La domus de Francesca Leone

La artista italiana presenta su primera individual española en el Palacio de Gaviria

Madrid,

Francesca Leone inició su trayectoria artística hace algo más de una década y desde esos comienzos, pero sobre todo en los últimos tres años, ha reflexionado en torno a tres asuntos fundamentales que suele entrelazar en sus trabajos: el consumismo y sus restos, la memoria y la intimidad.

Esos son los ejes de la veintena de piezas que ahora presenta en el Palacio de Gaviria en la que es su primera muestra individual en nuestro país, que llega tras las que ha presentado desde 2008 en el Loggiato di San Bartolomeo de Palermo, el Palazzo Venezia de Roma, el Castel dell’Ovo napolitano, el Museo de Arte Moderno de Moscú, el MAC chileno, el MACBA de Buenos Aires, el Museo de la Academia de Bellas Artes en San Petersburgo, la Trienal de Milán o el MACRO de Roma.

Francesca Leone. Viaggio 5
Francesca Leone. Viaggio 5
Francesca Leone. Viaggio 8
Francesca Leone. Viaggio 8

La muestra, comisariada por Danilo Eccher, se presenta en el llamado Patio Andaluz del palacio madrileño, un espacio ahora destinado a pequeñas exhibiciones de artistas contemporáneos. Y se titula “Domus” porque, en su planteamiento y montaje, y también enlazando con la residencia aristocrática que Gaviria fue, recupera la clásica articulación de las viviendas pompeyanas, que giraban en torno a un atrium romano, a veces florido. En su lugar ha dispuesto Leone un jardín de basura, con desechos cuya naturaleza solo adivinamos al mirarlos con atención, porque vistos a una cierta distancia únicamente seducen por su color: simbolizan la doble cara, bella y problemática, de lo que nuestra ansia consumista deja atrás. Envoltorios, tickets y muchos cigarrillos nos sitúan frente a las huellas de nuestro paso por la tierra y la calle, y también dan forma a una rejilla llena de poesía, la nacida de los fragmentos de lo urbano, esos múltiples trazos de la vida en la ciudad que también son memoria a los que se han referido de Baudelaire a Muñoz Molina.

La pieza, llamada Giardino, tiene una evidente lectura crítica en relación con el impacto de nuestra basura, pero también otra esperanzadora, al llamar la atención sobre el lado estético de los materiales a priori no bellos ni poéticos gracias a una composición que acentúa su ligereza y, sobre todo, a sus colores, que permitirían contemplarlos en la distancia como un prado alegre.

Se trata, en última instancia, de materiales recuperados contra pronóstico al haberse concebido casi a propósito para no valer, para no durar, y con ese tipo de elementos trabaja Leone continuamente y en el resto de las obras que ahora presenta en Madrid: chapas oxidadas, mallas, cemento, verjas…

Varias de estas piezas forman parte de su serie Voliera, que en castellano podría traducirse, más o menos, como la jaula de un pájaro. Suponen una reflexión sobre la libertad humana, la real, la irreal y la aparente, también sobre la que, en palabras de Leone, creemos tener mientras estamos atrapados en un libre albedrío que no nos deja volar. Se trata de murales de cemento con hendiduras que permiten ver fragmentos de rostros dibujados sobre soportes de madera y situados, a su vez, tras mallas que transmiten esa idea de prisión simbólica y que nos dejan contemplarlos con nitidez en la distancia, pero apenas en la cercanía: es bastante frecuente ese doble juego metafórico de la artista con las consecuencias del punto de vista. Esos retazos de ojos, de labios, son pequeños en el caso de las obras de la serie más próximas al atrio, al Giardino, y más extensos en las presentadas en una estancia cerrada a propósito con un tabique a ese Patio Andaluz: se refiere así Leone a la liberación experimentada por nuestros gestos en la intimidad, una liberación que ella hace física al hacerlos despojarse de una armadura material.

Especialmente bella es la instalación de chapa metálica coloreada, creada específicamente para este espacio, que da la réplica al friso blanco original de una de las salas, aunque hay aquí otras semejantes: Leone ha buscado con ellas, como con el propio Giardino en el fondo, la introducción de un cierto paisaje en la sala, reclamando en el camino que es posible crear primavera (re)utilizando materiales industriales o cotidianos.

Francesca Leone. Monaci
Francesca Leone. Monaci

Otro grupo de trabajos están formados por placas de cemento en los que la autora insertó, de nuevo, objetos desechados con resultados muy poéticos. Se titula Monjes, porque pudieron verse, hasta el pasado septiembre en paralelo a Manifesta 12, en el austerísimo Real Albergo dei Poveri de Palermo y parecían, en ese contexto, ser solitarios religiosos cubiertos por las túnicas grises del cemento, guerreros silenciosos -dice el comisario- al borde de la marginalidad. Es habitual que tome Leone como referencia, en el planteamiento y en el mismo título de sus composiciones, el lugar en que se exponen, y para esta muestra en el Palacio de Gaviria ha trabajado enlazando lo íntimo, en forma de de miradas reveladas, y lo público, en forma de suelo de despojos; un pasado ascético y un presente de una materialidad arrolladora.

Francesca Leone. Monaci
Francesca Leone. Monaci

 

Francesca Leone. Giardino
Francesca Leone. Giardino

 

 

Francesca Leone. “Domus”

PALACIO DE GAVIRIA

c/ Arenal, 9

Madrid

Del 17 de octubre al 30 de noviembre de 2018

 

 

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