Allá por 1987, el Centre Pompidou mostró por primera vez obra de Jeff Koons en el marco de la muestra colectiva “Les Courtiers du désir”, impulsada por Walter Hopps, director de la Menil Collection de Houston; ya en 2000, el gran artífice del arte-espectáculo volvió a este centro formando parte de otra colectiva, “Au-delà du spectacle”, convertido ya en un creador maduro (hasta donde en él puede hablarse de madurez) y este 2014 el Pompidou le dedica por fin una retrospectiva comisariada por Bernard Blistène, su director, y Scott Rothkopf. La muestra celebra, y estudia, las razones de que Koons sea uno de los artistas más populares y controvertidos de la escena actual, cuestionando además si la atracción y el debate que genera nace sólo de sus trabajos o también de su propia figura, del Koons personaje que, para algunos, lleva camino de convertirse en mito.
POSITIVIDAD Y SUBVERSIÓN
Atendiendo a los planteamientos de Blistène y Rothkopf, la producción del autor de Rabbit es ante todo parte y reflejo del sueño americano y de sus fantasías confesables e inconfesables; una obra decididamente positiva, indisociable de la figura de su autor y pragmática en cuanto a la voluntad de negocio, nada oculta, presente en cada una de sus piezas, objetos de deseo en las subastas. Prima en ellas un sentido de lo lúdico muy particular, pero también un mensaje subversivo latente que el Pompidou se ocupa de acentuar pese a los intentos de Koons por no incidir en él, pidiendo al espectador que contemple y valore sus trabajos sin pensar en nada más que en su mera apariencia.
La muestra reúne sus primeros objetos evocadores de la infancia, figuras arquetípicas en acero policromado que hoy forman parte de las colecciones de numerosas instituciones públicas y privadas internacionalmente e imágenes publicitarias, de aire pornográfico, llevadas a la pintura, que para Koons encarnan amor y espiritualidad. Todas, desde su valor icónico y simbólico incuestionable, desafían nuestro sentido del gusto y plantean una celebración de la unión de arte y cultura popular, de pop y minimalismo, de procedimientos artesanales y fabricación masiva e industrial de piezas.
Prima las obras de Koons un sentido de lo lúdico muy particular, pero también un mensaje subversivo latente que el Pompidou se ocupa de acentuar
Koons, optimista nato, está obsesionado por el tamaño y el peso de sus obras, le atrae lo enorme y también lo diminuto (sobre todo lo gigantesco, sí) y trata de convertir cada una de SUS creaciones en un monumento “majestuoso” y paradójico y también en una herramienta para el disfrute visual sin pretensiones.
Es admirador de la presencia de lo banal en el Dadaísmo y el Surrealismo y no quiere crear un arte popular sino accesible. Según Blistène, nos encontramos ante el último de los artistas pop y ésta su primera gran retrospectiva en Europa. A mediados de 2015, viajará al Museo Guggenheim Bilbao. Obligado tomar postura.
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