Nació en 1938 en Nueva York, se formó como pintor, y tras un encuentro con Robert Frank en 1962 abandonó su empleo como director de arte en una agencia de publicidad y descubrió su pasión por la fotografía hasta convertirse, con cierta rapidez, en uno de los mejores exponentes americanos de la fotografía callejera en color durante las décadas de los sesenta y setenta y junto a William Eggleston o Stephen Shore.
Desde el pasado 17 de julio, y hasta el 1 de noviembre, podemos ver en Kunst Haus Wien una retrospectiva dedicada a las múltiples facetas desarrolladas por Joel Meyerowitz en su medio siglo de trayectoria. En sus trabajos encontramos instantes fugaces, plenos de dinamismo, de la vida urbana de las ciudades estadounidenses, y también de algunas europeas, desde mediados de los sesenta.
Ejercitó su intuición por las calles y espacios públicos de las urbes para encontrar ejemplos de lo extraordinario, lo extraño y lo surrealista presente en la vida cotidiana.
En 1966 dijo: Encuentro extrañamente hermoso que la cámara, con su inherente precisión y detalle, pueda producir imágenes que, a su pesar, ofrecen la posibilidad de ser más de lo que son (…) una fotografía de algo sin más importancia que una intuición, una respuesta, una mínima experiencia del fotógrafo.
Su estilo llegó a ser icónico, fácilmente reconocible. Pionero en el uso de la película en color, nada frecuente entonces, experimentó de forma simultánea con el blanco y negro, con una cámara de 35 mm, y logró que el MoMA de Nueva York le brindara una exposición individual ya en 1968, cuando no sumaba una década de carrera tras la cámara.
Sus series From a Moving Car (1968) y Cape Light (1978) y su colección de retratos Red Heads (1980-1990) han sido internacionalmente aclamados, y sus trabajos en color, con cámaras más grandes y un estilo más formal, contribuirían de forma decisiva al avance de dos nuevos movimientos fotográficos: New Topographics y New Color, que prosperaron en los setenta.
Diría: la cámara pequeña me enseñó la energía, la determinación y la inmediatez. La cámara grande me enseñó la reverencia, la paciencia y la meditación.
Meyerowitz ha evolucionado de forma clara a lo largo de su trayectoria, desde la plasmación del dinamismo urbano de sus inicios hasta su posterior gusto por la quietud, la precisión y la calma. Hoy son verdaderos iconos sus variaciones acromáticas de las orillas del mar, sus imágenes de piscinas vacías, sus retratos de personas pelirrojas y sus paisajes naturales y urbanos de enfoque documental.
Esta muestra austriaca ofrece una visión transversal de la producción de Meyerowitz a través de ejemplos de sus series más representativas desde los sesenta hasta hoy.
Él fue, además, el único fotógrafo al que se le permitió acercarse a la zona cero de Nueva York tras el ataque a las Torres Gemelas. Las imágenes que tomó forman parte del The World Trade Center Archive.
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