La Fundación Telefónica proyecta la sombra de Arissa

El 4 de junio abre la primera antología del fotógrafo

Arissa. La sombra y el fotógrafo, 1922-1936

ESPACIO FUNDACIÓN TELEFÓNICA

C/ Fuencarral, 3

Madrid

Madrid,

Fotógrafo amateur en sus inicios, Antoni Arissa hizo sus primeros ensayos con la cámara mientras trabajaba en la imprenta barcelonesa de su padre, y aunque su obra ganó notoriedad en los años veinte y treinta (recibió premios como los de la revista Criterium, el Ateneo Obrero de Gijón, el Ateneo Obrero del Distrito Segundo y el Amen de Figueres y realizó exposiciones para instituciones internacionales Royal Photographic Society), su obra ha permanecido en el desconocimiento del público general durante décadas.

Coincidiendo con su participación en PHotoEspaña, el Espacio Fundación Telefónica recupera su figura, como esta institución ya hizo en años pasados con otros fotógrafos de los que apenas habíamos oído hablar, como como Luis Ramón Marín, Josep Brangulí y Virxilio Vieitez.

Entre junio y septiembre podremos ver en su sede de Fuencarral 160 fotografías en blanco y negro seleccionadas por Valentín Vallhonrat y Rafael Levenfeld estructuradas en tres secciones atendiendo a criterios estéticos: el pictorialismo (1922 – 1928), la evolución hacia la modernidad hasta el comienzo de los treinta y la Nueva Visión (1930- 1936). En esta última fase Arissa se incorporó plenamente a las vanguardias fotográficas, pero tras la Guerra Civil su producción decayó.

En su etapa pictorialista, Arissa retrató escenas rurales cuidando al detalle iconografías y escenarios campestres y sumando a las imágenes descripciones literarias que hacen alusión a los valores tradicionales del campo para avanzar paulatinamente hacia una fotografía más depurada, ajena a referencias simbolistas y cercana a las tendencias europeas que proponían acentuar, mediante la luz y los procedimientos compositivos y formales, las cualidades y la intención de los objetos retratados.

Avanzaba así hacia la llamada conceptualización fotográfica, que rechazaba las tesis del pictorialismo (que buscaba el reconocimiento de este medio como disciplina artística e incorporaba referencias al Prerrafaelismo o el Simbolismo). Lo cotidiano, las pequeñas cosas, se convirtieron entonces en los ejes de la producción de Arissa: sus propias hijas, casas, pasillos, jardines y objetos del día fueron su fuente de inspiración antes de lanzarse a las calles y captar la vida del puerto de Barcelona. Iniciado el proceso, no hubo vuelta atrás: cualquier fragmento de realidad podía ser objeto de su actividad.

Tras la Guerra Civil, tanto el artista como su obra fueron cayendo en el olvido y no fue hasta principios de los noventa cuando el nombre de Arissa volvió a salir a escena gracias a la exposición “Las vanguardias fotográficas en España”, que incluyó seis de sus imágenes.

Aquí podéis consultar un extenso artículo que le dedicó en 1935 la revista Art Llum (en catalán). Rescatamos un fragmento: en casi todas las obras de este aficionado podemos apreciar un motivo argumental determinado, casi todas tienen una apreciable fuerza como documento humano de fina percepción y sana intención artística. Muchas plasman motivos o momentos funcionales: instantes vividos, emociones retenidas e ideas preconcebidas.

 

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