En 1927, el físico escocés C.T.R Wilson recibió el Nóbel en su campo por haber inventado la cámara de niebla, tras diversos experimentos buscando reproducir la formación de las nubes expandiendo aire húmedo en recipientes cerrados y también lograr la visibilización de los entonces recién descubiertos Rayos Cósmicos. Curiosamente su primera cámara pudo materializarla en 1911, el mismo año en el que Kandinsky alumbró su primer texto teórico: su discurso estético quizá más conocido, De lo espiritual en el arte, el ensayo que anticiparía su posterior devenir como artista por los caminos de la abstracción.
A priori es difícil establecer conexiones entre los estudios de uno y otro, pero la artista Linarejos Moreno las ha encontrado en la voluntad de ambos de representar puntos y líneas sobre planos. Partiendo de la investigación sobre ese nexo común entre el científico y el pintor, ha querido estudiar, a través de pinturas e instalaciones, disponiendo documentos sobre arpilleras, cómo la subjetividad puede abrirse camino entre objetos industriales; cómo la creación (la más subjetiva, la abstracta que postuló Kandinsky) puede acercarse a los resultados de los avances científicos.
El conjunto de la producción de esta artista –que recientemente ha presentado en España muestras en el Real Jardín Botánico y en Tabacalera y que compagina actualmente la docencia en la Universidad Complutense de Madrid con la preparación, como comisaria, de la próxima muestra en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología– ha analizado los modos en que la individualidad y lo particular pueden hacer frente a la reificación: la cosificación exacerbada de las personas, entendidas como objetos sin libertad ni conciencia; y de sus relaciones asimiladas a vínculos de consumo, desechables. Se trata de un concepto abordado a menudo por los teóricos marxistas.
Concediendo fines no productivos a lugares de habitual uso industrial y empleando las representaciones científicas, como las del Nóbel Wilson, para cuestionar el lugar que la etapa moderna concede a lo más íntimo y personal, Moreno indaga en las reflexiones sociológicas y filosóficas que podemos obtener de repensar el fondo y la forma de determinados experimentos científicos y en las relaciones posibles entre capitalismo y romanticismo; en este caso, también entre trabajo científico y trabajo estético.
Se plantea Linarejos cómo puede construirse, y después afirmarse, la identidad individual en un entorno que valora con devoción la productividad y el enriquecimiento monetario y qué cualidades plásticas pueden derivarse de los despojos de esa cultura que deifica el crecimiento económico particular: las ruinas y el tiempo.
En sus fotografías e instalaciones son habituales los espacios industriales en mayor o menor grado de abandono, la plasmación de mecanismos de representación científica y la presencia de objetos que simbolizan almas y psicologías inmersas en medio de fábricas que no parecen poder relacionarse con ellas.
Para el Archivo de Creadores de Matadero, esta autora madrileña definió su obra como un ejercicio de resistencia del hombre por ser, por conformar su identidad y afirmarse en un mundo que le condena a ser una cifra más o le encaja en un arquetipo. Cómo el vértigo en el que te asomas a un abismo en el que hay muchas cosas enmarañadas, la mortalidad, el miedo a ser prescindibles, la dificultad de comunicarse con el otro que te mira a través del espejo de sus deseos. Te asomas rápidamente avanzando, si has tenido suerte, en el conocimiento de ti mismo para luego agarrarte de nuevo a la barandilla.
“La cámara de niebla. Linarejos Moreno”
c/ Mariano Sebastián Izúel, 9
Alcobendas
Del 17 de enero al 24 de febrero de 2018
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