Leo Matiz documentando Magdalena

El Museo Universidad de Navarra muestra doscientas imágenes de su archivo

Pamplona,

Es habitual asociar a Leo Matiz a las imágenes que tomó de Frida Kahlo en la intimidad de la Casa Azul: suyos son los retratos más originales realizados de la artista mexicana, manteniendo su sencillez. Pero buena parte de su producción, quizá menos conocida, la dedicó a su país, Colombia, desde un enfoque documental y relacionándose con las tendencias visuales dominantes a mediados del siglo XX; en esa vertiente de su carrera profundiza la muestra “Imaginario colombiano”, que acaba de abrir sus puertas en el Museo Universidad de Navarra y que cuenta con dos centenares de trabajos llevados a cabo en la región de Magdalena, copias de época que en su mayoría son inéditas en España.

Proceden de los archivos de la Fundación del fotógrafo y se fechan entre los cuarenta y los setenta; las más tempranas las realizó Matiz tras sus reportajes sociales dedicados a la agricultura y la evolución social de México y las últimas serán contemporáneas y algo posteriores a sus proyectos dedicados a la internacionalización cultural y la modernidad social de Venezuela. Hasta la fecha no se había estudiado a fondo la especificidad de esas imágenes colombianas, entendiéndose como una prolongación de sus obras mexicanas, pero esta muestra, que ha comisariado Enric Mira, quiere poner de relieve que en lo estético y lo ideológico estas composiciones sí vienen a reorientar el concepto de foto documental en el que Matiz había trabajado antes, haciendo hincapié en su humanismo.

Leo Matiz. Chicas de Macondo, Aracataca, Colombia. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art
Leo Matiz. Chicas de Macondo, Aracataca, Colombia. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art

Cuatro secciones estructuran la exhibición: Los trabajos y los días, La cadencia del tiempo, Territorio e imaginario colectivo y Antropológica, centrándose la primera en su atención a las condiciones materiales de la vida cotidiana de los habitantes de esa región de Magdalena, sus oficios y empleos domésticos: veremos individuos cargando azadas o pencas de bananas, llevando tractores o pescando; y a mujeres que portan gavillas de leña o bidones de agua. Nos hablan estas escenas de esfuerzo y precariedad, pero no translucen conflicto social sino costumbre y aceptación: vienen a desafiar ciertos clichés asociados a la pobreza; los individuos representados parecen metaforizar en sus esfuerzos la labor como actividad inherente a la naturaleza humana, el cuerpo cuando es herramienta y la dignidad de quien emplea su tiempo en ganarse el sustento.

La cadencia del tiempo, por su parte, alude a las horas cuando se experimentan como duración de la vida al margen de relojes: cuenta este apartado con instantáneas de quienes ven pasar el tiempo, pero no pasivos sino expectantes; de los sumidos en la espera o las transiciones. El contraluz es el recurso estilístico dominante en este caso; lo utilizó Matiz como símbolo del transcurso de los días, con sus idas y venidas casi siempre con equipaje. En sus composiciones el paso de los minutos discurre con una naturalidad semejante a la del fluir del agua o el del aire por las ventanas, aunque podemos diferenciar en ellas la gravedad del trabajo, la pausa del ocio, el ritmo del vallenato y la despreocupación en los juegos de infancia.

En cuanto a Territorio e imaginario colectivo, revisa esta sección cómo podemos atisbar en las fotos de Matiz el modo en que quienes comparten espacio de vida tienen también en común cierta visión del mundo, una memoria, algunas dinámicas sociales, desde la perspectiva de que los lugares son geográficos y a su vez mentales. Veremos imágenes que analizan la vertiente geocultural de la naturaleza, en forma de ocupaciones e imaginarios que son colectivos.

Y finaliza la exhibición repasando la diversidad racial de Colombia presente en sus fotos: retrató el de Aracataca a indígenas, blancos, negros y mestizos, pero no tanto desde un enfoque etnográfico como atento a lo que esa riqueza ofrece en cuanto a vida y conocimiento, tratando de esquivar la exaltación de lo exótico.

Leo Matiz. Caribe, Colombia, 1950-1959. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art
Leo Matiz. Caribe, Colombia, 1950-1959. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art

Las inquietudes de Matiz lo llevaron más allá de la fotografía (fue pintor, galerista y editor de revistas) y, como vimos, tampoco con la cámara se ciñó a un único género, dedicándose al reportaje, la publicidad, el cine e incluso los eventos oficiales. Gran viajero, recorrió el continente americano de norte a sur y se codeó, además de con Kahlo y Diego Rivera, con José Clemente Orozco, Alfaro Siqueiros, Buñuel, Agustín Lara, María Félix, Botero, García Márquez o Álvaro Mutis. En todo caso, en unos y otros trabajos, apenas podemos establecer distancias entre visión artística y preocupación social; tampoco entre las imágenes destinadas a ser publicadas o a ser expuestas: en unas y otras obras despliega una posición ética y creativa propia, a veces también ideológica, que desembocaba en sus concretas elecciones de encuadres, puntos de vista y, desde luego, temas y sujetos.

De hecho, sus reportajes pueden considerarse fotoensayos: en complicidad con los redactores con quienes colaboró, buscó generar secuencias visuales de mimada edición y puesta en página, consolidando un estilo documental y estético particular que lo diferenciaba de otros fotorreporteros mexicanos cuyas inquietudes eran estrictamente profesionales. En su momento llegó a hablarse de efecto Matiz para bautizar a sus contrapicados y diagonales, que conferían a sus retratados una presencia casi épica. Tanta, parece ser, como para inspirar a un muralista.

Nos hemos referido a su trato con Siqueiros: el pintor le encargó, en 1945, documentar su trabajo en el mural Cuauhtémoc contra el mito, y realizar un reportaje de figuras humanas para utilizar en la elaboración de nuevos murales y, dos años después, Matiz lo denunció por plagio, al haber reproducido muy fielmente sus fotografías. Aquel episodio tuvo que ver con su decisión posterior de volver a trabajar en Colombia, y después en Venezuela, dejando a un lado México.

Leo Matiz. Pescadores. Colombia, 1950-1959. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art
Leo Matiz. Pescadores. Colombia, 1950-1959. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art

El regreso a su país le llevaría, paulatinamente, a abandonar el mencionado efecto Matiz en favor de un carácter descriptivo sin grandilocuencias, y la denuncia social en pos de una perspectiva humanista y centrada en la dignidad de las personas, al margen de que fueran víctimas de injusticias. Su principal proyecto allí fue un encargo de documentación y fotografía corporativa para la petrolera Esso, que llevó a cabo desde 1952, recorriendo los departamentos de Los Santanderes, La Guajira y la mencionada Magdalena, sin atisbo en sus trabajos de inspiración revolucionaria.

Contempladas a la luz del resto de su trayectoria, las imágenes llegadas a Navarra vienen a incidir en la complejidad de las realidades sociales de Latinoamérica a mediados del siglo XX y las múltiples posibilidades de representarlas. En todo caso, subrayan el compromiso de Matiz con la realidad de sus entornos y con la búsqueda de la modernidad fotográfica.

Leo Matiz. Ciclista. Aracataca, Colombia, 1960. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art
Leo Matiz. Ciclista. Aracataca, Colombia, 1960. Cortesía Fundación Leo Matiz y Galería Set Espai d´ Art
Leo Matiz. La red. Pavo Real del Mar, 1939. Colección particular
Leo Matiz. La red. Pavo Real del Mar, 1939. Colección particular

 

Leo Matiz. “Imaginario colombiano”

MUSEO UNIVERSIDAD DE NAVARRA

Campus Universitario, s/n

Pamplona

Del 15 de marzo al 19 de septiembre de 2023

 

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