de su pericia vital faltan muchos datos, así que, como suele ocurrir, no faltó quien se ocupara en inventar, agrandar o quizá, quién sabe, contar con algo de verdad que Modotti participó en la muerte de quien fue su pareja, el revolucionario Julio Antonio Mella, y que fue espía y conspiradora comunista en aquel México del renacimiento cultural.
El estudio de Modotti fue, cada vez más, la calle, así que fue alejándose progresivamente de Weston
En cualquier caso sus trabajos demuestran que la fotografía fue para Modotti la herramienta perfecta para registrar, en todas sus vertientes, “la vida objetiva”, y que para esa labor resultaban fundamentales la comprensión del propio momento histórico, la sensibilidad y el conocimiento del lugar, de la posición, que quien tiene la cámara debe adoptar ante esa realidad. En concordancia con su ideología política, el objetivo para esta artista de una buena imagen es “ocupar un puesto en la producción social”.
El estudio de Modotti fue, cada vez más, la calle, así que fue alejándose progresivamente de Weston, que evolucionó de forma contraria: buscando penetrar en los objetos, jugar al límite con sus formas y hacérnoslos irreconocibles. No obstante, cuando se preocupó por realizar retratos, composiciones de naturalezas muertas o fotografías de arquitectura el nivel de la alumna demuestra estar muy cerca, o quizá ser equiparable, al de su maestro.
Por cierto, al final ganó la política y Tina tiró su cámara al río Moscova para volcarse en las labores de partido.
Para conocerla mejor, hasta el 30 de agosto podemos pasarnos por la sede de Loewe en la calle Serrano. Allí, dentro del programa oficial de PHotoEspaña, se exhibe una selección de sus trabajos con el comisariado de María Millán. Es su primera muestra individual.
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