A comienzos de este mismo año, allá por febrero, os hablábamos de la presentación en la Fundación Botín de Santander de los siete proyectos ganadores de la convocatoria Itinerarios XXII, y uno de ellos, que pudo verse en la Sala de Exposiciones de esa Fundación hasta el 15 de mayo pasado, era el de la artista madrileña Sara Ramo, que para desarrollar su propuesta viajó a la selva brasileña (ella vive y trabaja entre Madrid y Sao Paulo) y allí, en el parque Inhotim, filmó el vídeo Los ayudantes, en el que muestra un ritual nocturno en el que extraños personajes enmascarados, como un hombre macaco o un hombre elefante rosa, tocan instrumentos musicales.
La obra se inspiraba en un texto del mismo título de Giorgio Agamben y versa sobre el tiempo circular propio de los rituales para reflexionar sobre la relevancia de la música, el juego o los propios ritos como vías para relacionarnos con la naturaleza, aunque no solo.
Ahora esta propuesta podemos verla en la Galería Travesía Cuatro hasta el 26 de julio acompañada por dos conjuntos escultóricos que complementan el vídeo: La perversión de la forma (Variación I) y Matriz.
Si en el primero, como hemos comentado, una docena de criaturas de la noche deambulan por un paisaje ocultándonos su rostro y tocando música (en medio de la oscuridad, solo podemos apreciarlas gracias a la luz de las hogueras que les envuelven en una atmósfera de misterio, debiendo aprender a mirar en la penumbra), para la elaboración de las esculturas Ramo empleó aquellas máscaras confeccionadas para ejecutar el vídeo, obteniendo sus moldes. En el proceso de creación de aquel, las máscaras se destruyeron, así que la artista no pudo servirse de aquellos moldes como estructuras, decidiendo por eso transformar las propias envolturas en esculturas autónomas.
El trasfondo último sobre el que nos invita a reflexionar Ramo en Los ayudantes es el carácter mítico, abultadamente fabuloso y esencial que atribuimos a la idea de origen
Al encontrar reproducidas en tres dimensiones las máscaras que encontramos en el vídeo, Ramo introduce una ruptura clara entre la forma original y su versión reproducida. El molde diseñado a partir de la destrucción de la pieza a reproducir no es en absoluto un procedimiento escultórico novedoso, pero en este proyecto concreto su fin no es la reproducción de ninguna forma, dado que el molde es, en sí mismo, una forma única y no un eslabón más en la cadena entre la pieza primera y su reproducción técnica.
El trasfondo último sobre el que nos invita a reflexionar Ramo en Los ayudantes es el carácter mítico, abultadamente fabuloso y esencial que atribuimos a la idea de origen, un origen que ella en este trabajo revisa, cuestiona y reinventa a partir de esas máscaras y sus moldes.
No es casual que el vídeo de Los ayudantes finalice al amanecer, con la pantalla invadida por la vegetación y un fondo sonoro de ruidos de animales. Pero antes de que el vídeo acabe, una figura humana, enigmática como el resto, aparece y desaparece con fugacidad, como si muriera y regresara al origen, entendiendo la muerte como el inicio (o matriz) de un ciclo vital nuevo. Hay mundos sin pensar en inicios, finalidades y desenlaces.
Otro asunto que Los ayudantes plantea es nuestra noción de lo extraño, del otro que nos resulta ajeno y oscuro -en parte por nuestra costumbre narcisista de no mirar hacia afuera-, de ahí el enigma que rodea a los personajes del vídeo y su propia danza en la noche. En este mismo contexto, y también en el de la danza y el rito, había trabajado la madrileña en el proyecto anterior, que podemos considerar germen de este, La banda de los siete. (Su sentido de la repetición nos hace automáticamente pensar en Nauman, aunque las interpretaciones quedan, en ambos casos, muy abiertas).
OTRAS NOTICIAS EN MASDEARTE: